Fundador de la oenegé Operación Libertad, Gabriel Valles Sguerzi es, a sus 32 años, el más intrépido y constante luchador por los derechos humanos arrasados por la dictadura venezolana. Nacido en Acarigua, ingeniero en Informática de la universidad Alejandro Humboldt en Valencia, desde sus tiempos de estudiante organizó masivas campañas y huelgas de hambre denunciando la corrupción, la falta de libertades y los crímenes de Estado. Sus marchas, llamadas ‘Chávez miente’ o ‘Hambre por la verdad’, dieron lugar a que fuera calificado por Chávez como terrorista interesado en desestabilizar el gobierno.
En el año 2014, junto con Lorent Saleh, viajó a Bogotá para participar en la Mesa Nacional de Víctimas organizada por la ONU y denunciar la presencia de la guerrilla colombiana en Venezuela, favorecida por el gobierno de Maduro. Inexplicablemente, y para sorpresa de la opinión colombiana, fueron deportados a su país, donde permanecieron privados de la libertad en la tenebrosa cárcel llamada La Tumba.
Liberado al fin en 2018, decidió venir a Colombia para resguardar su vida y trabajar por los migrantes venezolanos, contando con el asilo político que ha solicitado a la Cancillería.
Usted es muy conocido por ser un defensor de los derechos humanos en Venezuela. ¿Qué lo llevó a fundar la oenegé Operación Libertad?
Yo provengo de la generación de estudiantes universitarios que salieron a hacer activismo político por el cierre de Radio Caracas Televisión. En el 2011, junto con Lorent Saleh y otros compañeros, decidimos enfocarnos netamente en los derechos humanos. Queríamos tener una actividad que no estuviera permeada por un partido político; solo por el movimiento estudiantil.
¿Cómo fueron esas campañas? ¿Tuvieron algún riesgo?
En el 2010, para las elecciones de la Asamblea Nacional, lanzamos la campaña ‘Chávez miente’. Fuimos detenidos y acusados de difamación y de información falsa. Recuerdo que estábamos en un vehículo en Valencia, donde teníamos un montón de folletos de esta campaña. Nos detuvieron para quitarnos del medio ese día. Finalmente, esa noche, después de las elecciones, quedamos libres. No obstante, Chávez nos acusó mediáticamente de ser un grupo terrorista que quería desestabilizar el sistema eléctrico para atentar contra las elecciones.
Usted y Lorent Saleh vinieron a Colombia para participar en la Mesa Nacional de Víctimas organizada por la ONU. ¿Denunciaron en el Congreso el encubrimiento de campamentos guerrilleros en la frontera colombovenezolana?
Sí, eran dos aspectos que estábamos denunciando. Por un lado, los grupos gobiernistas llamados colectivos, que eran entrenados en tierra venezolana por guerrilleros colombianos. Tales colectivos mataban y herían a la gente que salía a las protestas del 2014. Por otro lado, en el tratado de la Mesa de Víctimas Internacionales, estábamos solicitando un resarcimiento para las víctimas venezolanas de la guerrilla.
La gente de las zonas sufría lo mismo que sufren en Colombia. Eran frecuentes los secuestros, la extorsión y la trata de menores
De toda la frontera, desde el Zulia hasta el Amazonas, teníamos evidencia de campamentos guerrilleros. La gente de las zonas sufría lo mismo que sufren en Colombia. Eran frecuentes los secuestros, la extorsión y la trata de menores.
¿Su denuncia fue el motivo que llevó a la dictadura venezolana a privarlo de la libertad por cuatro años?
Oficialmente nunca nos explicaron por qué nos detuvieron, por qué Colombia nos entregó. Lo que tengo entendido es que fue una orden presidencial. Yo no sé si con las denuncias que estábamos haciendo en la ONU molestamos al gobierno Santos. En todo caso, fue una extradición ilegal porque se rompieron los tratados internacionales.
Nunca nos dieron una razón oficial, no nos dejaron comunicarnos con nuestros abogados ni nos presentaron en tribunales en Colombia. Tan simple como que nos agarraron, nos llevaron a la oficina de inmigración, nos mostraron un documento que decía que estábamos vetados de Colombia por 10 años a razón de una medida administrativa presidencial. De ahí la entrega en el puente Simón Bolívar.
La misma perplejidad tuvimos los colombianos. ¿Cuánto tiempo permaneció en la cárcel?
Estuve tres años y diez meses.
¿Cómo se llama el sitio donde fue recluido?
Lo llaman La Tumba.
¿Cuál es la razón?
El nombre de La Tumba se lo dan los mismos custodios que manejan el sitio. Se trata de un sótano que está en el quinto piso bajo tierra del edificio administrativo del Sebín, o sea el Servicio de inteligencia venezolano. Es un pasillo con 7 celdas. La gran mayoría del tiempo estuvimos solamente Lorent y yo. No nos colocaron en celdas uno frente del otro para poder vernos, sino en celdas contiguas; la única manera de comunicarnos era gritando.
El sitio no tiene ventanas, no ve uno la luz del día. La luz permanente es artificial, así como el aire. Cada celda tiene una cámara y un timbre que uno toca para que el custodio venga y te lleve hasta el baño. Tuvimos que usar uniforme. El sitio está enfocado en administrar tortura psicológica, aquella donde no necesitan darte un golpe para hacerte daño. Algo importante era la comprensión del tiempo. Al no tener reloj, ni una ventana, no se puede saber cuándo es de día ni cuándo es de noche. La comida te la dan a destiempo. Los mismos custodios después nos confesaron que jugaban con las horas.
¿Estuvo recluido en algún otro sitio?
Estuve dos años y dos meses en La Tumba y el resto del tiempo, o sea diecinueve meses, en el Helicoide, un sitio insigne de los presos políticos en Venezuela. Es realmente diferente a La Tumba, donde uno vive aislado. En el Helicoide, en cambio, hay un total hacinamiento. Es una oficina que convirtieron en celda. Cuando yo estuve allí había más o menos 300 recluidos en un espacio muy pequeño.
En La Tumba uno se acostumbra a una dinámica de vida donde no hablas ni socializas. Es una calculada y feroz tortura que busca destruirte. Si no encuentra uno un recurso para defenderse, queda psicológicamente arruinado.
¿Cuál fue su defensa?
A través de la reflexión tuve una retrospectiva completa de mí mismo donde pude analizar las cosas que había hecho y las que había dejado de hacer. Me di cuenta de que tenía que ocuparme de lo que me hace feliz. Y algo que me ha gustado desde niño es la pintura y la ilustración. Desde ese momento, estando allá adentro, comenzó mi batalla para tener acceso a materiales que me permitieran pintar. Lo primero que hice, al salir de prisión, fue inscribirme en una escuela de arte en Valencia.
¿Cómo logró su liberación?
Así como parte de mi aprehensión fue un show mediático, el mismo carácter tuvo mi salida. En el 2018 ocurrieron dos cosas que obligaron al gobierno chavista a limpiar un poco su imagen. Una fueron las elecciones presidenciales en mayo, que no tuvieron reconocimiento de nadie; otra que, en el mismo mes de mayo, justo en vísperas electorales, tuvimos que hacer en el Helicoide un motín por un cúmulo de violaciones, vejaciones y humillaciones que había en el sitio. Llegó un momento en el que ya no quisimos más agresiones físicas, negación de los derechos fundamentales y de las visitas, etc. Había violencia verbal, física y psicológica.
Las elecciones fraudulentas y el motín dieron pie a que el gobierno, para lavarse la imagen, hablara de un proceso de paz, reconciliación y de segundas oportunidades con los “terroristas”. Una noche nos sacaron tal cual entramos, sin documentación ni explicación.
¿Cómo ha sido su permanencia en Cúcuta?
Estoy allí desde finales de febrero y quiero continuar con mi trabajo en el ámbito de derechos humanos. Quedé consternado con todo el tema de la migración y de los caminantes venezolanos. Gracias a diferentes organizaciones que están trabajando el tema de los caminantes, tuve la posibilidad de visitar los comedores y los albergues tanto en Cúcuta como en Pamplona. Uno ve a sus compatriotas de los estratos más bajos caminando en hordas por toda América con la única intención de comer y de vivir.
Yo conversaba con ellos y no sabían bien a dónde iban, qué documentos debían tener; no conocían los derechos humanos, se sentían totalmente vulnerables. Lo único que están pensando es en cómo sobrevivir un día más ellos y sus hijos. Otra cosa importante: la altísima cantidad de niños que son partes de estos migrantes. Son niños con experiencia de vida desde los 6 años pasando de un país a otro, sin saber qué van a comer, para dónde van a ir y no se preocupan por su escolarización. No hacen nada. Y cuando los jóvenes están hacinados, sin hacer nada, tienden a conductas delictivas.
Hábleme sobre su proyecto para estos jóvenes
Tengo un proyecto llamado ‘El arte también es un refugio’. Hay muchas organizaciones que están ayudando con el tema de los migrantes, pero principalmente con medicinas, comida y techo. En lo que yo pude ver, no hay ninguna atendiendo la educación de los niños. El proyecto que yo quiero presentar se desarrollaría en 4 zonas de Cúcuta. Queremos tocar 25 niños en cada una durante una semana dándoles clases de arte. Son cinco días por cada ciclo y cada día se divide en dos actividades: una enfocada en técnica de dibujo, ilustración, pintura o collage y la segunda parte concentrada en derechos humanos, pero también con un fondo artístico.
De forma que a los niños se les crean buenos hábitos, se les fomenta la creatividad, ven que existen otras cosas en la vida y también van entendiendo algunos conceptos de los derechos humanos. La intención de estas clases también es involucrar a los padres y promulgar la escolarización.
¿Cómo se le puede ayudar en su proyecto?
Los recursos que necesitan los niños son mayormente útiles escolares. Yo busco los expertos en pedagogía o artistas voluntarios que quieran participar en esa tarea. Es importante la colaboración de la policía colombiana para mantener seguros a los voluntarios en estas zonas.
¿Cuál es su actual situación legal en Colombia?
Tengo actualmente un salvoconducto que me permite moverme por todo el territorio nacional durante noventa días. Todo esto es previo a conseguir mi asilo, pues mi intención es trabajar el tema de los migrantes venezolanos por un plazo amplio aquí en Colombia.
¿Qué cree que va a pasar con Guaidó?
Guaidó está haciendo un trabajo mucho mejor que los dirigentes anteriores de la oposición. Tiene una ruta que no puede mantener abierta al conocimiento público, pero todo lo que ha hecho lo considero exitoso: su gira internacional, haber logrado el acuerdo de tantos países, el hecho de que salió y entró a Venezuela a pesar de tener una orden de restricción, el tema de los buques petroleros que no pueden venderle petróleo a los Estados Unidos, etc. Yo pienso que el total apoyo a lo que él está haciendo logrará sacar a Maduro.
PLINIO APULEYO MENDOZA