La globalización ha sido una bendición para algunas economías, ya que ha derribado barreras y acortado distancias entre los países y entre las personas. Pero también ha puesto en evidencia desigualdades gigantescas, abriéndole camino tanto a la polarización de distintas sociedades como a la exclusión social, en todo el mundo.
Algunas de estas sociedades están cediendo cada vez más a la tentación de ensimismarse, construyendo muros de miedo y desconfianza a su alrededor, dejando de lado a todos aquel que piensa, luce o actúa distinto. El año pasado, expertos de las Naciones Unidas y en derechos humanos advirtieron sobre un aumento alarmante del racismo y la xenofobia alrededor del mundo. El aumento de las desigualdades económicas y territoriales, y una crisis de confianza en las instituciones públicas a nivel mundial, agravan aún más la situación, dando origen a nuevas desigualdades, aislacionismo e incluso violencia.
Al mismo tiempo, son cada vez más las personas que abandonan las zonas rurales para asentarse en centros urbanos, donde los mercados son más fuertes y las oportunidades de empleo supuestamente mejores. Hoy en día, el 55% de la población mundial vive en ciudades, según las Naciones Unidas, y la cifra podría alcanzar un 68% para el año 2050. Si pretendemos garantizar la subsistencia y el respeto de los derechos fundamentales de las 7.700 millones de personas que viven en el planeta, debemos encontrar la manera de resolver grandes desafíos, como la vivienda asequible, el empleo decente, el acceso a la educación y la salud, y la representación ciudadana en el debate público.
En lugar de muros, podríamos construir puentes. Algunos ya lo están haciendo. Hombres y mujeres en distintos países, a lo largo y a lo ancho del planeta, con culturas y contextos socioeconómicos diferentes, están elaborando respuestas locales eficaces para estos desafíos globales. A través de sus acciones, están mostrando que es posible encontrar soluciones inclusivas que ayuden a reducir las brechas sociales, económicas y cívicas que marginan a una gran parte de la población mundial.
En Argentina, las personas transgénero que han abandonado la escuela debido a la discriminación tienen ahora la oportunidad de completar su educación gracias a la primera escuela secundaria pública para adultos trans en el mundo. En Uganda, un grupo de bailarines aficionados viaja por todo el país, utilizando los ritmos tradicionales de las regiones que atraviesan para ayudar a los jóvenes a escapar del abuso de drogas y de la pobreza. Una ‘startup’ en Bélgica ha diseñado y puesto en marcha un programa de apoyo para que las personas mayores puedan guiar a los inmigrantes en su búsqueda de empleo con el fin de integrarlos en su nuevo país.
Estas iniciativas tienen la capacidad de crear un futuro más sostenible, justo y resiliente para todos.
Es por eso que esta semana, EL TIEMPO se asocia con ‘Sparknews’ y otros 15 medios de información del mundo entero para presentar estas y otras iniciativas a los lectores, en el programa editorial 7,7 mil millones, con el apoyo de la Fundación Schwab. Como las personas que aparecen en estos reportajes, las redacciones que participan en esta alianza tienen historias, culturas e idiomas diferentes, pero eligen combinar sus fuerzas para explorar las dificultades que dividen a nuestras sociedades y la manera de resolverlas de forma constructiva.
Si dos cabezas piensan mejor que una, imaginen lo que 7.700 millones podrían lograr.
CHRISTIAN DE BOISREDON
Fundador de Sparknews