Usando un traje negro y un pañuelo que cubría su cabello a modo de hiyab (tradicional velo islámico), la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, acudió a las dos mezquitas de Christchurch, donde un supremacista blanco acabó con la vida de 50 musulmanes y dejó 48 heridos el 15 de marzo.
Con semblante afligido, un día después del ataque, la premier acompañó a los familiares de las víctimas, los abrazó y presentó sus condolencias a la comunidad musulmana, que representa menos del uno por ciento de la población del país.
Tres días después, frente al Parlamento, Ardern se negó a decir el nombre del atacante que, momentos antes de irrumpir en las mezquitas, contó sus intenciones en una transmisión en vivo por Facebook. “Con este acto terrorista buscaba varias cosas, entre ellas notoriedad, por eso nunca me escucharán decir su nombre”, aseveró en Wellington, la capital.
Pero la respuesta de la primera ministra no se quedó solo en actos simbólicos. Menos de una semana después del atentado anunció la prohibición en Nueva Zelanda de todas las armas semiautomáticas de estilo militar y los fusiles de asalto –las utilizadas por el terrorista– y aseguró que era necesario actuar “para hacer la comunidad más segura”.
Fue así como Ardern –la jefa de Gobierno más joven (38 años), que ha tenido ese país– le dio la cara al peor ataque terrorista en la isla y también una lección al mundo. La dirigente no solo reclamó compasión y que se silencien las palabras de odio, sino que también envió un mensaje claro: “Somos uno. Ellos son nosotros”, dijo al hacer referencia a la comunidad de fieles musulmanes. “Tenemos el corazón roto, pero no estamos rotos. Estamos vivos, estamos juntos y estamos decididos a no permitir que nadie nos divida”, concluyó Ardern, quien se distanció de posturas como la del presidente de EE. UU., Donald Trump, y su hómologo de Brasil, Jair Bolsanaro, que han tenido como bandera el discurso contra los inmigrantes, que, según analistas, ha motivado al aumento de ataques por parte de supremacistas blancos.
Y en el caso del primero, no ha movido un ápice la legislación sobre el uso de armas, a pesar de las múltiples masacres que ha padecido su país.
La ‘jacindamanía’
El nombre de Ardern empezó a resonar en Nueva Zelanda mucho antes de que asumiera el liderazgo del país, en octubre de 2017. Su recorrido en el terreno político inició desde antes de cumplir mayoría de edad, cuando se unió a la campaña del laborista Harry Duynhovena por la alcaldía de New Plymouth.
Pero su carrera despegó cuando entró al equipo de Helen Clark, la primera mujer primera ministra de Nueva Zelanda elegida por voto popular, a quien Ardern ha llamado varias veces su “mentora”.
Fue en 2008, con su campaña para ingresar como diputada al Parlamento, que la “jacindamanía”, como le llaman a su fenómeno en redes sociales, despegó. Ese año, además de convertirse en la diputada más joven de la historia del país con el Partido Laborista, asumió la presidencia de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas.
Reconocida por muchos como una “congresista feminista” y con el eslógan de buscar siempre la defensa de los derechos humanos, Ardern logró la reelección en 2011 y en 2014.
La comunicadora, con énfasis en Política y Relaciones Públicas de la Universidad de Waikato, se distinguió también por el sentido progresista en su accionar político, liderando una batalla en el Parlamento por la educación de los niños y la salud de los más vulnerables.
Sin duda, fue su carácter y empatía lo que la llevó a escalar tan rápido en el panorama político. Ardern se mantiene cerca de los jóvenes y muy activa en las redes sociales, donde ha compartido cientos de imágenes de su esposo, su única hija y su gato, y donde miles de neozelandeses la etiquetan después de encontrársela en la calle.
Si bien dentro de su país es muy popular, en el terreno internacional su nombre ha empezado a tomar fuerza.
En el 2018, no solo se convirtió en la segunda mandataria en el mundo en dar a luz –primero lo hizo la asesinada expremier paquistaní Benazir Bhutto, en 1990–, sino también fue la primera mujer que amamantó a su hija durante una Asamblea General de Naciones Unidas, algo que le valió titulares alrededor del planeta.
Aunque Ardern no es la primera mujer al mando de Nueva Zelanda, de acuerdo con Laura Walters, analista y periodista del diario neozelandés Newsroom, lo que la diferencia es que “ha usado sus rasgos femeninos innatos para su ventaja (… ) Las mujeres políticas, lamentablemente, todavía viven en un mundo de hombres. Por esto, las pasadas líderes del país han sentido la necesidad de ejercer su poder de manera más masculina”, le dijo a EL TIEMPO Walters, quien agregó que, si bien la participación política de las mujeres es de largo aliento en Nueva Zelanda (fue el primer país en reconocer el derecho de sufragio de 125 mujeres en 1893), el gobierno de la actual primera ministra “y su forma de integrar la emocionalidad con la toma de decisiones ha resultado innovadora y notable”. “Ha demostrado que puede ser fuerte desde la empatía, amabilidad y compasión, mientras continúa haciendo el trabajo”, concluyó la periodista.
Además, la líder, quien se ha declarado públicamente “alejada de la religión” por defender el matrimonio igualitario, está decidida a abanderar su gobierno a través de la inclusión. “Somos una nación de 200 etnias, 160 idiomas (…) Abrimos nuestras puertas a los demás y les damos la bienvenida”, reafirmó.
Esta posición es lo que muchos rescataron de su reacción tras el atentado de Christchurch, que le significó un primer reto a su gobierno y, según expertos, su primera victoria: la reforma a la ley de armas.
Para Negar Partow, profesora experta en política y derechos humanos de la Universidad de Massey, lo que convierte a Ardern en una líder distinguida en el mundo es que “está demostrando que, por medio de emociones éticas y saludables en la política, se puede curar a una nación que sufre dolor”.
“Ella tiene la capacidad de convertir los desafíos en una oportunidad de cambio. El atentado en Christchurch rompió muchos corazones y ella está de duelo con ellos. Sin embargo, convirtió esta tragedia en un llamado a erradicar el racismo a nivel mundial. Eso la convierte en una líder única”, añade Partow.
Aunque se espera que la asociación defensora de armas de Nueva Zelanda plantee objeciones a la reforma luego de los ataques y con los ojos del mundo puestos sobre su país, lo más seguro es que todos los partidos apoyen su decisión.
Ha demostrado que puede ser fuerte desde la empatía, amabilidad y compasión, mientras continúa haciendo el trabajo.
Asimismo, las dos analistas coinciden en que esta capacidad de acción imponente e inmediata le abre a la joven primera ministra un camino firme frente a aquellos desertores del ala más conservadora, que dudaban de ella por su corta edad.
“Todavía hay muchos desafíos pendientes para Jacinda y tomará un tiempo asegurarnos de que hayamos limpiado por completo de nuestro sistema cualquier rasgo de racismo en todos los niveles. Ese será nuestro desafío”, aseguró Partow.
ANNIE VALENTINA GÓMEZ
Redacción Internacional
Twitter @annievgomez