LAHAINA, Hawái — A lo largo de nueve generaciones, la familia de Archie Kalepa ha visto la costa de Lahaina, un poblado en la isla de Maui, sufrir transformaciones repetidamente.
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Alguna vez el hogar de la realeza del reino hawaiano, las costas de Lahaina se convirtieron a lo largo de los siglos en una parada para los balleneros que saqueaban los mares, para los misioneros que difundían el evangelio cristiano y para los propietarios de plantaciones que abrieron fábricas de enlatados para preparar sus piñas para la exportación. Más recientemente, los turistas llenaron galerías y restaurantes en el malecón que ofrecían platillos de atún ahi y taro.
Las reliquias de esas capas de historia se convirtieron en cenizas hace un año, cuando un incendio el 8 de agosto arrasó con Lahaina, cobrando al menos 102 vidas. Ahora, al iniciar la reconstrucción, Kalepa, un líder comunitario que ha organizado esfuerzos de recuperación del siniestro, está del lado de muchos que ven una oportunidad de priorizar la historia más profunda del pueblo por encima de los intereses económicos que han dominado durante décadas.
Eso significaría transformar el famoso malecón, eliminando algunas de las tiendas de regalos, restaurantes y boutiques de ropa de playa que, antes del incendio, se alzaban sobre la costa.
“Todo esto tiene que desaparecer”, dijo Kalepa mientras examinaba los cimientos del edificio.
Ante la enorme devastación, las autoridades se esforzaron el año pasado por realojar a miles de personas, estabilizar los sustentos y retirar millones de kilos de escombros, con muchos lotes pareciendo pizarras en blanco.
Ahora pasan a la cuestión más difícil de cómo debe ser la reconstrucción. Las opciones incluyen propuestas para reubicar a miles de personas a nuevas áreas, retraer propiedades a lo largo de la costa del aumento del nivel del mar y restaurar humedales. Al meollo del debate yace una pregunta fundamental: en una comunidad moldeada por tantas épocas históricas diferentes, ¿qué historia debe guiar el futuro?
La discusión es particularmente tensa a lo largo de la famosa Front Street. Hace mucho tiempo, fue allí donde el Rey Kamehameha I construyó un palacio y estableció una capital, una zona poblada más recientemente por tiendas y restaurantes.
Algunos piden en la reconstrucción un mayor énfasis en el pasado indígena restaurando los nombres hawaianos de las calles y convirtiendo el corazón de Front Street en un bulevar peatonal.
Pero en otros rincones hay recelo ante la ida de retraerse del malecón. Kaleo Schneider y su familia son propietarios de un edificio en Front Street que antes del incendio albergaba varios negocios, entre ellos la Honolulu Cookie Company y una tienda de regalos con temática de piñas. La propiedad pertenece a la familia desde hace más de 110 años.
Schneider, una nativa hawaiana que vive en la isla de Oahu, dijo que la propiedad del edificio por parte de su familia se remonta a sus bisabuelos. Muchos de los propietarios a lo largo de Front Street tienen vínculos similares con el área, dijo.
“He escuchado hablar de reubicar a Lahaina. Pero entonces no es Lahaina, ¿verdad?”, dijo Schneider. “Lahaina está en el agua. El encanto está en el agua”.
A través de los años ha habido otros esfuerzos por restaurar más de la historia nativa de Lahaina, particularmente en la antigua isla interior de Moku’ula, donde el Rey Kamehameha III tenía una residencia en medio de un estanque de peces que la tradición nativa hawaiana considera como el hogar sagrado de una diosa. Después del aumento en las plantaciones y su demanda de agua, el estanque se convirtió en un pantano estancado y, a principios del siglo 20 los empresarios de Lahaina iniciaron un proyecto para rellenarlo y convertirlo en un campo de beisbol, instalaciones que desde entonces han sido abandonadas, de acuerdo con un libro sobre el sitio escrito por el fallecido antropólogo P. Christiaan Klieger.
Entierros así de la historia nativa han llevado a Lahaina a perder su verdadera identidad, dijo Ke’eaumoku Kapu, quien dirigió el vecino Centro Cultural y de Investigación Na ‘Aikane o Maui, que fue destruido en el incendio. Dijo que las propuestas para restaurar Moku’ula y alterar los nombres de las calles podrían ayudar a restaurar esa identidad. “Ahorita es una buena oportunidad para hacer las cosas bien”, afirmó.
El Gobernador Josh Green dijo que Lahaina definitivamente verá cambios. Hasta un tercio de los residentes de Lahaina podrían tener que reconstruir en otro lugar que no sea donde vivían, dijo. Los funcionarios estatales y del distrito escolar esperan poner a disposición de los propietarios reubicados 400 hectáreas de tierra de propiedad pública en la ladera sobre el pueblo, añadió.
Los funcionarios locales han brindado orientación mínima sobre cuáles serán los requisitos para la reconstrucción a lo largo de la costa. Un comunicado del condado dijo que cada lote “es un caso especial”.
Esto ha dejado a muchos dueños de propiedades en la costa esperando respuestas. En la Misión Lahaina Jodo, una misión budista fundada en 1912 cuyos edificios clave fueron destruidos en el incendio, Yayoi Hara, la hija del ministro, dijo que su familia estaba determinando cómo proceder. “Entendemos que es necesario tomar decisiones difíciles”, dijo Hara. “Y mientras más se prolongue la toma de decisiones o incluso la conversación, más enojada estará la gente”.