‘Nos urge tener una estrategia global’

La elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos puede haber acelerado el fin del ‘siglo estadounidense’ y del orden internacional de posguerra liderado por ese país. Pero el centro de gravedad político y económico del mundo venía trasladándose hacia el este de Asia mucho antes de 2016, y la idea de que China se convierta en una potencia global en el inminente ‘siglo del Pacífico’ tampoco es nueva. Pero las acciones de Trump, junto con las de su contraparte china, Xi Jinping, han llevado la rivalidad a un punto cada vez más filoso.

La disputa comercial entre EE. UU. y China tiene el potencial de desatar una recesión global. Pero este conflicto es solo parte de una lucha de poder mucho mayor, inclusive en el sector tecnológico, para determinar quién va a ostentar el liderazgo mundial: si la nueva ‘estrella ascendente’ (China) o el hasta ahora ‘actor principal’ (Estados Unidos).

Desde que China inició sus medidas de modernización bajo Deng Xiaoping, a fines de los 70, su política consistió –casi todo el tiempo– en no desafiar el orden geopolítico y estratégico existente, y en evitar una confrontación con EE. UU. Pero el discurso de Xi en el 19.° Congreso del Partido Comunista Chino (2017) y varias iniciativas chinas en curso dejan claro que China ya no ocultará su fortaleza y esperará su oportunidad, como ordenaba Deng.

La nueva asertividad china se torna evidente en su fortificación militar de los arrecifes y pequeñas islas en el mar de China Meridional, así como en la estrategia ‘Hecho en China 2025’, que apunta a convertir el país en el líder mundial en las industrias claves del futuro. Y con su gigantesca iniciativa ‘Un cinturón, una ruta’ (BRI), China quiere utilizar sus inversiones en comercio e infraestructura de transporte para establecer su predominio geopolítico y comercial en Eurasia, Europa, Oriente Medio y África.

Frente a este desafío, cada vez más obvio a su liderazgo, EE. UU. también ha cambiado su estrategia. En el pasado, su mercado estuvo abierto a las exportaciones chinas –sin ese acceso, el rápido crecimiento económico de China nunca habría sido posible–. Pero Trump quiere poner fin a esto y hacer que el comercio bilateral pase de ser una herramienta a convertirse en un arma. Washington también está endureciendo su política hacia la BRI, y ha criticado la reciente decisión de Italia de respaldar la iniciativa.

La tecnología es otro gran foco de tensión. Las dos potencias están inmersas en una contienda enconada en el terreno de la inteligencia artificial y siguen enfrentándose por el veloz ascenso de la empresa de telecomunicaciones china Huawei. La administración Trump está ejerciendo una fuerte presión sobre sus aliados europeos para que excluyan a Huawei de sus mercados por el riesgo de un espionaje a gran escala.

La llegada de este nuevo orden global del siglo XXI no es un buen augurio para Europa, como dejan en claro estas escaramuzas iniciales en materia de comercio y tecnología. Pero Europa hoy se mira el ombligo y se preocupa más por sus problemas internos, como el ‘brexit’, que por cómo va a pararse frente a este gran pulso global. Los europeos no pueden permitirse mantenerse al margen. Europa será una de las primeras víctimas si la disputa entre China y EE. UU. se convierte en un conflicto comercial declarado. Si esto sucediera, las dos superpotencias exigirían que Europa tome partido: algo difícil de resolver, porque Estados Unidos y China son los principales destinos de las exportaciones europeas. De igual manera, Europa seguramente enfrentaría una represalia china si opta por expulsar a Huawei de sus mercados.

Europa debe forjar su propia visión estratégica sobre el nuevo orden global. Y tendrá que poner un peso suficiente en la balanza geopolítica para seguir comerciando con EE. UU. y China según sus propios términos. Esto exigirá que Europa desarrolle una política industrial basada en los intereses y valores europeos. Al mismo tiempo, los líderes de Europa deben reconocer que China está construyendo rápidamente un inédito sistema político en el que un partido único controla digitalmente las masas. No importa la opinión que uno tenga de Trump, esto no sucederá en Estados Unidos.

JOSCHKA FISCHER
Exministro de Relaciones Exteriores de Alemania.
© Project Syndicate

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