Sarah Sanders, una esquiva portavoz de la Casa Blanca que admitió haber mentido a los periodistas y que convirtió las ruedas de prensa en un suceso extraordinario, decidió este jueves abandonar un cargo al que su jefe, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cada vez encuentra menos sentido en la era de Twitter.
«Es una guerrera», dijo Trump en un acto junto a Sanders, quien dejará su puesto a finales de este mes para pasar más tiempo con su familia.
El adjetivo describe bien a Sanders, que en sus casi dos años como portavoz de la Casa Blanca ha pasado de la primera línea del combate contra unos medios que Trump describe como «enemigos del pueblo» a una postura de retaguardia en su oficina del Ala Oeste.
Sanders dio su última conferencia de prensa hace más de tres meses, en marzo, y en su discurso de renuncia no se refirió en ningún momento a los periodistas que cubren la Casa Blanca, que en muchos casos ya la veían más como asesora que como portavoz.
«Este ha sido el honor de toda una vida, la oportunidad de toda una vida. He disfrutado de cada minuto, incluso de los duros», aseguró una emocionada Sanders, de 36 años. Trump anunció su renuncia por Twitter, una herramienta cuyo uso diario ha relegado a un segundo plano a su oficina de prensa, más centrada en la logística y en asegurarse de que el mensaje del presidente llega a sus canales predilectos, como Fox News.
Cuando se convirtió en portavoz en julio de 2017, Sanders marcó rápidamente un contraste con su antecesor, Sean Spicer, cuya reputación quedó herida por su estilo dubitativo y su furiosa conferencia de prensa inaugural, en la que fustigó a los medios por su cobertura de la investidura de Trump.
Sanders se distinguió enseguida por su carácter imperturbable y sus rápidas respuestas en unas breves conferencias de prensa que cuando estaba en el podio parecía estar deseosa por terminar, y que a finales de 2018 comenzó a espaciar cada vez más.
Los encuentros de la prensa con Sanders se han reducido desde entonces a citas improvisadas en el jardín de la residencia, donde los periodistas hacen guardia para lanzar preguntas cuando ella y otros altos funcionarios de la Casa Blanca regresan de sus entrevistas televisivas.
La portavoz no se arrepiente de haber acabado con la conferencia de prensa diaria, y hoy defendió de nuevo que la de Trump es «la Casa Blanca más accesible» de la historia. «Para mí es más importante haber facilitado el contacto del pueblo con el presidente. A mí nadie me eligió», dijo Sanders en declaraciones a algunos medios en su oficina.
Su beligerante relación con la prensa ha pasado de lo anecdótico -como sus múltiples rifirrafes con periodistas como Jim Acosta y April Ryan- a lo significativo: durante una entrevista con el fiscal especial que investigaba la trama rusa, Robert Mueller, Sanders admitió haber mentido a los medios al menos una vez, en 2017.
Fue justo después del despido del exdirector del FBI James Comey cuando la portavoz aseguró que la Casa Blanca había «escuchado a incontables miembros» de la agencia criticar a ese funcionario, algo que después reconoció que era falso, según el informe de Mueller.
La impresión de muchos periodistas que cubren la Casa Blanca es que Sanders no solo ha mentido esa única vez, y su férrea asociación con un presidente que desafía numerosos datos y hechos demostrados convirtió a la portavoz en un blanco fácil para las críticas.
Hace un año, el dueño de un restaurante en Lexington (Virginia, EE. UU.) se negó a servir la cena a Sanders, en pleno auge de la controversia por la política de Trump que llevó a la separación de familias inmigrantes en la frontera con México. En una conferencia de prensa el año pasado, Sanders se definió como una persona «honesta» y «decente», y aseguró que hace «todo lo posible» para transmitir una «información correcta».
Este ha sido el honor de toda una vida, la oportunidad de toda una vida. He disfrutado de cada minuto, incluso de los duros.
En sus encuentros privados con los periodistas, Sanders solía ser amable e incluso cálida, y para rebajar las tensiones, a menudo hablaba de sus hijos de 7, 5 y 4 años, cuyos dibujos decoran las paredes de su despacho. «Es por mi familia», afirmó este jueves para justificar su decisión de volver a su estado natal de Arkansas para pasar más tiempo con sus hijos y con su esposo, el estratega político Bryan Sanders.
Fue allí donde inició su carrera política, al participar en las siete campañas electorales de su padre, el exgobernador de Arkansas Mike Huckabee. Cuando Trump pidió a Huckabee -que se había presentado a las primarias republicanas en 2016- que le diera su respaldo como candidato presidencial, el veterano político puso una condición: que contratara a su hija.
Tres años y medio después, Sanders es una de las asesoras más cercanas y leales a Trump, una de las pocas que llevan con él desde la campaña, y quizá por eso el mandatario confió en que pronto regrese a la política de primer nivel. «Espero que decida postularse para gobernadora de Arkansas», opinó Trump, a lo que Sanders respondió con un escueto: «Hace tiempo aprendí que nunca hay que descartar nada».
Efe