En las últimas semanas, el gobierno de Nicolás Maduro ha incluido en su discurso oficial un nuevo capítulo: que lo que busca Estados Unidos es replicar en Venezuela “el libreto violento que se aplicó en Libia”.
Así lo ha dicho el mandatario, incluso por Twitter, y lo repitió esta semana ante el Consejo de Seguridad de la ONU el canciller del régimen, Jorge Arreaza, quien asegura que detrás del bloqueo a su gobierno hay una suerte de «guerra del petróleo».
Ya en enero, el general Vladimir Padrino, ministro de Defensa de Venezuela, había asegurado que “hay un asedio sistemático que hace parte del formato que se le aplicó a Libia”.
Canciller Jorge Arreaza: Por donde pasa EEUU deja una crisis humanitaria, destruye países, mueren millones, linchan a un Jefe de Estado y lo celebran. ¡Eso es cinismo! pic.twitter.com/b0P6LY7bqM
— Cancillería 🇻🇪 (@CancilleriaVE) 26 de febrero de 2019
¿A qué se refiere el mandatario venezolano? Puntualmente, a una intervención militar externa registrada en el 2011 y amparada por la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU, con la que se buscó proteger civiles y áreas pobladas que estaban bajo amenaza de ataque de las fuerzas leales al dictador Muamar el Gadafi, quien murió finalmente a manos de su propio pueblo, linchado tras una dictadura de más de 40 años.
Entonces, ¿es válida la comparación? ¿Hay similitudes entre la situación que golpeó a Libia con la crisis que vive Venezuela? Aparentemente, el régimen pretende enviar el mensaje de que lo que pasó en Libia desde el 2011, que en esencia es que la comunidad internacional aún no logra estabilizar un país que hoy sigue asolado por la guerra, se repetiría con cualquier intervención externa en Venezuela. La riqueza petrolera de las dos naciones también alimenta la versión oficial.
Pero la comparación termina golpeando la imagen de Maduro por varias razones. «Puede haber coincidencias: que Maduro se compare con un dictador sanguinario y ambicioso como Gadafi es válido. Él, efectivamente, es un dictador que no tiene compasión por la sociedad civil”, asegura Javier Leonardo Garay Vargas, doctor en Ciencias Políticas de la Université Paris-Est Marne-La-Vallée y magíster en Asuntos Internacionales de la Universidad Externado de Colombia.
Garay señala además que hay marcadas distancias entre la figura histórica de Gadafi, que consolidó la independencia de su país del colonialismo europeo y que mantuvo el control de su nación por décadas, y un hombre como Maduro, que llegó al poder ungido por Hugo Chávez y que en poco más de seis años ha llevado al proyecto chavista a la crisis.
Las condiciones en las que terminó el régimen de Gadafi tampoco favorecen la comparación. Así, Adrian McLiman, analista político y especialista en asuntos del mundo árabe-islámico, recuerda que “Gadafi tuvo que huir, ocultarse. En un punto comenzó a ser perseguido por sus enemigos y hasta por sus allegados».
McLiman explica que en Libia había una presión que se ejercía en el ámbito de un movimiento mucho más generalizado, como lo fue la Primavera Árabe, que llevó a la caída de varios dictadores de la región.
Otro ruido para Maduro en su intención de equiparararse con Gadafi es que la estocada final a su régimen corrió por cuenta de una orden de captura emitida por la Corte Penal Internacional (CPI), que levó a la entrada de la OTAN, por mandato de la ONU, a terreno libio.
Maduro tiene una expediente en la Corte Penal Internacional, que es la instancia creada por el mundo para perseguir individualmente a los responsables de crímenes de guerra y de lesa humanidad. Su discurso, así, está equiparándolo con un reo de la CPI, si bien su caso ni siquiera está formalmente abierto.Redacción APP