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El proceso constó de dos citas: una en el CAS para tomar huellas y fotografías, y la otra con el consulado, que es una entrevista en inglés. Ana se preparó para ambas, aunque los nervios la invadieron, sobre todo en la segunda cita, con la entrevista. «Estaba muy nerviosa, pero muy nerviosa. Todo bien hasta ahí», relató Ana, quien, al estar en la fila del consulado, no podía dejar de pensar en lo peor. Vio cómo otras personas salían con caras tristes, algunas incluso llorando después de que les negaran la visa. Ella temía que le sucediera lo mismo, pero, lamentablemente, así fue.
«Me tocó con ella», dijo, refiriéndose a una de las cónsules que, según ella, solía rechazar a la mayoría de los solicitantes. La entrevista fue breve, y la respuesta fue contundente: «Lo siento, pero tu visa fue denegada». Si bien lo tomó con calma, al salir del consulado, la tristeza y la frustración la desbordaron: «Me puse a llorar, fue horrible para mí, dije mis sueños acabaron».
Aunque la negativa fue dolorosa, no se dio por vencida. En lugar de rendirse, se contactó con la agencia que gestionaba su solicitud, quienes le explicaron que podía apelar la decisión consular. ¿El motivo? El rechazo no se basaba en razones graves, sino en una decisión de la cónsul. Ana tomó nota y, tras pagar nuevamente los derechos consulares, solicitó otra cita para el 22 de enero.
La nueva oportunidad para sacar la visa EE.UU.
Martínez volvió a viajar a Bogotá, y en la nueva cita con el consulado, se sintió más preparada y confiada. En el CAS, mientras esperaba en la fila, escuchó a dos jóvenes que también habían sido rechazadas el mismo día que ella. «Nos presentamos juntas el 22 de enero, fue un respiro para mí porque tuve soporte ese día», comentó.
El día de la entrevista con el consulado llegó y, aunque los nervios no la abandonaron, ella estaba segura. «Cuando iba entrando, las chicas que conocí me dijeron: nos aprobaron la visa, fue un respiro para mí», recordó. Al llegar al ventanillo de la consular, pensó: «Por favor, que no me toque con el consulado que niega la visa a todo el mundo«, pero el destino le jugó una nueva carta: «Me tocó con él».
A pesar de sus temores, la entrevista fue relativamente corta, aunque sentía que el consulado dudaba en su decisión. «Les juro que las piernas me temblaban», dijo mientras describía el tenso momento. Pero finalmente, tras unos minutos que parecieron eternos, el cónsul pronunció la tan esperada frase: «Tu visa fue aprobada». «Fue el momento más feliz para mí», concluyó con emoción, aliviada de que, después de todo, sus esfuerzos habían dado frutos.