Las elecciones legislativas españolas, que tienen lugar este domingo, llevan a los electores a tomar decisiones en un escenario que se muestra confuso, fragmentado e incierto, con una campaña política jalonada por verdades a medias, imprecisiones y mentiras.
Es tal el nivel de desconcierto ante los cuatro principales candidatos a ocupar el cargo de jefe de Gobierno español que hasta el último momento se ha hablado de seis millones de ciudadanos indecisos, una cifra sin precedentes en la historia democrática de ese país.
Ese alto número de votantes sin candidato definido se convirtió en el objetivo principal de los partidos políticos durante la campaña electoral.
En el entresijo de mensajes y propuestas, el Partido Popular (PP), con Pablo Casado como aspirante a la presidencia del gobierno, dirigió su estrategia a marcar diferencias con el Partido Socialista Obrero Español (Psoe), en cabeza del actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Casado dice que el PP, de derecha, fue la agrupación política que sacó a los españoles de la crisis económica del 2007, producida durante los gobiernos de izquierda de José Luis Rodríguez Zapatero. Sánchez, por su parte, ha respondido con cifras positivas de su gestión presidencial y pide la reelección para continuar con su proyecto.
Ambas agrupaciones, que durante 40 años marcaron el bipartidismo en España, han asumido el tema catalán como bandera política. Mientras Casado acusa a Sánchez de favorecer el separatismo, al punto de haber constituido su gobierno con el apoyo de independentistas, el presidente socialista se defiende y dice que está del lado del diálogo en Cataluña, pero que jamás respaldará la secesión o un referendo que la promueva.
En contra del líder socialista también se pronuncia el partido Ciudadanos, de centro, presidido por Albert Rivera. Constituye uno de los nuevos grupos en el escenario político español y cuenta con la representación parlamentaria más radical contra el separatismo catalán. Rivera ofrece formar coalición con el PP para evitar que Sánchez siga en el poder.
De otro lado, la coalición Unidas Podemos (que decidió feminizar su nombre de pila), bajo la dirección del líder de extrema izquierda Pablo Iglesias, podría jugar un papel importante en la constitución de un gobierno presidido por Sánchez. Se ha mostrado cercano a él y lo apoyó en la moción de censura que promovió el año pasado contra el entonces presidente del gobierno español Mariano Rajoy, en un movimiento político que lo llevó a la presidencia.
En esta campaña, Iglesias se ha caracterizado por un discurso político más moderado que en el pasado y ha criticado la falta de propuestas concretas y serias por parte de los demás partidos.
Vox, la incógnita
En medio de este panorama complejo y poco claro, surge la gran incógnita de Vox, el partido de extrema derecha que sorprendió con positivos resultados en las elecciones regionales de Andalucía, celebradas en diciembre de 2018.
No pudo participar en los debates televisivos de esta semana por carecer aún de representación parlamentaria, pero probablemente sea el partido que más pueda beneficiarse de esos encuentros.
Se trató de dos únicos debates en los que los candidatos del Psoe, PP, Ciudadanos y Podemos discutieron temas diversos que preocupan a los ciudadanos: Cataluña, impuestos, empleo y pensiones, sobre todo.
En ellos los españoles vieron un mal espectáculo, sin un ganador nítido, y a unos políticos que, a excepción de Iglesias, se caracterizaron por culparse unos a otros sobre la situación española y por decir medias verdades, cuando no mentiras.
Esa confusión reinante podría derivar muchos votos hacia Vox, especialmente salidos del PP y Ciudadanos. Este partido emergente pretende captar no solo a los indecisos, sino a los descontentos frente al resto de agrupaciones políticas.
El futuro español también es incierto porque no se sabe cómo se formarán las coaliciones entre los partidos para constituir un gobierno. El presidente en España no se elige por votación directa, sino a través del régimen parlamentario donde los congresistas del partido más votado eligen jefe de Gobierno.
Durante el funcionamiento del bipartidismo del PP y Psoe, el procedimiento era sencillo: ganaba la presidencia el candidato del partido que más congresistas obtuviera. En un escenario multipartidista, como el actual, el presidente será aquel que logre consolidar la mayoría en el Congreso, sin importar en la suma final de dónde vienen los apoyos.
Cada partido, en consecuencia, trata de establecer la mejor coalición posible que le proporcione la mayoría necesaria para gobernar.
Una posible alianza de izquierda podría darse entre Psoe y Unidas Podemos si la suma de sus diputados constituye mayoría y permite formar gobierno. En este caso, Sánchez continuaría en la presidencia.
Otra alianza probable podría surgir en la derecha, entre PP, Ciudadanos y Vox, que calcaría la conformación del gobierno autonómico de Andalucía. Allí ejerce el poder una coalición, bajo la presidencia del PP.
Una réplica a nivel nacional llevaría a la jefatura de Gobierno a Casado o a Rivera, según quien obtenga más votos. En cualquier caso, el modelo multipartidista permite conjeturas y coaliciones parlamentarias jamás imaginadas.
Objetivo, tumbar a Pedro Sánchez
El líder del conservador Partido Popular, Pablo Casado, dijo que está abierto a gobernar con el partido de extrema derecha Vox y con Ciudadanos, un partido de centroderecha liberal.
¿Para qué vamos a pisarnos la manguera entre nosotros, si lo que tenemos que hacer es sumar?
“Al final, Vox y Ciudadanos, tengan 10 escaños o tengan 40, van a tener la influencia para entrar en el Gobierno o para decidir la investidura o la legislatura. Por tanto, ¿para qué vamos a pisarnos la manguera entre nosotros, si lo que tenemos que hacer es sumar?”, dijo Casado.
“Si verdaderamente se quiere echar a Pedro Sánchez, lo responsable, lo patriótico es votar al PP”, reclamó. “Tenemos que echar a Sánchez. Es una emergencia nacional”, abundó Albert Rivera, de Ciudadanos.
Juanita Samper Ospina
Corresponsal de EL TIEMPO
Madrid