Casi 400 millones de europeos están llamados a las urnas para las elecciones continentales del próximo 9 de junio y esta vez sí pueden ser históricas porque los resultados previstos varían lo suficiente para alterar las mayorías y la vida política de la Unión Europea.
Tradicionalmente, en el Parlamento Europeo la unión de conservadores tradicionales, socialistas y liberales, con los ecologistas normalmente de la mano, sumaba mayorías que superaban el 70 %. Aquellos tiempos, los de la gran coalición europeísta, se vieron ya complicados cuando en 2019 la extrema derecha dio un pequeño salto, pero aún así las familias europeístas lograron conservar una estrecha mayoría. Eso es lo que puede acabar en junio.
Un informe del think tank paneuropeo European Council on Foreign Relations (ECFR), que toma datos de encuestas en los 27 Estados miembro, asegura que los dos grupos de la extrema derecha podrían subir lo suficiente para alcanzar mayoría con los conservadores. De una gran coalición en el centro, que apoyaba y apoya políticas de integración y de traspaso de competencias de los gobiernos nacionales a la Unión Europea, se pasaría a dos bloques, ligeramente mayor el de la derecha, totalmente enfrentados.
La variación es leve, pero es suficiente para cambiar esos equilibrios. En un hemiciclo de 720 escaños, el primer partido sería el conservador Partido Popular Europeo (PPE) con 173 escaños, 5 menos que ahora. La segunda los socialistas y socialdemócratas con 131, 10 menos que ahora.
Como tercera fuerza aparecería el grupo más a la derecha, ID, el que incluye a los franceses de Marine Le Pen, que saltaría de 58 a 98 escaños. El cuarto partido sería el liberal, Renew, que perdería 15 escaños para quedarse en 86. El quinto partido sería ECR, la otra formación de extrema derecha, donde se sientan los italianos de Giorgia Meloni o los españoles de VOX, que avanzaría de 67 escaños a 85.
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Fuerzas de derecha como las de Marine Le Pen o como las de la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, podrían imponerse en las urnas.
CHRISTOPHE ARCHAMBAULT/ AFP
Después vendrían los ecologistas, que bajarían de 71 a 61, la izquierda a la izquierda de los socialistas, que subiría de 38 a 44 y un grupo de eurodiptuados que no se inscriben en ninguna formación, que serían 42. Si se unen los dos grupos de extrema derecha (que formalmente no lo hacen, pero suelen votar juntos) suman una cuarta parte de la Eurocámara.
De una gran coalición en el centro, que apoyaba y apoya políticas de integración, se pasaría a dos bloques
¿Se viene una ola parda en la política europea, que quedaría condicionada por esa nueva mayoría en la Eurocámara? A menos de 140 días de ir a las urnas, esa amenaza es cada día más clara de creer a los sondeos nacionales amalgamados por este informe del ECFR.
Sus autores hablan de un “brusco viraje a la derecha” y de una pesadilla para los partidos tradicionales del centro derecha y el centro izquierda, que perderían el control de la mayoría de la Eurocámara que siempre tuvieron desde que se creó. Y el nacimiento de una “coalición populista” que uniría a la derecha tradicional con los dos grupos de extrema derecha.
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Hace cinco años se temía lo mismo, es cierto, pero la probabilidad era menor porque los populismos de derechas necesitaban muy buenos resultados en todos los países con cierta implantación.
Cinco años después han crecido tanto, alimentados por los malestares generados por la respuesta europea a la crisis financiera del período entre 2008 y 2012 y por su incapacidad para gestionar los flujos migratorios, dando la razón a una extrema derecha xenófoba que alimenta los odios raciales, les basta con repetir los resultados nacionales de los últimos años para soltar un martillazo a los equilibrios del Parlamento Europeo.

A la derecha le basta con repetir los resultados nacionales de los últimos años para soltar un martillazo a los equilibrios del Parlamento Europeo.
EFE/EPA/Stephanie Lecoc
La elección de 2019 llegaba tras buenos resultados para los políticos mainstream con la reelección de Angela Merkel, la primera elección de Emmanuel Macron o de Pedro Sánchez poco antes, con la renovación del liberal holandés Mark Rutte. En el período de dos años antes de aquellas elecciones, sólo en Italia hubo buenas noticias para los populistas. Pero después de 2019 el dique empezó a ceder.
La extrema derecha está en el gobierno de coalición en Finlandia, apoya desde el Parlamento a los conservadores en Suecia, puede gobernar pronto en los Países Bajos, lo hace en Hungría e Italia, puede condicionar a partir de junio la gobernanza en Bélgica, crece en Alemania hasta ser segunda fuerza política en los sondeos y ganará salvo sorpresa las europeas en Francia.
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España no tiene un vicepresidente de extrema derecha en la figura de Santiago Abascal gracias a los pactos del socialista Pedro Sánchez con una larga lista de partidos regionalistas o abiertamente independentistas que mortifican la gobernanza nacional.
El informe del ECFR dice que en un tercio de los 27 Estados miembro de la Unión Europea la extrema derecha será la primera fuerza política, entre ellos en tres de los grandes: Austria, Bélgica, Chequia, Eslovaquia, Francia, Hungría, Italia, Países Bajos y Polonia. Podría ser la segunda o tercera fuerza en Alemania, Bulgaria, España, Estonia, Finlandia, Letonia, Portugal, Rumanía y Suecia.
¿Es posible una reacción como la de 2019, que dio la sorpresa entregando peores resultados de lo previsto a muchos partidos de extrema derecha?
Los expertos a cargo del informe consideran que, aún siendo posible, es menos probable. Pero hay síntomas que dan a entender que algo se mueve.
Después de meses de ver pasivamente cómo la extrema derecha alemana de AfD iba creciendo en los sondeos hasta situarse en segunda posición, millones de alemanes salieron el pasado sábado en decenas de ciudades del país a protestar contra ese partido.
¿Qué posibilidades hay de que esos partidos, unidos al Partido Popular Europeo de la derecha tradicional, controle la Eurocámara?
El informe dice que muchas y que podrían rozar el 49 % de los escaños. Unido a un puñado de “no inscritos” que también son de extrema derecha, controlarían por primera vez una de las instituciones clave de la Unión Europea y por ejemplo tendrían el poder de vetar nombramientos.
¿Es posible políticamente? Nadie cree en Bruselas que pueda ser una coalición formal porque una parte significativa del Partido Popular Europeo la rechazaría y abandonaría la formación, pero informalmente sí habría cooperación.
Las extremas derechas tienen también un problema de difícil solución. Al ser partidos nacionalistas terminan chocando y tienen intereses y tradiciones contradictorias. Los holandeses o escandinavos querrían limitar la migración intraeuropea, algo que los del sur no pueden defender sin hundirse. La extrema derecha polaca o la búlgara son abiertamente antirusas mientras que sus aliadas húngara o checa son, al contrario, prorrusas.
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Hemiciclo del Parlamento Europeo en Bruselas.
Bloomberg
¿Cómo puede afectar a las políticas europeas?
El informe asegura que “podrían tener consecuencias significativas sobre la agenda política de la Unión Europea y sobre la orientación de la futura legislatura (cinco años) en asuntos como el Pacto Verde europeo”, todo lo que tiene que ver con la transición ecológica y energética para luchar contra la crisis climática.
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También sobre los intentos de que ningún país derive hacia un modelo iliberal y de violaciones del Estado de derecho como vinieron haciendo Hungría o Polonia y sobre la capacidad de seguir ayudando a Ucrania, tanto con armas como con fondos financieros.
Por último, abrirían el ciclo político que va de 2024 a 2027 lanzando a la extrema derecha con un protagonismo que nunca había logrado en la Unión Europea. Tiempos de camisas pardas (algunas metafóricas, otras no) si no se da una respuesta ciudadana.
IDAFE MARTÍN PÉREZ
PARA EL TIEMPO
BRUSELAS