La ‘ola verde’ y los liberales pueden cambiar la cara de la UE

Unos 214 millones de votos certificaron el domingo el terremoto político que se produjo en los últimos años en Europa, como consecuencia de la gestión de la crisis financiera y sus correlatos económicos y sociales, así como de la marea migratoria del último lustro.

Cuando los europeos fueron a las urnas en 2014, el 76 por ciento vivía en países gobernados por una de las dos grandes familias políticas del bloque: conservadores y socialdemócratas. Hoy, esa tasa se redujo al 38 por ciento.

Los dos grandes partidos políticos que pusieron los cimientos de la Unión Europea y durante décadas compartieron el control de las instituciones del bloque, y se fueron turnando en el gobierno de la mayoría de las capitales, perdían peso desde hace años, y los europeos lo rubricaron en las urnas.Por primera vez en la historia del Parlamento Europeo, esos dos grandes grupos no suman mayoría.

La intelectual francesa Sylvie Kauffmann escribía esta semana que el resultado electoral fue “como una bomba de fragmentación política” que “demolió todo a su paso” y “cuyas réplicas se seguirán sintiendo”.

Las urnas demolieron a los conservadores. Si hace unos pocos años Francia, Reino Unido, Alemania, Polonia, España e Italia tuvieron, todos a la vez, dirigentes de la derecha tradicional, hoy hay un liberal en Francia, una conservadora en Alemania, un nacionalista en Polonia, un socialdemócrata en España, un ultraderechista en Italia y la británica, conservadora, busca la puerta de salida.

Conservadores y socialdemócratas, la clásica división derecha-izquierda surgida en el siglo XIX para ordenar la batalla entre capital y trabajo, puede seguir viva porque gran parte del debate es económico, como la lucha contra la desigualdad o los tratados comerciales.

Pero hay otras líneas que tensionan a las sociedades europeas y generan divergencias distintas: la lucha contra el cambio climático, el choque entre quienes quieren una Europa más abierta o más cerrada o quienes apuestan por seguir cediendo competencias soberanas a Bruselas y quienes creen que hay que quitar poder a la maquinaria comunitaria para que la recuperen los gobiernos nacionales.

Camino Mortera-Martínez, analista del Centre for European Reform, explicó a EL TIEMPO que “los resultados de las elecciones van a ser determinantes, pero sobre todo quien sea el presidente o presidenta de la Comisión Europea. Eso va a determinar si la UE toma un camino, por ejemplo, más liberal, o si se queda en un camino más conservador. Si impulsa o no políticas sociales más importantes”.

La erosión de los grandes partidos la percibieron los sondeos. También esperaban el asalto definitivo de los nacional-populistas a las instituciones del bloque. Los Matteo Salvini, Marine Le Pen, Geert Wilders, Viktor Orban o Nigel Farage sembraban el pánico en los salones nobles. Todo apuntaba a una subida muy fuerte de esos grupos más o menos ultraderechistas, un ataque a la línea de flotación de la UE.

La sorpresa llegó desde que el jueves anterior empezaron las elecciones en Holanda y el Reino Unido. El viernes lo confirmaba Irlanda. Caían los dos grandes partidos, conservadores y socialdemócratas. Pero la reacción no era ultraderechista, sino de un aumento de la participación (del 43 por ciento al 51, la más alta desde 1994) de las franjas más jóvenes de la población, lanzadas a votar masivamente a los liberales y a los verdes.

La participación subió en 20 de los 28 países del bloque, en algunos a tasas de dos cifras, como en Alemania (+13,4 puntos), Rumania (+16,6), Polonia (+19,2). En España, que celebraba también elecciones regionales y locales, se disparó más de 20 puntos del 43,8 por ciento de 2014 al 64,3. Hasta en el Reino Unido, que por esta época ya debía estar fuera del bloque, subió la participación.

La juventud alemana, francesa, irlandesa y, en menor medida, holandesa, británica y belga se movilizó como no lo habían hecho en el pasado sus hermanos mayores para votar masivamente por los ecologistas. Y si al Este del bloque no aparecen, sí mantienen sus buenos resultados en los países escandinavos.

Los resultados de las elecciones van a ser determinantes, pero sobre todo quien sea el presidente de la Comisión Europea.

La ‘ola verde’, como escribía un editorialista del diario francés Le Monde, supera en realidad a los aproximadamente 70 eurodiputados que al final tendrá el grupo verde en el Parlamento Europeo. Su crecimiento del 40 por ciento es, para gran parte de la prensa europea, el hecho que marcará estas elecciones porque “es la novedad que se dibuja sobre las ruinas de un mundo en desaparición”.

Y, al contrario que la ultraderecha, que solo destruye, el ecologismo tiene un programa propositivo que los demás partidos empiezan a copiar porque el debate sobre el cambio climático crece sin parar. Mortera-Martínez considera que “será inevitable un incremento de la importancia de temas como la lucha contra el cambio climático tanto por el ascenso de los ecologistas como debido a que los partidos más mainstream se han dado cuenta de que son temas que atraen a los jóvenes y movilizan mucho voto joven”.

Liberales y ecologistas fueron los que más crecieron en las urnas. Juntos sumarán casi 200 eurodiputados. Los ecologistas dieron un salto inesperado al convertirse en la primera fuerza política entre los franceses y alemanes de menos de 30 años. Los liberales han crecido prácticamente en todo el continente, desde España hasta Letonia, pasando por la mayoría de los países de Europa del Este o el Reino Unido, mientras que mantienen sus tradicionales apoyos en el Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo) y los países nórdicos.

Los tres grupos euroescépticos actuales (que en la próxima legislatura podrían ser dos) subieron muy moderadamente. De controlar el 20,4 por ciento del Parlamento Europeo pasarán a controlar el 22,9. Harán ruido. Pero serán de nuevo insuficientes para condicionar el bloque.

Su asalto chocó contra los muros. Sufrieron retrocesos en Francia (no obstante ser la primera fuerza, el partido de Marine Le Pen cayó del 24,8 a menos del 23,3 por ciento); Holanda (luchaban por ganar y fueron cuartos); Alemania (esperaban superar el 15 por ciento, se quedaron en el 10) o Dinamarca, donde perdieron dos tercios de sus votos.

Crecieron claramente en Italia con la Liga de Matteo Salvini y recibieron un fuerte apoyo británico con la masa que envía el nacionalista Nigel Farage, aunque todos los eurodiputados británicos abandonarán el Parlamento cuando se produzca el brexit, si un día se produce.

Será inevitable un incremento de la importancia de temas como la lucha contra el cambio climático tanto por el ascenso de los ecologistas.

Los resultados hacen que el centro de gravedad del Parlamento Europeo se traslade un poco a la izquierda para hacerse más liberal y más progresista. Ese corrimiento de tierras hará que, por primera vez en dos décadas, los conservadores pierdan el control de las instituciones del bloque.

Los conservadores llevan 15 años controlando la presidencia de la Comisión Europea (dos mandatos del portugués Durao Barroso y uno del luxemburgués Jean-Claude Juncker). Esa época murió en las urnas.

Socialdemócratas (con el español Pedro Sánchez al mando) y liberales (dirigidos por el francés Emmanuel Macron) negocian otro reparto, dado que sus dos familias políticas juntas rozan los 300 eurodiputados, mientras que los conservadores no llegan a 200. También suman más gobiernos que los conservadores.

Fragmentación

La fragmentación del nuevo Parlamento Europeo hará más difíciles los consensos, pero es una imagen más real de la situación política europea, porque los liberales ya están en ocho gobiernos y los ecologistas son ya la segunda fuerza política en países centrales del bloque como Alemania y poco tardarán en tocar poder impulsados por un voto joven que parece acudir a las urnas más que las generaciones anteriores.

Luuk van Middelaar, historiador y politólogo holandés autor de la obra Cuando Europa improvisa y asesor del antiguo presidente del Consejo Europeo Herman Van Rompuy, explicaba el jueves que “la fragmentación no tiene por qué ser mala”. Este analista considera que “este Parlamento será tal vez más difícil de gestionar, pero representa mejor a los ciudadanos”.

Europa cambia. Se va (o no) el Reino Unido. Francia vive una revolución política de tal calibre que el gran partido conservador que dio presidentes como De Gaulle, Chirac o Sarkozy alcanzó el 8 por ciento del voto. Los socialistas de Mitterrand, Jospin u Hollande, el 6,5.

Se va Merkel, mientras los ecologistas alemanes ya son la segunda fuerza política tras aplastar a los socialdemócratas y se acercan (están a 6 puntos) a los conservadores. Roma cayó en manos de la ultraderecha, se podría decir que del neofascismo.

Polonia y Hungría siguen en las férreas manos de los nacionalistas del PIS y el Fidesz, pero el bloque del Este no mantiene su unidad como antaño. Los checos y los eslovacos no votaron, como se esperaba, a partidos ultraderechistas, que sufrieron en esos dos países un fuerte revés.

IDAFE MARTÍN PÉREZ
Para EL TIEMPO
Bruselas

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