Prometió cambio y no ha defraudado. Desde que inició su campaña electoral, en octubre de 2017, hasta que asumió su cargo como presidente, el pasado primero de junio, el joven empresario Nayib Bukele ha desatado un verdadero tsunami político en El Salvador, que ha empezado a arrasar con la política tradicional de su país.
El político solo necesitó de una ronda en las elecciones del pasado 3 de febrero para romper con el bipartidismo de los conservadores Arena y los izquierdistas del FMLN, que durante los últimos 30 años se alternaron el poder en el país: se impuso con el 53 por ciento de los votos, el mayor respaldo que ha tenido un candidato desde el fin de la guerra civil en 1992. Y, a sus 37 años de edad, se convirtió en el presidente más joven en la actualidad en Latinoamérica.
¿Cómo logró todo esto? Analistas políticos coinciden en afirmar que su fuerza política reside en un plan audaz de comunicaciones, inédito en el país, similar al que usa Donald Trump en Estados Unidos, que consiste en dar comunicados, órdenes ejecutivas y hasta compartir memes desde su cuenta de Twitter.
#DevuelvanLoRobadoChallenge fue una de las etiquetas más compartidas de su campaña electoral.
Y ya como mandatario, una de las más recientes órdenes que impartió Bukele en Twitter a su ministro de Justicia, Rogelio Rivas, fue la siguiente: “Se le ordena a la Inspectoría de Seguridad Pública; que de Oficio y con base en el art. 14 literal ‘d’ de la Ley Disciplinaria Policial, inicie investigación por faltas muy graves y se suspenda inmediatamente de su cargo, sin goce de sueldo, al exMinistro Ramírez Landaverde (sic)” . “Mañana mismo se iniciará el proceso, señor Presidente”, respondió el funcionario por el mismo medio.
Sus discursos oficiales los da en jeans, chaqueta de cuero y gafas de sol. La prensa lo denomina como el presidente millennial.
La estrategia es efectiva. Su labor en redes sociales se viraliza día tras día, los medios del mundo lo replican, lo comentan y finalmente lo vuelven parte de la agenda de la ciudadanía.
Solo un día tras su posesión, a golpe de trinos, ordenó una ola de despidos, en la que incluyó el cierre de cinco secretarías, y reformó su gabinete entero.
Pero Twitter no solo es la plataforma con la que este experimentado publicista engrandece su base electoral y su apoyo en las encuestas. También le ha funcionado como una cortina de distracción mientras se aterriza en el cargo.
Así lo asegura a EL TIEMPO Gabriel Labrador, periodista del medio salvadoreño El Faro, quien considera que esta “ilusión de cercanía” con el pueblo que Bukele proyecta en el mundo virtual esconde una “trampa”.
“Este gobierno comunica más que el anterior. Bukele no habla en los mismos códigos de hace 30 años, habla en un lenguaje que la gente quería escuchar, pero eso no significa necesariamente que sea eficiente. (…) Dentro de su estrategia está marcando distancia con los periodistas, lo que es preocupante, pues no podemos indagar a fondo sobre sus políticas, especialmente la de seguridad”, asegura Labrador.
Bukele habla en un lenguaje que la gente quería escuchar, pero eso no significa necesariamente que sea eficiente
Y es que al tiempo que el presidente denuncia en redes sociales actos de corrupción dentro de las instituciones y sus funcionarios –como la supuesta malversación de 13,7 millones de dólares de las prisiones en la anterior presidencia, que reportó este miércoles–, se queda corto en explicar su plan para enfrentar los principales problemas que agobian al país, como, por ejemplo, el éxodo migratorio, impulsado por el desempleo y la guerra entre pandillas, o maras, que a su vez ubican al país como uno de los más violentos del mundo, con una tasa de 103 homicidios por cada 100.000 habitantes.
“El problema de inseguridad y de la inmigración no se resolverá con tuits, sino con una negociación amplia con sus vecinos (como ya la está teniendo con López Obrador en México)”, comentó a este diario el profesor y analista internacional Constantino Urcuyo.
“El conflicto entre las maras lo ha querido resolver con represión, y no ha funcionado tampoco, pues son problemas que requieren políticas públicas mucho más profundas, que no se resuelven en los 280 caracteres de un tuit”, concluye.
A la falta de claridad y de difusión pública de su plan de gobierno, además, se suman la falta de respaldo en el Congreso y los serios cuestionamientos sobre su cercanía con personajes señalados por corrupción.
Tal es el caso del expresidente Antonio Saca, condenado por desvío de dineros públicos y lavado de activos, quien a través del partido que fundó, el ultraderechista Gana, le dio el aval a Bukele a último minuto para presentarse como candidato a la presidencia.
El ahora mandatario ha descartado los señalamientos sobre su cercanía con Saca asegurando que desde el movimiento político que él fundó, Nuevas Ideas, combatirá cualquier acto de corrupción, y ha dicho que ningún diputado “tendría cuotas en su gobierno”.
Pese a esto, dos miembros del Gana fueron nombrados en su gabinete.
Bukele también ha evitado tocar el tema de la contratación de familiares en su nómina. Antes de posesionarse, se cuidó de revelar los nombres que conformarían su equipo de trabajo. Y tras su investidura, se conoció que uno de sus tíos había sido nombrado secretario, y su hermano figuraba como asesor principal.
Estos hechos cuestionables, sin embargo, están lejos de marcar tendencia en redes sociales, y parecen borrarse de la agenda informativa con cada publicación del presidente en Twitter.
“Oficialmente soy el presidente más cool del mundo”, escribió el 6 de junio pasado a su millón de seguidores. Más de 57.200 personas le dieron ‘me gusta’ y convirtieron su frase en tendencia nacional. Pero del nepotismo no se volvió a hablar.
DIANA LUCÍA HERNÁNDEZ
Redacción internacional
En Twitter: @dianaluher