Las crecientes tensiones entre Estados Unidos e Irán podrían llevar a una guerra “por accidente” en una de las regiones más volátiles y que tiene mayor cantidad de conflictos abiertos en la actualidad, coinciden varios analistas que aunque no ven en los signos actuales la inminencia de una confrontación, sí destacan que la animosidad en alza podría impactar en los escenarios bélicos que ya se están desarrollando.
El siguiente es un abecé sobre la actual crisis desatada en Oriente Próximo:
¿Cuáles son los signos que hacen pensar en una posible confrontación?
Son varios, pero no definitivos. Las versiones de un nuevo despliegue militar de parte de Estados Unidos en la región, con el envío de un buque de guerra, un portaviones y varios bombarderos B-52, en respuesta a presuntas amenazas iraníes; los ataques sufridos por buques petroleros en las costas de Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí, que en principio fueron atribuidos a Irán; la suspensión de las actividades de formación militar en Irak de parte de los ejércitos alemán y holandés, así como la evacuación del personal diplomático no imprescindible en Irak por parte de Estados Unidos.
De hecho, fuentes del Departamento de Estado detallaron este miércoles que hay “múltiples flujos de amenazas directamente relacionadas con Irán”. A lo que se suma que las amenazas de Irán de cerrar el estrecho de Ormuz –por donde pasa un tercio de la producción mundial de crudo– podrían poner de cabeza el mercado del petróleo.
¿Qué desató todo?
Las cosas iban relativamente bien entre dos países, que desde 1979, con la Revolución islámica, vieron cómo se deterioraban de manera dramáticas sus relaciones: durante el gobierno de Barack Obama, Estados Unidos firmó un acuerdo nuclear con Irán –con la participación de varios países–, que limitaba a usos civiles el alcance de su programa, a cambio del levantamiento de las sanciones que estrangulaban el régimen de los ayatolás.
Pero al asumir la presidencia, Donald Trump reimplantó las sanciones y denunció el pacto por considerarlo insuficiente y sin garantías, muy en la línea de lo defendido por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, férreo opositor del acuerdo.
Irán y los demás países se mantuvieron firmes por un año, pero, recientemente, Teherán informó que dejaba de cumplir algunos de sus compromisos al respecto, lo que prendió las alarmas.
¿Qué más hay detrás?
Detrás de todo hay una durísima disputa por áreas de influencia entre Irán, como cabeza del islam chií, y Arabia Saudí, como líder del islam suní. Esto se refleja en que en varios de los conflictos abiertos de la región, ambos países hacen presencia a través del apoyo a diferentes facciones.
Por ejemplo, en Siria, Irán tiene influencia a través del soporte a la milicia libanesa de Hezbolá, que es considerada “organización terrorista” por varios países. Y acá es donde se entremezcla todo por tratarse de un grupo enemigo acérrimo de Israel, y, sin duda, cualquier eventual conflicto bélico va a tener repercusión regional.
¿Qué papel cumple Israel?
El gobierno de Netanyahu nunca estuvo de acuerdo con el pacto nuclear de Obama y considera a Irán un enemigo existencial, ya que el régimen de los ayatolás ha llamado varias veces a su exterminio en múltiples escenarios. De hecho, se habla de que en su radar siempre ha estado un ‘ataque preventivo’ sobre las instalaciones nucleares iraníes para evitar a toda costa el desarrollo de un arma nuclear por este país, ya que aunque se equilibrarían las fuerzas en la región, sería una fuente de inestabilidad para Occidente.
Sostener la tensión y su imagen de líder fuerte y decidido le puede funcionar en las urnas.
También la presencia de Hezbolá amenaza sus fronteras, además de que el país está al alcance de los misiles iraníes.
De hecho, geopolíticamente hablando, la enemistad hacia Irán terminó configurando sobre el terreno una ‘alianza israelo-árabe suní’ que diplomáticamente le ha sido provechosa, a pesar de las heridas por el tema palestino.
Sin embargo, a Israel no le conviene una guerra EE. UU.- Irán, pues le resulta más conveniente tener un Irán débil y disminuido, opina para la agencia Bloomberg el columnista israelo-estadounidense Ze’Ev Chafets: “Quizás sea mejor desde el punto de vista de Israel tener un régimen islámico debilitado en Teherán. Esta se ha convertido en una opción más atractiva debido al poder imprevisto de las sanciones económicas de EE. UU. Los ayatolás han visto que las grandes potencias que firmaron el acuerdo nuclear de 2015 no los rescatarán en caso de guerra”.
¿A Estados Unidos o a Irán les conviene una guerra?
A ninguno de los dos. En el caso de Trump, este entra a campaña electoral en busca de su reelección, y las bajas de soldados en un eventual conflicto siempre restan votos. Está el antecedente de George Bush padre, quien en 1991 fue a la guerra contra Irak, la cual ganó en teoría aunque perdió la reelección.
Pero, en cambio, sostener la tensión y su imagen de líder fuerte y decidido le puede funcionar en las urnas.
Y, en el caso de Irán, se trata de un país con una frágil economía, golpeada por las sanciones. Es claro que una guerra en absoluta desventaja militar con EE. UU. podría minar lo alcanzado en influencia regional, además de dejar en ruinas su economía, dadas las sanciones petroleras. Por lo que tal vez le resulte más beneficioso buscar un otro pacto, a pesar de la retórica guerrerista de algunos dirigentes.