Un viejo signo de la Guerra Fría surcó otra vez los cielos de Estados Unidos.
Por primera vez en más de 30 años, el pasado domingo el Pentágono probó desde una base militar un misil de crucero de rango medio, un tipo de arma que estuvo prohibida lanzar desde tierra por un acuerdo firmado con Moscú en la década de 1980.
La prueba tuvo lugar no solo a menos de un mes de que EE.UU. se saliera de dicho tratado, sino también días después de que se conociera de una explosión en el norte de Rusia luego de que el Kremlin, supuestamente, probara de forma fallida un nuevo misil nuclear.
De acuerdo con el comunicado del Pentágono, el lanzamiento del domingo fue el de un misil «configurado convencionalmente» (lo que significa que no estaba equipado con tecnología nuclear) y que tuvo un alcance de unos 500 kilómetros.
«Los datos recopilados y las lecciones aprendidas de esta prueba informarán al Departamento de Defensa para el desarrollo de futuras capacidades de rango intermedio», indicó el comunicado.
La primera prueba que se hace pública en Estados Unidos de este tipo de armas en décadas provocó cuestionamientos y críticas en los principales rivales geopolíticos de Washington: Moscú y Pekín, que consideraron el lanzamiento como una «provocación».
Menos de una semana después de la salida de Washington del tratado, una explosión en Ártico de Rusia dejó al menos cinco muertos en lo que expertos y medios consideraron como una prueba del misil conocido como Burevestnik 9M730, un arma que el presidente ruso, Vladimir Putin, presentó en 2018 y que tendría un alcance «ilimitado» y sería indetectable para los sistemas antimisiles.
¿Qué se sabe del misil lanzado por EE.UU.?
En su comunicado, el Pentágono no determinó el tipo de arma utilizada, pero expertos en balística y medios estadounidenses lo identificaron a partir de las imágenes difundidas como una versión convencional del conocido misil de crucero Tomahawk.
El lanzamiento tuvo lugar desde la isla de San Nicolás en California, donde el Ejército tiene una base militar controlada por la armada.
Según el Departamento de Defensa, el proyectil impactó de forma satisfactoria en su blanco a 500 km de distancia.
Aunque EE.UU. ha lanzado versiones de este misil en múltiples ocasiones desde plataformas marítimas, los misiles desde tierra habían sido retirados de servicio hace décadas, como parte de los acuerdos del tratado firmado con Rusia en 1987.
Los Tomahawk son armas de alta precisión: están controlados por un sistema de GPS y su margen de error es de apenas 10 metros.
Miden unos seis metros de longitud y pesan más de 1.500 kilos.
Suelen llevar ojivas (cargas explosivas) de hasta 454 kilogramos, están diseñados para volar a bajas altitudes hasta los 885 km/h y son capaces de alcanzar objetivos de hasta 1.600 kilómetros de distancia.
Según Raytheon, el gigante estadounidense armamentístico detrás de su fabricación actual, «es el misil de crucero más avanzado del mundo», y fue usado «más de 2.000 veces en combate y sometido a pruebas de vuelo más de 500 veces».
¿Cuáles fueron las reacciones?
China y Rusia acusaron a Estados Unidos de avivar una nueva «carrera armamentista» y promover «una escalada» en las tensiones militares.
«EE.UU. obviamente ha tomado el camino de intensificar las tensiones militares. No reaccionaremos a las provocaciones», afirmó el viceministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Ryabkov, citado por la agencia estatal de noticias Tass.
Pekín, por su parte, consideró que la prueba podría tener un «impacto negativo grave» en la seguridad internacional y regional.
«Aconsejamos a los estadounidenses que abandonen sus conceptos anticuados de mentalidad de Guerra Fría y juegos de suma cero y ejerzan moderación en el desarrollo de armas», comentó el portavoz de la Cancillería china, Geng Shuang.
Tras salirse del tratado con Rusia a inicios de agosto, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aseguró que su país apostaría por un nuevo pacto con Rusia, pero que también incluyera a China, una de las naciones con mayor crecimiento militar del mundo.
¿Por qué también China?
En los últimos años, Pekín ha ido tomando la delantera en algunos campos gracias a la modernización de su fuerza armada.
Esto ha provocado que Estados Unidos dejara de compararse con Rusia para hacerlo con China en ciertos aspectos, advertía el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos en un informe del año pasado.
Convertir al país en una potencia militar de primera línea ha sido uno de los grandes objetivos del actual presidente chino, Xi Jinping, que impulsó la reforma de las fuerzas armadas tras su toma de posesión en 2013.
Parte de la inversión del país asiático recae en la alta tecnología, un campo donde se encuentran sus «ventajas» más destacadas.
En los últimos años, Pekín ha ido desarrollando nuevas armas de alta tecnología y renovado su ejército hasta el punto de poder desafiar el poderío de Estados Unidos o Rusia en algunos aspectos.
«El resultado de la estrategia multidimensional de adquisición de tecnología es un ELP (Ejército de Liberación Popular chino) a punto de desplegar algunos de los sistemas de armamento más modernos del mundo», señala un informe realizado por la Agencia de Inteligencia de Defensa estadounidense.
El año pasado, el almirante Harry Harris, que dirigía el Comando del Pacífico de EE.UU., expresó su preocupación porque China, en varias áreas militares, estaba aventajando a su país.
«El desarrollo de las armas hipersónicas de China aventaja al nuestro… nos estamos quedando atrás», reconoció.
¿Por qué se retiró EE.UU. del acuerdo con Rusia?
Washington acusó a Moscú de violar el acuerdo al desplegar varios misiles 9M729, conocidos por la OTAN como SSC-8, algo que el Kremlin negó.
«Con el pleno apoyo de nuestros aliados de la OTAN, Estados Unidos ha determinado que Rusia está en violación material del tratado y, como consecuencia, hemos suspendido nuestras obligaciones en virtud del acuerdo», comentó a inicios de agosto el secretario de Estado, Mike Pompeo.
En febrero, Trump estableció como fecha límite el 2 de agosto para que su país se retirara si Rusia no cumplía con las demandas de Estados Unidos y la OTAN.
El presidente ruso, Vladimir Putin, suspendió las obligaciones de su país con el tratado poco después.
¿A qué se debe la preocupación tras el retiro?
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo que la alianza transatlántica «respondería de manera mesurada y responsable a los riesgos significativos que representa el misil ruso 9M729 para la seguridad aliada».
Pero, agregó, la OTAN no quiere una nueva carrera armamentista y confirmó que no había planes para que la alianza desplegara misiles nucleares terrestres en Europa.
El mes pasado, Stoltenberg le dijo a la BBC que los misiles rusos tenían capacidad nuclear, eran móviles, muy difíciles de detectar y podían llegar a las ciudades europeas en cuestión de minutos.
«Esto es serio. El tratado INF ha sido una piedra angular en el control de armas durante décadas y ahora vemos la desaparición del tratado», dijo.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, por su parte, advirtió que se está perdiendo «un freno invaluable contra la guerra nuclear».
«Esto probablemente aumentará, no reducirá, la amenaza que representan los misiles balísticos», dijo, e instó a todas las partes a «buscar un acuerdo sobre un nuevo camino común para el control internacional de armas».
«Ahora que el tratado ha terminado, veremos el desarrollo y despliegue de nuevas armas», dijo a la agencia de noticias AFP Pavel Felgenhauer, un analista militar ruso. «Rusia ya está lista».
¿Qué era el Tratado INF?
El histórico acuerdo, conocido como Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio o INF (Intermediate-Range Nuclear Forces, en inglés) fue firmado el 7 de diciembre de 1987 por el entonces presidente de EE.UU., Ronald Reagan, y su homólogo soviético, Mijail Gorbachov.
A partir de entonces, se prohibieron todos los misiles nucleares y no nucleares de corto y mediano alcance, excepto las armas lanzadas desde el mar.
Estados Unidos se había preocupado por el despliegue soviético del sistema de misiles SS-20 en 1979 y respondió colocando su sistema balístico Pershing y misiles de crucero en Europa, lo que provocó protestas generalizadas.
Para mediados de 1970, la Unión Soviética había alcanzado aproximadamente la paridad estratégica con Estados Unidos y poco después empezó a reemplazar sus viejos misiles SS-4 y SS-5 con un nuevo misil de rango intermedio, el SS-20.
En 1991, casi 2.700 misiles habían sido destruidos y ambos países permitieron al otro inspeccionar sus instalaciones militares.
Fue el último acuerdo entre Estados Unidos y la URSS durante la Guerra Fría que permanecía en vigor.
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