Una vez más, la República Democrática del Congo (RDC) se encuentra en alerta por una epidemia del virus del Ébola, que llevó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a declarar esta semana una “emergencia de salud pública de interés internacional”, tras la aparición de un primer caso en Goma, ciudad fronteriza del este de ese país.
El ébola se ha cobrado la vida de al menos 1.698 personas –entre ellas 41 funcionarios de salud– en zonas remotas de Kivu del Norte desde que se declaró la epidemia el 1.° de agosto de 2018, según el Ministerio de Salud congolés.
La actual crisis es la décima que se registra allí desde 1976, según la OMS, y expertos coinciden en que lo que ha perpetuado la aparición de los brotes tiene que ver con la desconfianza de la ciudadanía hacia las instituciones del país, la corrupción política heredada desde el dominio belga y la situación de violencia en zonas donde más se requiere la ayuda de la comunidad internacional, factores que dificultan el acceso a la salud.
La RDC es el segundo país africano más grande del continente después de Argelia. Su historia reciente se remonta al dominio colonial del Reino de Bélgica, que tuvo lugar entre 1908 y 1960, año en el que obtuvo la independencia.
Ese periodo se caracterizó por una fuerte represión a la población, debido al afán de los belgas por exportar cauchos congoleños.
Adam Hochschild, investigador de la Universidad de California en Berkeley y autor del libro El fantasma del rey Leopoldo, le dijo a EL TIEMPO que “bajo ese periodo, en especial con el del rey Leopoldo II, el Congo fue un sistema organizado de saqueo”.
La economía de ese entonces estuvo orientada en “llevar los beneficios a Europa de los recursos naturales del país: marfil y caucho en los primeros días, luego cobre, madera, uranio, diamantes, oro y mucho más”, subraya Hochschild.
Al régimen de Leopoldo II se le acusa de cometer genocidio en toda el área del Congo. Si bien hasta la fecha no se sabe con exactitud el número de muertos, algunas estimaciones indican que se sitúa entre uno y cinco millones de personas asesinadas por el exceso de trabajo y la opresión.
El 30 de junio de 1960, la RDC obtuvo su independencia. Sin embargo, la liberación de las manos belgas no generó ningún cambio trascendental de la situación económica y política. De acuerdo con María Álvarez Acosta, docente del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García de Cuba, la causa de ello estuvo en “la influencia que siguió ejerciendo Bélgica en el proceso de construcción de Estado”.
Según Álvarez, Patrice Lumumba, el primer ministro que tuvo el país tras su independencia, no fue del agrado de los belgas, pues él “mantuvo una fuerte posición anticolonialista” y por ende no estuvo dispuesto a ceder a los intereses económicos del reino europeo.
En consecuencia, un movimiento secesionista en la provincia sureña de Katanga, considerada una de las más ricas en minerales del país africano, tomó impulso gracias al respaldo de los belgas, anota Álvarez. “En aquellos momentos, de esa provincia se obtenía el 66 por ciento del ingreso anual del Congo”, asegura la experta.
De colonia a cleptocracia
Los primeros meses posteriores a la proclamación de independencia se dieron bajo una guerra civil entre el bando de Lumumba y el de los separatistas en Katanga. La guerra culminó de forma temporal con el asesinato de Lumumba el 17 de enero de 1961.
Sin embargo, el homicidio del líder político dio paso a un periodo caracterizado por “más pugnas entre distintos líderes que buscaban el poder”, agrega Álvarez.
En 1965, por medio de un golpe de Estado, el militar Mobutu Sese Seko se hizo con el control del territorio, y estuvo en el poder hasta 1997. Su régimen, afirma Hochschild, “continuó tratando al gobierno como un sistema de saqueo, para enriquecerse a sí mismo y a sus servidores”.
La corrupción política de este régimen fue heredada por los siguientes dirigentes (Laurent Désiré-Kabila, 1997-2001, y Joseph Kabila, 2001-2019), y como resultado de esto “los sistemas de salud y educación del país son extremadamente débiles, por lo que lidiar con una crisis como el ébola es una labor titánica”, dice Hochschild.
Sumado a la corrupción política, de acuerdo con Jared Diamond, geógrafo de la Universidad de California en Los Ángeles, la RDC padece también lo que en economía se conoce como la “maldición de los recursos naturales”, una paradoja según la cual los países que son ricos en materia prima tienden a padecer pobreza.
En este sentido, “los recursos naturales suelen ser una maldición en vez de una suerte, porque al no estar distribuidos de manera uniforme dentro de los países, sino que se concentran en ciertas zonas, incentivan el estallido de guerras civiles y la aparición de movimientos secesionistas”, asevera Diamond.
Conflictos interminables
De hecho, en sus casi 60 años de historia, la RDC ha vivido prácticamente en constantes conflictos, lo que ha generado un masivo desplazamiento de personas y un alto número de refugiados.
La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) estima que tan solo desde 2017 ha habido más de 4,5 millones de desplazados en el país y más de 856.000 personas han huido a naciones vecinas.
El territorio de la RDC no solo tiene importancia para grupos internos que luchan por tener el monopolio de los minerales, sino que además, “al ser el país más extenso de África subsahariana, y uno de los más poblados, tiene una gran influencia y atracción para sus vecinos”, plantea Hochschild.
El experto resalta que países vecinos y grandes corporaciones multinacionales se han beneficiado del caos político para enriquecerse.
De hecho, expertos coinciden en que ese factor, el de la guerra, es uno de los que dificultan la atención médica de las personas infectadas con ébola. Daniel Bausch, investigador de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, asegura que “el nuevo brote que alarmó a las organizaciones internacionales no es más peligroso que los de los años anteriores”. Sin embargo, recordó que lo que hace más preocupante esta nueva emergencia es que las áreas afectadas “son zonas rurales y remotas donde difícilmente puede ingresar la ayuda internacional, debido a la presencia de grupos rebeldes”, señala el experto.
Asimismo, el país africano es vulnerable a los brotes del ébola por la presencia de murciélagos frugívoros que transmiten la enfermedad a la población. De acuerdo con Peter Hotez, científico de la Escuela de Medicina de Baylor (EE. UU.), las personas que viven en aldeas y pueblos se ven obligadas a “huir a zonas boscosas por culpa de la violencia y, por esa razón, entran en contacto con los murciélagos contagiados” con el virus.
La esperanza no muere
Según Hotez, el ébola no es en realidad muy contagioso, a no ser que una persona “esté al cuidado de un paciente infectado y al borde de la muerte”.
Ahora que hay una nueva vacuna disponible contra ese virus, manifiesta el científico, “será mucho más fácil contener esta epidemia alrededor de la región de Goma (en la RDC)”, aunque persiste el temor de que “llegue a expandirse a países como Ruanda y Uganda”.
Todo parece indicar que para este Estado “todo dependerá de si la OMS puede recibir los fondos necesarios para luchar contra la epidemia”, puntualiza Hotez.
El director general de esa organización, Tedros Adhanom, solicitó unos 98 millones de dólares a donantes internacionales, pero hasta ahora solo ha recibido la mitad de esa cantidad.
Tras la anterior epidemia de ébola, que también afectó a gran parte de África occidental entre 2014 y 2016, la RDC deberá estar a la espera de qué puede hacer la comunidad internacional para evitar una nueva emergencia global.
El país africano no la tendrá tan fácil. Analistas como Hochschild subrayan que para que la RDC salga de la crisis sanitaria, lo más importante es superar la política. Y ponen como ejemplo a países de la misma región, como Botsuana y, en cierta medida, Ghana, que han hecho un trabajo arduo para garantizar que su población comparta la riqueza natural.
Alexander David Berrío Machacón
Escuela de periodismo multimedia EL TIEMPO
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