Hay una tercera vía para evitar una guerra con Irán

Durante los últimos dos años y medio, el gobierno del presidente estadounidense Donald Trump eligió a Irán como blanco de su presión sostenida (por encima de Rusia, China o Corea del Norte). Se retiró del acuerdo nuclear de 2015 (el Plan de Acción Integral Conjunto, o Paic), designó un brazo del ejército iraní (la Guardia Revolucionaria Islámica) como organización terrorista, impuso sanciones económicas a casi mil personas y entidades, y tomó medidas para que a Irán le resulte extremadamente difícil vender petróleo.

La política estadounidense está funcionando, en el sentido de que la mayoría de los países (incluidos aquellos que no están de acuerdo con las políticas de Trump) decidieron que es mejor mantener lazos comerciales y de inversión con EE. UU. que con Irán. Las exportaciones petroleras de Irán se redujeron marcadamente, y su aislamiento económico es real y creciente. La economía se contrajo un 4 % en 2018, y se prevé que este año se reduzca otro 6 %. El valor de la moneda iraní cae en picada. Se informa de grandes alzas de precios, escasez de alimentos y medicinas, y de bajas en las transferencias financieras a Hezbolá y diversas milicias que son centrales en los intentos de Irán de ejercer influencia en toda la región.

Pero, aunque la presión es clara, su propósito no lo es. Muchos en el gobierno de Trump parecen partidarios de un cambio de régimen. Pero es improbable que eso suceda. Cuarenta años después de la revolución que derrocó al sah, el exclusivo sistema político religioso de Irán y su gobierno parecen suficientemente fuertes para soportar la presión estadounidense.

Un resultado más probable es que la guerra económica de Estados Unidos dé paso a una guerra real. Es casi seguro que el régimen iraní tiene algo que ver con los recientes ataques a buques petroleros en el golfo de Omán y con bombardeos de los hutíes de Yemen con drones sobre un aeropuerto saudita. Y el derribo esta semana de un dron espía de Estados Unidos no ha hecho más que incrementar la tensión.

Además, el gobierno iraní anunció su intención de abandonar gradualmente las restricciones impuestas por el Paic. Según el Organismo Internacional de Energía Atómica, Irán está aumentando la producción de combustible nuclear y parece decidido a alcanzar un nivel de enriquecimiento de uranio más cercano al necesario para la creación de armas nucleares.

Todo esto supone riesgo de un costoso conflicto entre Irán y uno o más de sus vecinos o el propio Estados Unidos. Es casi seguro que ese conflicto escalaría y se extendería, y Estados Unidos, Israel e Irán saldrían perjudicados.

Como ocurrió con el control de armamentos entre EE. UU. y la Unión Soviética durante la Guerra Fría, a veces es suficientemente ambicioso tratar de limitar la amenaza, en vez de eliminarla

Hora de renegociar

Pero en algún lugar entre una costosa guerra y un improbable cambio de régimen queda todavía una tercera posibilidad: la diplomacia. Trump ya cambió de rumbo con Corea del Norte, puede hacer lo mismo con Irán.

Las críticas de la administración Trump al Paic son acertadas en su mayoría. Si bien el acuerdo redujo las capacidades nucleares de Irán y prolongó el tiempo que necesitaría para desarrollar armas nucleares, las restricciones que aceptó Irán eran relativamente efímeras, con vencimiento en el transcurso de la siguiente década, momento en el cual podía Irán permanecer en el pacto y al mismo tiempo disponer de todo lo necesario para construir un inventario nuclear. Esto no justifica la retirada de EE. UU. del Paic, sobre todo en vista de que Irán lo estaba cumpliendo, pero es un argumento sólido para una renegociación. Y pese al fracaso del reciente intento del primer ministro japonés, Shinzo Abe, de mediar entre Estados Unidos e Irán, hay motivos para creer que las posibilidades para la diplomacia han mejorado, en parte porque las sanciones están haciendo efecto.

La administración Trump expresó voluntad de negociar con el gobierno iraní sin precondiciones. Hasta ahora, Irán se ha opuesto a hacerlo, pero eso podría cambiar si Estados Unidos indicara que la negociación incluirá cierto grado de alivio de las sanciones.

Es hora de hacer esa movida diplomática. Llamémosla Paic 2.0. Según el nuevo pacto, las restricciones a las actividades nucleares de Irán (sobre todo el uso de centrífugas y la producción de combustible nuclear) se extenderán por tiempo prolongado; además, el acuerdo revisado pondrá restricciones al programa iraní de misiles balísticos. A cambio, Irán recibirá un alivio de muchas de las sanciones impuestas. Estados Unidos también podría darle carácter formal a la declaración de Trump según la cual su objetivo es un cambio de políticas, no de régimen. Hay buenos chances de que los participantes europeos de las negociaciones originales (el Reino Unido, Francia, Alemania y la Unión Europea) se sumen a esta estrategia. Y enviar al Congreso de Estados Unidos un acuerdo revisado para su aprobación formal transmitiría la señal de que Estados Unidos no se retirará por segunda vez.

Pero algunas sanciones deben continuar, en vista de las actividades de Irán en la región. Ahora, pensar en una negociación en la que se ofreciera la eliminación total de las sanciones a cambio de que Irán ponga fin a sus acciones en Siria y Yemen, deje de apoyar el terrorismo e inicie una liberalización política fronteras adentro es imaginable no es realista. Una diplomacia a todo o nada será totalmente infructuosa. Tal como ocurrió con el control de armamentos entre la URSS y EE. UU. durante la Guerra Fría, a veces es suficientemente ambicioso tratar de limitar la amenaza, en vez de eliminarla.

No quiere decir esto que Irán tendrá vía libre en la región. Es de suponer que Israel seguirá usando acciones militares selectivas para asegurar que Irán no pueda establecer una presencia militar e infraestructura en Siria cerca de la frontera con Israel, como ha hecho en el Líbano. Y Estados Unidos debe mantener una presencia militar aumentada en el golfo Pérsico o cerca, tropas en Siria y una presencia diplomática y militar fuerte en Irak.

Promover un Paic 2.0 no llevará a la normalización de las relaciones diplomáticas con Irán, pero reducirá enormemente el riesgo de una guerra o la conversión de Irán en una potencia nuclear, algo que probablemente incitaría a Arabia Saudita y a varios otros países a seguir su ejemplo. Medio Oriente ya es suficientemente peligroso sin necesidad de añadir otra dimensión mucho más mortífera a la mezcla.

RICHARD N. HAASS*
© Project Syndicate
Nueva York
* Presidente del Council on Foreign Relations. Su libro más reciente se titula ‘A World in Disarray’ (‘Un mundo en desconcierto’).

Claves de esta crisis

Los ataques a buques petroleros –sin víctimas, por ahora– en el Golfo de Omán, por donde pasa el 30 % del crudo mundial, serían una respuesta a las sanciones de EE. UU. contra Irán: un ‘tu me aprietas, yo te aprieto’. El alza del precio del petróleo en plena campaña de reelección de Trump es un golpe duro al candidato-presidente y una invitación a negociar.

Irán, además, estaría tratando de dividir a Europa y EE. UU., que difieren de manera radical en torno a la estrategia a seguir con Teherán; y también, explota las discrepancias que existen en la propia Casa Blanca.

Pero este es un juego peligroso. El derribo esta semana por parte de los iraníes de un dron de EE. UU. que según Teherán estaba en su espacio aéreo, estuvo a punto de desatar un ataque de represalia limitado por parte de EE. UU., según reportó ‘The New York Times’.

Trump está en una situación incómoda: al Presidente que prometió sacar a las tropas de su país de Asia y Oriente Medio no le interesa desatar una costosa, larga y sangrienta guerra con Irán (una potencia militar considerable) y menos en plena campaña de reelección. Pero un nuevo roce como el del dron, o algo peor, lo obligaría a demostrar que él no se queda solo en ‘mostrar los dientes’ y ahí todo podría salirse de control.

A esto se suma la presión interna de los demócratas, que usan el tema políticamente en el sentido de que “no hay justificación alguna para escalar aún más esta crisis” y acusan a los ‘halcones’ de la Casa Blanca de llevar al país a una nueva guerra.

Varios analistas, como el británico Peter Berger, experto en temas de seguridad, coinciden en que la situación actual es producto de una estrategia con un fin irreal: arrodillar a Irán a punta de sanciones sin ofrecer nada a cambio. El problema es que la crisis llegó al punto en que un roce menor podría desatar una guerra.

Con información de Sergio Gómez Maseri, corresponsal de EL TIEMPO en Washington.

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