Economía, el quebradero de cabeza de Fernández al asumir en Argentina

El peronista Alberto Fernández asumió este martes la presidencia de Argentina, un país en plena crisis económica, que cerrará 2019 con una inflación de alrededor de 55 por ciento, una pobreza cercana a 40 por ciento y una caída del PIB de 3,1 por ciento, y para la que todavía no parece vislumbrarse una salida.

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Durante su posesión, el nuevo mandatario se comprometió a reducir la pobreza y aseguró que pagará la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) una vez que haya crecimiento en su país.  “Es imposible pagar la deuda externa si no hay crecimiento. Queremos tener una buena relación con el FMI, pero sin crecimiento no podemos pagar”, señaló en su discurso de investidura.

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El riesgo es la ansiedad de la gente de que se produzca un cambio rápido en materia social

A cambio de un severo ajuste fiscal, el FMI otorgó en 2018 un crédito por 57.000 millones de dólares a Argentina, de los cuales el país ha recibido hasta ahora unos 44.000 millones. La deuda total ronda los 315.000 millones de dólares, casi 100 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).

La titular del FMI, Kristalina Georgieva, saludó en Twitter la declaración del presidente: “Compartimos plenamente tus objetivos de perseguir políticas para reducir la pobreza y acompañar el crecimiento sustentable. El FMI permanece comprometido a asistir a tu gobierno en esta tarea”.

Fernández, un peronista de centro-izquierda que gobernará hasta fines de 2023, alertó que el gobierno saliente del liberal Mauricio Macri dejó a la nación “en una situación de virtual default”.

El abogado de 60 años, que fue jefe de gabinete de Néstor y de Cristina Kirchner entre 2003 y 2008, llegó al Congreso manejando su propio carro.

Allí, el nuevo mandatario recibió la banda presidencial y el bastón de mando de parte de Macri. Una escena muy diferente a la de hace cuatro años, cuando Cristina K dejó la presidencia un día antes de lo previsto y Macri fue investido por el presidente provisional del Senado.

Kirchner, de 66 años, juró a su vez como vicepresidenta y asumió la presidencia del Senado. La expresidenta, que tiene un juicio oral en curso por presunta corrupción y varias causas abiertas, se mostró muy cercana al mandatario durante toda la ceremonia. En cambio, le dio un gélido saludo a Macri.

Cristina Fernández de Kirchner

En la posesión de Alberto Fernández (i.) llamó la atención la frialdad con la que la vicepresidenta, Cristina Kirchner, saludó al saliente presidente Mauricio Macri.

‘Superar el hambre’

Fernández –que también estuvo acompañado de su hijo Estanislao, de 24 años, y su novia, Fabiola Yáñez– aseguró que le gustaría “ser recordado por haber sido capaz de superar la herida del hambre en Argentina”.

“Los únicos privilegiados serán quienes han quedado atrapados en el pozo de la pobreza (..) 15 millones sufren de inseguridad alimentaria en uno de los mayores productores de alimentos. Argentina tiene que poner fin a esta catástrofe social”, advirtió el flamante presidente.

El mandatario se propone para los primeros días de su gobierno mejorar los ingresos de los más vulnerables, a través de más fondos en ayuda social, pero también aumentos salariales y de pensiones para las franjas más bajas.

Sin embargo, algunos expertos advierten sobre las elevadas expectativas de muchos argentinos. “El riesgo es la ansiedad de la gente de que se produzca un cambio rápido en materia social. Fernández deberá administrar las expectativas y para ello su instrumento más importante es el peronismo, los sindicatos y los movimientos sociales moderados”, comentó el analista Rosendo Fraga.

Los únicos mandatarios extranjeros presentes en la ceremonia de Fernández fueron el cubano, Miguel Díaz-Canel, así como los de Paraguay, Mario Abdo Benítez; y de Uruguay, el entrante Luis Lacalle y el saliente Tabaré Vázquez.

Contrario a los rumores, no estuvo en el acto el expresidente boliviano Evo Morales, a quien Fernández ofreció asilo ante lo que él mismo calificó como un golpe de Estado en Bolivia.

El presidente Jair Bolsonaro, de Brasil, no asistió, pero desde Brasilia le deseó a Argentina que “le vaya bien” con su nuevo mandatario, con quien mantiene una pugna ideológica, aunque le auguró “más dificultades” que a Brasil.

Miles en las calles 

El centro de Buenos Aires se colmó de partidarios de Fernández. Miles de personas con pancartas y banderas argentinas caminaron desde el Congreso hasta la Casa Rosada. Bajo temperaturas extremas del verano austral en el Río de la Plata, hombres y mujeres de todas las edades cantaban y bailaban al ritmo de la cumbia local.

Muchos también lloraban abrazados de sus amigos y familiares.

“Tengo una alegría inmensa después de cuatro años”, dijo Wendy Fernández, una estudiante de 24 años.  “Estoy esperanzado con Alberto y con Cristina, todos tenemos la sensación de que vuelve por fin un gobierno que escucha al pueblo, la bandera argentina es lo que nos une a todos hoy, esto es una fiesta para todos”, comentó Emanuel Bonié, un profesor universitario de 53 años.

Otros lamentaron la llegada de Fernández al poder. “Es un día muy triste, retrocedemos a un punto lamentable. Macri habrá cometido algunos errores, pero que vuelvan estos monstruos que robaron al país…”, dijo la abogada penalista Valeria García Morales, de 49 años, que evitó acercarse este martes al centro.

Pese a los llamados de unidad de Fernández, no será fácil superar la “grieta” que divide a los argentinos. “Todas y todos debemos despojarnos del rencor que cargamos, volvamos a ganarnos la confianza del otro”, clamó el nuevo presidente.

Argentina, que en 2001 vivió su peor crisis, con el mayor default de la historia, cinco presidentes en una semana y saqueos y disturbios que dejaron una treintena de muertos, se esfuerza por evitar otro estallido, en especial cuando países cercanos como Chile, Bolivia, Ecuador o Colombia atraviesan por duras protestas ciudadanas.

AFP 

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