El italiano Matteo Salvini, vicepresidente y Ministro del Interior, impuso, ante el silencio de la dirigencia europea, el cierre de los puertos italianos a los buques de ONG que salvaban vidas en el Mediterráneo.
Conseguían así los gobiernos europeos lo que estaban buscando desde hacía tiempo: que las ONG salieran del Mediterráneo para que dejaran de rescatar en el mar a migrantes y refugiados que huían del infierno de la guerra en Libia.
Salvini les había hecho el trabajo sucio. Fue una medida de cinismo puro que parecía apostar a una política de invisibilidad: el migrante que no llega a pisar Europa es un migrante que no existe, siga en África o se haya hundido en el mar. Salvini llamaba a los buques de las ong’s “taxis del mar” y acusaba a esas organizaciones de hacer negocios con traficantes de personas.
Gemma Pinyol-Jiménez, responsable de políticas de Migración en ‘Instrategies’ e investigadora de la Universidad Pompeu-Fabra de Barcelona, explicó a EL TIEMPO que “en muchos países europeos ganó el discurso auspiciado por el populismo xenófobo que culpabiliza a las ONG de ser cómplices de las mafias que trafican con personas, aunque la evidencia empírica dice que esto no es cierto”.
Los datos conocidos hasta ahora muestran que los gobiernos, una vez más en materia migratoria, se equivocaban. Hasta finales del año pasado acusaron a los buques de ONG de provocar una especie de “efecto llamada”. Decían que los migrantes se echaban a la mar en gomones o barcazas de fortuna porque sabían que, unas pocas millas marinas más allá, habría un buque de una ONG para rescatarlos.
Ese argumento se demostró falso. De enero a abril las salidas se mantienen estables con respecto al año anterior. La diferencia ahora, sin buques que rescaten, es que la travesía es aún más mortal. Los datos que maneja Naciones Unidas dicen que, ya sin buques de ONG, cada día una media de 85 personas intentan cruzar el Mediterráneo. Cuando había 10 buques de ONG eran una media de 76 al día.
María Serrano, analista de políticas migratorias de Amnistía Internacional, explicó a EL TIEMPO que “los estados europeos no sólo se han retirado casi completamente de las labores de vigilancia y rescate en el Mediterráneo central, disminuyendo los recursos para salvamento, sino que han hecho cuanto han podido – incluyendo la imposición de trabas burocráticas, la apertura de investigaciones y acusaciones absurdas y del abuso de los procedimientos judiciales- para deslegitimar a las ONG e impedir que lleven a cabo rescates”.
Carlotta Sami, portavoz en Italia del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, denunciaba el fin de semana que “si no intervenimos pronto, el Mediterráneo será un mar de sangre”. La huida de migrantes y refugiados desde Libia también va en aumento porque el país sufrió unas graves inundaciones y porque los refugiados ven violados gravemente sus derechos más esenciales.
En muchos países europeos ganó el discurso auspiciado por el populismo xenófobo que culpabiliza a las ONG de ser cómplices de las mafias que trafican con personas.
Naciones Unidas calcula que en los últimos días salieron unas 700 personas desde Libia. 35 fueron interceptadas por guardacostas libios y devueltas. Unas 300 llegaron a Italia y poco más de 70 a Malta. El resto, casi 300, están desaparecidas. Los cálculos de Naciones Unidas también dicen que el 15% de los que intentaron cruzar el Mediterráneo entre enero y abril murió en el intento, una tasa que sigue creciendo, según datos del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados. De enero a mayo 1.940 personas alcanzaron Italia desde el norte de África y casi 350 murieron intentándolo.
En el Mare Nostrum queda un buque de la ONG alemana SeaWatch que cada vez tiene más problemas para seguir rescatando gente. Hace un año había 10. Ahora sólo hay avionetas de voluntarios que se dedican a patrullar sobre la zona entre Libia y Malta e Italia en la que se producen más naufragios para al menos tomar imágenes y dar la voz de alarma.
Pinyol-Jiménez recuerda que “criminalizando a las ONG”, los gobiernos “esconden la falta de respuesta en sus acciones de salvamento marítimo” y dice que “si tuviéramos que escoger, yo también preferiría que fuera salvamento marítimo (los servicios oficiales de salvamento en mar) quien se hiciera cargo de estos rescates antes que las ONG”, pero, “si los gobiernos no asumen sus responsabilidades, criminalizar a quién lo hace es un paso más en esta locura de querer gestionar las migraciones sólo y exclusivamente a través del control de fronteras”.
Según Serrano, las ONG son “testigos incómodos de la complicidad europea en las violaciones de derechos humanos que sufren las personas migrantes y refugiadas interceptadas o rescatadas y luego devuelvas a Libia, incluyendo la detención arbitraria en centros donde corren el riesgo de sufrir tortura, violación sexual y extorsión”.
Idafe Martín Pérez
Para EL TIEMPO
Bruselas