Tardan en general 10 minutos para regresar del gimnasio a la escuela, sin embargo, el pasado miércoles el viaje se convirtió en una pesadilla para los 51 adolescentes que un conductor de autobús intentó quemar vivos como forma de ‘vengar’ a los migrantes muertos en el mar Mediterráneo.
«Nos hizo subir e inmediatamente nos tomó como rehenes», contó a la AFPTV Tiziana Magarini, la supervisora que acompañaba a los niños junto con dos maestros y que aún tiene los ojos rojos y la voz entrecortada por el carrusel de sensaciones.
Conocía a Ousseynou Sy, el conductor italiano de origen senegalés, «alguien muy educado, normal», recordó. Pero, ese día, sacó un cuchillo y, según varios testigos, también tenía una pistola resguardada en el cinto.
Después de amarrar a los dos maestros a las puertas del bus, le pidió a la supervisora, de 53 años, que atara con cables a los jóvenes a las sillas del vehículo.
Ella cumplió la orden pero evitando amarrarlos del todo para que pudieran liberarse, según relató después. Fingió, también, retirar los móviles y les dio a entender a los chicos que los escondieran. «Con gestos logré que algunos niños entendieran que era mejor tenerlos consigo», recuerda.
Vaciar dos bidones de gasolina
Después de atar a los aterrados estudiantes, el conductor le ordenó que vaciara dos bidones de gasolina en los asientos y en las cortinas, lo que asustó mucho a los adolescentes.
«Gritaban, lloraban, no lograba calmarlos», rememora.
Ousseynou Sy estaba muy agitado y gritaba cosas extrañas, algunas inexplicables: hablaba del aeropuerto de Milán-Linate, decía que no quería lastimarlos y luego pasaba a las amenazas. «¡De aquí no sale vivo nadie!», gritó varias veces, según recuerdan algunos estudiantes.
«Continuaba diciendo que las personas en África mueren», cuenta una jovencita. «Sí, es verdad, hablaba de los niños que mueren en el Mediterráneo», confirmó la supervisora.
Durante el recorrido, el conductor frenó y reinició varias veces la marcha, lo que unos niños aprovecharon para pedir ayuda con el móvil. Uno de ellos contó que primero marcó al número de emergencias, el 112, sin lograr que entendieran lo que pasaba, por lo que llamó a su padre.
Después de atar a los aterrados estudiantes, el conductor le ordenó que vaciara dos bidones de gasolina en los asientos y en las cortinas, lo que asustó mucho a los adolescentes
Como en las películas
Otro llamó a la madre: «Mamá, estamos en un autobús, nos llevan a un lugar desconocido (…) El conductor nos quiere matar, tiene un arma, ¡llama a la policía!», le dijo.
Magarini también marcó discretamente el número del conmutador del colegio, por lo que una colega escuchó los gritos de pánico de los niños.
Varios agentes de los carabineros trataron de bloquear el bus. «Los niños golpeaban las ventanas, pedían ayuda», aseguró Roberto Manucci, uno de los primeros que intervino.
El conductor esquivó una primera barrera, sin embargo, terminó chocándo con un auto, antes de ser bloqueado por otros autos contra los guardarraíles.
Mientras los agentes lo distraían por el frente, otros colegas rompieron la puerta trasera del vehículo y los cristales de las ventanas con porras, creando un espacio por el cual escaparon los niños antes de que el vehículo estallara en llamas.
«Escuché como una bomba en la ventana trasera y en dos segundos un equipo formidable de agentes sacó a todos», recuerda Magarini.
En un video se pueden ver a los niños huyendo, gritando y llorando.
Armado con un encendedor, Ousseynou Sy prendió fuego al vehículo poco antes de ser neutralizado. La supervisora fue la última en salir. «Fue en un segundo, corrí el riesgo de morir», confiesa conmovida Magarini, con la espalda totalmente raspada por haber sido arrastrada por el suelo por varios metros por el agente que le salvó la vida.
El cuerpo especializado de los ‘carabinieri’ llevó a cabo una operación «como las que se ven en las películas», comentó satisfecho el fiscal de Milán, Francesco Greco.
AFP