Fernando de la Rúa, quien murió este martes a los 81 años, fue un dirigente político
de escaso carisma que terminó sus días más despreciado que odiado por los argentinos que lo recuerdan como el presidente del ‘Corralito’, y que además abandonó la Casa Rosada en un helicóptero en 2001, dejando un país en llamas.
Fernando de la Rúa asumió la presidencia en 1999 en medio del fervor que despertó en la mayoría de los argentinos la propuesta de terminar con años de crudas políticas neoliberales y de corrupción. Su mandato, sin embargo, es recordado como uno de los peores en la historia del país.
Ahogado por la más grave crisis social y económica que sufriera el país y por denuncias de corrupción, dejó el poder solo dos años después, en medio de violentos disturbios y de una represión policial que dejó decenas de muertos.
La imagen de De la Rúa subiendo al helicóptero presidencial en la terraza de la Casa Rosada tras haber renunciado, como si se hubiera encontrado en medio de un ataque, aún perdura en la memoria de los argentinos.
«No lo hice escapando de nada», afirmó años después durante una entrevista en la que admitió que fue un error abandonar la casa de Gobierno en un helicóptero. «En ese momento, no advertí la dimensión del golpe que se había producido», añadió el exmandatario.
De la Rúa, fallecido el día en que se conmemora la independencia de Argentina, llegó a
la presidencia en 1999, con 62 años, haciendo gala de una imagen parca y austera, antítesis del entonces saliente mandatario Carlos Menem (1989-1999), un peronista histriónico que había aplicado políticas neoliberales.
Nacido el 15 de septiembre de 1937, se formó en el Liceo Militar de Córdoba (centro), su provincia, donde se graduó de abogado a los 21 años con medalla de oro y luego se doctoró.
Se alineó desde joven en el ala más conservadora de la socialdemócrata Unión Cívica Radical (UCR), donde había enfrentado al exmandatario Raúl Alfonsín (1983-1989).
Dicen que soy aburrido
Pero llegó al gobierno postulado por una coalición de centro-izquierda, al presentarse como «la fuerza moral frente a la frivolidad y el engaño». Su tono monocorde y una supuesta falta de reflejos le costaron muchas críticas que intentó revertir con una recordada propaganda en la que él mismo repetía como una letanía: «Dicen que soy aburrido».
Los argentinos aún recuerdan su fallida aparición televisiva en el programa
de entretenimiento televisivo más visto y conducido por el popular Marcelo Tinelli, cuando se lo vio perdido ante las cámaras sin poder hallar la salida por el decorado.
«Tinelli tuvo que ver con mi caída», aseguró De la Rúa en 2016, en alusión a la imitación que le hacía un humorista de ese programa.
Casado con Inés Pertiné -nieta, hija y hermana de militares-, tuvo tres hijos, Agustina, Antonio y Fernando, apodado Aíto. Cultor del perfil bajo, el expresidente se abstuvo de comentar tanto sobre la relación
de 11 años de su hijo Antonio con la famosa cantante colombiana Shakira, como sobre
la conflictiva separación que protagonizaron y que se zanjó en la justicia.
Ver esta publicación en Instagram
Una publicación compartida de Shakira (@shakira) el 9 Jul, 2019 a las 10:12 PDT
A los 35 años, en 1973, fue senador por la Capital Federal, un distrito tradicionalmente antiperonista y donde consolidó su carrera siendo diputado (1991-1992) y tres veces senador (1973-1976, 1983-1989 y 1992-1996).
En 1996, fue el primer alcalde de Buenos Aires elegido por voto directo, cargo hasta entonces designado por el presidente, y su trampolín a la Casa Rosada. Pero poco afecto a las grandes definiciones, De la Rúa parecía a veces estar al margen
de las decisiones políticas de su propio gobierno.
En una breve autobiografía escrita antes de llegar al poder, ubicaba entre sus pasatiempos «las plantas y las aves, la naturaleza y lo relacionado con ella, el cielo y el tiempo».
En un diálogo con AFP 20 días después de asumir, durante la celebración por la llegada del año 2000 en Ushuaia, se negó a hablar de política internacional y
de su plan económico para referirse únicamente a la plaga de castores en esa región.
El gobierno de De la Rúa comenzó a derrumbarse en 2000, cuando el vicepresidente Carlos «Chacho» Álvarez dio un portazo y renunció, en medio de un escándalo por una denuncia por un supuesto pago de sobornos a legisladores opositores para aprobar una ley de precarización laboral.
Por esta acusación, el expresidente fue absuelto en 2013. Pagó los platos rotos del endeudamiento de la llamada «fiesta menemista». En 2001, De la Rúa convocó a modo
de salvador al exministro de Economía Domingo Cavallo, mentor de la convertibilidad con paridad cambiaria entre el peso y el dólar puesta en marcha en 1991 y de la política económica de Menem.
La desconfianza sobre la economía -que ya estaba deprimida y con tasas de pobreza altas- creció, mientras que el Gobierno fue incapaz de tomar medidas firmes debido a un rígido sistema cambiario que ataba el peso al dólar.
A poco más de un año de asumir la presidencia, la imagen de un De la Rúa dubitativo se había derrumbado. En diciembre de 2001 estalló finalmente la crisis. Ante la nefasta perspectiva, muchos argentinos sacaron masivamente sus ahorros en dólares de los bancos, lo que llevó a De la Rúa a restringir el retiro de fondos con una normativa popularizada como «corralito».
El «megacanje» de deuda y el bloqueo de depósitos (corralito) colmó la paciencia
de los argentinos y terminó empujando al abismo a su gobierno, acechado por el opositor peronismo.
Los piquetes de desocupados y los «cacerolazos» de la clase media se multiplicaron hasta que De la Rúa ordenó reprimir las multitudinarias protestas. Con decenas de muertes (30) sobre su espalda y apabullado por el rechazo social, el 20 de diciembre de 2001 De la Rúa se vio obligado a dimitir.
De la Rúa abandonó la Casa Rosada en helicóptero, tras firmar su renuncia. Por esas muertes fue sobreseído en 2014 por la justicia que apuntó a su equipo de seguridad.
Tras su salida de la presidencia, Argentina declaró el default. El expresidente se retiró de la vida política y evitó las apariciones públicas, aunque debió comparecer ante la Justicia por la violenta represión.
De la Rúa se consideró víctima de un «golpe civil» seguido de «una intensa persecución judicial, mediática y política», según escribió en su libro Operación política. La Causa del Senado».
AFP – REUTERS Y EFE