Cuando Benjamin Han, un geriatra y especialista en medicina de adicciones, conoce pacientes nuevos en la Facultad de Medicina de la Universidad de California, en San Diego, habla con ellos sobre los problemas de salud comunes que enfrentan los adultos mayores: enfermedades crónicas, habilidad funcional, los medicamentos y cómo están funcionando. También les pregunta sobre su consumo de tabaco, bebidas embriagantes, cannabis y otros medicamentos sin receta.
“Los pacientes tienden a no querer divulgar esto, pero yo lo enmarco en un contexto de salud”, explicó Han. “Al envejecer, hay cambios fisiológicos y tu cerebro se vuelve mucho más sensible. Disminuye tu tolerancia conforme va cambiando tu cuerpo”.
Es así como se entera de que alguien que se queja de insomnio podría estar ingiriendo estimulantes, quizás metanfetaminas, para ponerse en marcha por las mañanas. O que un paciente que tiene mucho tiempo de tomar un opioide para el dolor crónico se ha topado con problemas por una receta adicional de, por ejemplo, gabapentina.
Cuando una paciente de 90 años, una mujer lo suficientemente en forma para tomar el metro al viejo hospital de Han en Nueva York, empezó a reportar mareos y caídas, le tomó a Han un buen tiempo entender por qué: la paciente tomaba sus pastillas de receta, un número cada vez más alto a medida que envejecía, con un trago de brandy.
Han ha tenido pacientes mayores cuyos problemas cardiacos, enfermedades hepáticas y deterioro cognitivo probablemente empeoraron a causa del abuso de sustancias. Algunos han sufrido sobredosis. Pese a los mejores esfuerzos de Han, algunos han fallecido.
Hasta hace algunos años, incluso durante el apogeo de la epidemia de los opioides, los proveedores de salud prestaban atención limitada al consumo de drogas entre adultos mayores. Pero a medida que los baby boomers en Estados Unidos cumplen 65 años, la edad a la que califican para recibir Medicare, el programa gubernamental de seguro médico para adultos mayores, los trastornos por abuso de sustancias entre la población de la tercera edad han subido marcadamente.
Un estudio del trastorno por consumo de opioides en pacientes mayores de 65 años registrados al plan tradicional de Medicare arrojó un aumento del triple en apenas cinco años —de 4.6 casos por cada mil en el 2013 a 15.7 casos por cada mil en el 2018. Tse-Chuan Tang, coautor del estudio en la Universidad en Albany, en Nueva York, dijo que el estigma del consumo de drogas podría llevar a la gente a no reportar casos, por lo que el nivel real podría ser aún más alto.
Las sobredosis fatales también se han disparado entre la gente de mayor edad. Del 2002 al 2021, la tasa de muertes por sobredosis se cuadruplicó de 3 a 12 por cada 100 mil, reportaron Humphreys y Chelsea Shover, coautora del estudio, en JAMA Psychiatry en marzo, usando datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. Esas muertes fueron intencionales, como suicidios, y también accidentales, reflejando interacciones y errores en el consumo de drogas.
La mayor parte de los trastornos por consumo de sustancias entre adultos mayores involucra medicinas de receta. Y debido a que la mayoría de los beneficiarios de Medicare toman múltiples medicamentos, “es fácil confundirse”, mencionó Humphreys. “Entre más complicado sea el régimen, es más fácil cometer errores”.
A la fecha, las cifras siguen siendo relativamente bajas —6.700 muertes por sobredosis en el 2021 entre personas de 65 años y mayores— pero la tasa de crecimiento es alarmante.
Las bebidas alcohólicas también juegan un papel importante. El año pasado, un estudio de trastornos por consumo de sustancias, basado en un sondeo federal, analizó qué drogas consumían los estadounidenses de la tercera edad, observando las diferencias entre inscritos a Medicare menores de 65 años y los de 65 años y más.
Del 2 por ciento de los beneficiarios mayores de 65 años que reportaron una dependencia o un trastorno por consumo de sustancias en el último año —que asciende a más de 900 mil adultos mayores a nivel nacional en EU— más del 87 por ciento abusaba de bebidas embriagantes. (El alcohol provocó 11.616 muertes entre personas de la tercera edad en el 2020, un aumento del 18 por ciento respecto al año anterior).
En un grupo de edad cuyo consumo de alcohol y drogas en su juventud a veces ha brindado anécdotas divertidas (un refrán común: “si puedes recordar la década de los 60, no estuviste allí”), puede ser difícil para las personas reconocer cuán vulnerables se han vuelto.
“Tal vez esa persona no sea capaz de decir, ‘soy adicta’”, comentó Humphreys.
Por: PAULA SPAN
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