Sri Lanka: ‘Las paredes y el suelo estaban cubiertos de sangre’

Lo que se suponía fuera un pacífico domingo de Pascua se tornó un sangriento caos cuando ocho bombas explotaron en distintas iglesias y hoteles de Sri Lanka.

El saldo del ataque, hasta el momento, es de 207 muertos y 405 heridos.

Las autoridades del país asiático han dicho que, aunque ocho personas están bajo custodia, no tienen aún una respuesta conclusiva sobre los autores de las detonaciones.

Las iglesias atacadas profesan la fe cristiana, cuyos seguidores representan una minoría religiosa en el país: apenas el 7 por ciento.

Aunque desde 2009 —cuando terminó una larga guerra civil— la isla no ha vivido grandes incidentes de violencia, Sri Lanka no es ajena a los ataques entre personas de distintas religiones.

En su historia reciente se han registrado acciones violentas por parte de miembros de la mayoría budista cingalesa (poco más del 70 por ciento de la población) contra mezquitas y otros edificios de propiedad de musulmanes.

Los incidentes de este domingo dejaron sangrientas escenas, así como graves daños materiales.

Varios testigos que vivieron de cerca los ataques, contaron a la BBC lo que presenciaron.

«La violencia ha vuelto»

Emmanuel es un médico de 48 años que creció en Sri Lanka y ahora vive en Surrey, Reino Unido, con su esposa e hijos.

Él y su familia se encontraban esta semana en Colombo, la capital del país, para visitar a algunos de sus familiares que aún viven en la ciudad.

Estaban dormidos en su habitación en el Cinnamon Grand Hotel de Colombo cuando explotó una de las bombas.

«Estábamos en nuestra habitación y escuchamos una gran explosión que sacudió el cuarto. Creo que fue alrededor de las 8:30», dice.

«Luego nos condujeron al lobby del hotel, donde nos pidieron que evacuáramos por la parte de atrás. Fue entonces cuando vimos que se llevaban las víctimas al hospital, y vimos algunos daños en el hotel».

Un miembro del personal comentó que había visto un cuerpo desmembrado en el lugar de la explosión, mientras sus amigos le enviaban fotos de las iglesias que habían sido bombardeadas. Mientras tanto, el hotel en sí tenía «daños significativos». Uno de sus restaurantes fue destruido.

«Íbamos a ir a la iglesia hoy, con mi madre y mi sobrino, pero todos los servicios han sido cancelados. No habrá más servicios en las iglesias del país debido a lo que sucedió esta mañana», dijo.

«Pasé mis primeros 18 años en Sri Lanka, así que he visto muchos conflictos étnicos».

El país fue devastado durante décadas de conflicto entre los grupos étnicos cingaleses y tamiles, pero la situación se ha mantenido relativamente pacífica desde 2009.

«Pero mis hijos (de 11 y siete años) nunca han visto nada como la guerra. Tampoco mi esposa. Para ellos es bastante difícil.»

«Es realmente triste, pensé que Sri Lanka había dejado atrás toda esta violencia, pero ahora es triste ver que ha vuelto».

«Que dios nos proteja»

Ali, quien vive en Colombo, se percató de que algo andaba mal cuando comenzaron a evacuar a los fieles «apresuradamente» de una iglesia católica romana cerca de su casa.

La calle de su casa, que conduce al principal hospital de la ciudad, también se llenó de ambulancias. Revisó el hashtag #LKA —Lanka— y rápidamente se enteró de lo que estaba pasando.

Entre las horribles imágenes y videos que vio, había un llamamiento de los bancos de sangre del país para que la gente donara con el fin de socorrer a las víctimas.

Ali fue al Centro Nacional de Sangre y lo encontró lleno de gente.

«Había grandes multitudes y carreteras congestionadas cuando la gente trataba de estacionarse en cualquier lugar y entrar al Centro», cuenta.

«Actualmente están anotando el nombre, el grupo sanguíneo y el número de contacto de las personas que están dispuestas a donar sangre y pidiéndoles que regresen solo si un representante del Centro se comunica con ellos».

La gente salía del edificio, dice, formando «filas masivas que conducían hasta la entrada».

Cuando Alí entró, fue testigo de un fuerte espíritu de comunidad.

«Todos tenían solo una intención, y era ayudar a las víctimas sin importar de qué religión o raza fueran. Las personas se ayudaban entre sí a completar los formularios con los detalles solicitados.

«Me pregunto de dónde vino este ataque. Que Dios nos proteja».

«Había sangre por todas partes»

Kieran Arasaratnam, profesor de la Escuela de Negocios del Imperial College de Londres, se alojaba en el hotel Shangri-La, cuyo restaurante del segundo piso fue destruido por una de las bombas.

Arasaratnam, un ciudadano de Sri Lanka que se mudó a Reino Unido como refugiado hace 30 años, visitaba el país para ayudar a lanzar una empresa. Estaba en su habitación cuando escuchó un sonido que describe como un «trueno».

El srilankés dijo a la BBC que comenzó a correr por su vida desde el piso 18 hasta la planta baja, en medio de escenas de desesperación.

«Todos empezaron a entrar en pánico, fue un caos total», dijo. «Miré a la habitación de la derecha y había sangre por todas partes.

«Todos corrían y mucha gente simplemente no sabía lo que estaba pasando. La gente tenía sangre en la ropa y alguien corría con una niña hacia una ambulancia. Las paredes y el piso estaban cubiertos de sangre».

El hombre de 41 años dice que, de no haberse demorado en ir a desayunar, se habría quedado atrapado en la explosión.

Arasaratnam asegura haber salido de su habitación alrededor de las 8:45 (03:15 GMT), cuando se informó que ocurrieron varias explosiones en hoteles e iglesias en diferentes ciudades del país.

«Algo me distrajo, así que volví a la habitación para tomar mi tarjeta de débito, abrí la cortina y apagué la señal de ‘No molestar’ … y se produjo un gran estallido», cuenta.

Según su testimonio, actualmente se encuentra en un refugio para emergencias. Allí, dice, «el olor a sangre está por todas partes», hay personas heridas que necesitan tratamiento y otros buscas a sus familiares desaparecidos.

«Es horrible ver a los niños cubiertos de sangre. Salí de Sri Lanka hace 30 años como refugiado y nunca pensé que tendría que ver esto de nuevo».

«Escuché como un big bang»

Simon Whitmarsh, un médico galés retirado de 55 años, estaba de vacaciones en Sri Lanka.

Paseaba en bicicleta cerca de la ciudad de Batticaloa, cuando escuchó lo que describe como un «big bang». Al instante vio «humo que se elevaba en el cielo a una media milla de distancia».

Una explosión arrasó una iglesia en esa ciudad, mientras los fieles se reunían para los servicios religiosos de Pascua.

«Luego vimos las ambulancias, la gente llorando, y nos dijeron que abandonáramos el área», cuenta Whitmarsh a la BBC.

Como expediatra, el hombre dice que se sintió obligado a ayudar a los afectados, así que se ofreció como voluntario en el hospital local.

«En ese momento ya habían activado los protocolos de emergencia», dice. «El hospital estaba fuertemente custodiado por el ejército, que impedía la entrada de la gente».

«Todas las calles alrededor estaban cerradas. Había bastante organización».

Whitmarsh comenta que el toque de queda en todo el país —impuesto por las autoridades a raíz de las explosiones— ha vaciado por completo las calles en que hasta hace solo unas horas había bullicio.

«Con el toque de queda no hay vehículos, ni hay gente caminando. Nada», dice. «Quedarse dentro de las casas es la instrucción».

Los turistas que están pensando en regresar a sus respectivos países, dice, no podrán hacerlo hasta que termine el toque de queda.

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