En el contexto de las relaciones entre EE. UU. y Colombia, esta semana terminó como comenzó: en medio de una enorme polémica a raíz de dos explosivas publicaciones del diario ‘The New York Times’ y una carta de casi 80 congresistas estadounidenses en la cual piden presionar al gobierno de Iván Duque para que cumpla con los acuerdos de paz que se firmaron con las Farc en el 2016.
El Times, en un artículo que apareció en su primera plana el domingo pasado, causó un tremendo alboroto en el país al revelar una directriz del Ejército que les pedía a las tropas duplicar los resultados operacionales, incluyendo no solo capturas sino bajas. Eso lo acompañó con testimonios de militares que en calidad de anónimos expresaron preocupación por un posible regreso de los llamados ‘falsos positivos’.
Unos cuantos días antes, de hecho, tres poderosos senadores de EE. UU. le habían escrito al presidente Duque pidiendo no promover al comandante del Ejército, Nicacio Martínez, precisamente el autor de esa directiva, porque a su juicio existiría evidencia creíble sobre un posible rol en ejecuciones extrajudiciales.
El Gobierno, en una carta que le envió al prestigioso medio, catalogó el artículo de “tendencioso” y reiteró que la orden no pretendía que se asesinara a más personas, sino que se redoblaran los esfuerzos contra la criminalidad.
Sin embargo, a las pocas horas anunció que retiraría la directiva para evitar “malas interpretaciones” y se nombró una comisión para llegar al fondo del asunto.
Cuando la polémica aún estaba fresca –el periodista que escribió el artículo tuvo que abandonar el país, pues dijo temer por su seguridad–, el diario neoyorquino soltó otra bomba a través de un editorial en el que, palabras más, palabras menos, afirma que el acuerdo de paz se estaba “desintegrando”, y el propio presidente Duque y sus “aliados de la derecha” eran los que estaban “saboteando” los acuerdos.
El editorial, por supuesto, no cayó bien en los círculos del gobierno colombiano. Una fuente diplomática le dijo a EL TIEMPO que no solo era falsa la tesis del saboteo, sino que el Gobierno hacía un gran esfuerzo por cumplir con los acuerdos, aunque Duque fue elegido por una mayoría de colombianos que no respaldan el pacto con las Farc y, a veces, en contravía de las inclinaciones de su propio partido.
Ese malestar siguió creciendo el viernes pasado tras revelarse una carta de 79 legisladores demócratas –muchos de ellos de alto rango– al secretario Pompeo en la que le dicen que la implementación de los acuerdos está siendo obstaculizada por decisiones que está tomando el gobierno del presidente Duque, como la de reducir la financiación de temas como la sustitución de cultivos y programas de restitución de tierras mientas intenta modificar elementos de la justicia transicional que se acordó con la guerrilla.
En su esencia, la carta tenía el mismo sentido del editorial de The New York Times, pero ahora respaldado por la tercera parte de los demócratas en la Cámara de Representantes.
EL TIEMPO, de hecho, escuchó a varias voces mencionar una especie de “coordinación” entre el Times y los legisladores para enviarle un mensaje contundente al Gobierno.
Pero, independientemente de esa consideración, lo cierto es que hay un sector importante en EE. UU. que está preocupado por el futuro de la paz en Colombia ahora que está en el poder Iván Duque.
Sienten, por ejemplo, que regresar al esquema de erradicación forzosa para contener los cultivos ilícitos no es una estrategia efectiva a largo plazo y que el acuerdo podría colapsar si el Gobierno insiste en modificar elementos tan integrales como el esquema de la justicia transicional. Así mismo, ven con alarma el aumento de la violencia en el campo y los ataques contra defensores de derechos humanos y activistas.
Nos preocupa que se pierda
lo mucho que se ha logrado.
Los acuerdos eran una hoja
de ruta para finalmente
establecer la paz en el país
“Estados Unidos lleva casi 20 años respaldando a Colombia, tanto en la guerra como en la paz, y hemos gastado casi 15.000 millones en ese propósito. Lo que nos preocupa es que se pierda lo mucho que se ha logrado. Los acuerdos eran como una hoja de ruta para finalmente establecer una paz duradera tras 50 años de conflicto.
Y lo que vemos es que ese mapa no se está siguiendo”, le dijo a este diario una fuente del Legislativo. En cierto sentido, lo que el Gobierno colombiano está experimentando es una especie de “tormenta perfecta” en sus relaciones con EE. UU.
Por un lado, están la administración Trump y los republicanos, que han comenzado a exigir resultados contundentes en la lucha contra las drogas, quieren ver un regreso de las fumigaciones, reclaman la extradición de líderes de la guerrilla y amenazan con descertificar al país si las cosas no cambian pronto.
Por el otro está un Partido Demócrata que ahora es mayoría en la Cámara Baja, hace énfasis en los derechos humanos y quiere ver implementado el acuerdo de paz que respaldaron con Barack Obama. Y que, naturalmente, se crispa ante la sola mención de ejecuciones extrajudiciales y el regreso de los ‘falsos positivos’. De hecho, la situación de Duque y su equipo es más compleja que la que tuvieron que enfrentar sus antecesores.
El expresidente Álvaro Uribe Vélez, por ejemplo, no la tuvo fácil cuando los demócratas recuperaron el control del Congreso en las elecciones del 2008 y le bloquearon la aprobación del tratado de libre comercio. Pero siempre contó con el respaldo de los republicanos y un puñado de demócratas de centro.
Juan Manuel Santos, por su parte, terminó conquistando a los liberales con sus promesas de paz, pero nunca convenció del todo a los conservadores que no comulgaban con la idea de negociar con “narcoterroristas”.
Pese a ello, en ambos casos siempre primó la idea de que Colombia era un aliado estratégico para EE. UU. y tanto republicanos como demócratas hallaron formas para mantener el respaldo bipartidista con los gobiernos de turno.
En otras palabras, si bien Duque tendrá que pedalear para mantenerse a flote, la tormenta, como todas, terminará por pasar. Eso, claro está, en la medida en que comiencen a darse los resultados en la lucha contra las drogas y se demuestre a estos legisladores que no se pretende acabar con los acuerdos de paz.
Departamento de Estado da firme respaldo a los esfuerzos de Colombia
Tras la publicación del artículo de The New York Times sobre ejecuciones extrajudiciales, la portavoz del Departamento de Estado de EE. UU., Morgan Ortagus, dijo este sábado que su país apoya “firmemente” y “da la bienvenida a la decisión del Gobierno de Colombia de establecer una comisión independiente que examine las alegaciones respecto a las Fuerzas Armadas”.
“Durante tres décadas, la cooperación entre EE. UU. y Colombia ha fortalecido el imperio de la ley, la transparencia, la rendición de cuentas y aumentado el respeto hacia los derechos humanos”, asegura. La portavoz también dijo que Colombia ha dado grandes pasos en el avance de los derechos humanos y el fortalecimiento de las instituciones.
Al mismo tiempo, desde Valledupar, y sin mencionar el artículo del NYT, el presidente Duque dijo que defender la legalidad en la construcción de la paz no puede cuestionarse.
Para el primer mandatario, por años, algunos sectores han querido dividir el país en medio de la paz, pero aclaró que lo que todos los colombianos quieren es una paz con verdad, justicia, reparación y con no repetición. “Defender los valores de la legalidad en la construcción de la paz no puede ser desdeñado ni señalado, ni cuestionado ni satanizado”, afirmó Duque.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington
En Twitter: @sergom68