Más de 400 millones de europeos están llamados a las urnas entre el 23 y el 26 de mayo para elegir a 751 eurodiputados en unas elecciones que marcarán el futuro rumbo del continente: más integración interna y apertura externa si se imponen los más europeístas, y más soberanía nacional y cierre externo si se da un fuerte auge de los eurófobos.
Los sondeos apuntan a que los conservadores serán la lista más votada, seguidos de los socialdemócratas, pero por primera vez en la historia de la Unión Europea (UE), estos dos grupos no alcanzarán el 50 por ciento de los escaños.
Así cobrarán importancia otros grupos, como los liberales, los euroescépticos, los ecologistas o los de izquierda. A la espera de confirmar si los sondeos aciertan y la ultraderecha, unida o separada, como hasta ahora, en varios grupos, alcanza a ocupar el 25 por ciento de la Eurocámara.
Las principales familias políticas presentan candidatos comunes para toda Europa y el ganador debería ser el próximo presidente de la Comisión Europea, si los dirigentes nacionales no imponen a otra persona, como pretende el francés Emmanuel Macron.
Los conservadores lanzan al bávaro Manfred Weber, los socialdemócratas al holandés Frans Timmermans, los ecologistas a la alemana Ska Keller, los euroescépticos al checo Jan Zahradil y la izquierda al belga –nacido en España– Nico Cué. Los liberales no apoyan este sistema, pero, por si acaso, adelantan el nombre de la danesa Margrethe Vestager. Otros nombres son los del excanciller francés Michel Barnier o de la excomisaria búlgara Kristalina Georgieva.
Gran parte de los liberales y socialdemócratas se estarían moviendo en los últimos días para formar lo que en Bruselas ya se llama la coalición ‘de Macron a Tsipras’. Ante la caída de los conservadores, se trata de forjar una coalición ideológicamente muy variada que iría desde la izquierda del griego Alexis Tsipras hasta los liberales del francés Emmanuel Macron, y que incluiría a todos los partidos que, dentro de esos límites, fueran decididamente europeístas.
Una mezcla de socialistas, socialdemócratas, ecologistas y liberales para aislar a la ultraderecha, a la vez que para desbancar a los conservadores, que llevan dos décadas copando las instituciones de la UE y que pronto perderán peso tras la retirada de Angela Merkel.
Uno de los mayores desafíos de estos comicios es hacer entender a los europeos su importancia
Una mezcla de socialistas, socialdemócratas, ecologistas y liberales para aislar a la ultraderecha, a la vez que para desbancar a los conservadores, que llevan dos décadas copando las instituciones de la UE y que pronto perderán peso tras la retirada de Angela Merkel.
El exprimer ministro belga y jefe de los liberales europeos Guy Verhofstadt explicó en declaraciones a EL TIEMPO que “estas elecciones serán una batalla entre dos bandos. Por un lado, los populistas y nacionalistas. Por otro lado, una alternativa proeuropea”.
Verhofstadt confió que “después de los comicios, formaremos un grupo pro-europeo en cooperación con el presidente francés Emmanuel Macron para ser la alternativa a los populistas y, a la vez, romper el bloqueo entre socialdemócratas y conservadores”.
Los ultras ya no prometen sacar a sus países de la UE, una idea que el caos que provocó el brexit en el Reino Unido parece haber enterrado. Ahora, buscan destruir la UE desde dentro, ocupando sus instituciones.
Estas elecciones serán una batalla entre dos bandos. Por un lado, los populistas y nacionalistas. Por otro lado, una alternativa proeuropea
Los conservadores están divididos entre quienes abogan por pactar con la ultraderecha (al estilo del gobierno de coalición austríaco) y quienes prefieren aislar a los ultras detrás de un ‘cordón sanitario’. La experiencia dice que, en la mayoría de los casos, pactar con los ultras no sirvió para ‘civilizarlos’ sino para blanquear su discurso de odio.
Daniel Gros, del Ceps de Bruselas, considera que los grupos ultras podrían tener un efecto limitado: “El examen real llegará después de las elecciones, cuando los partidos euroescépticos tengan que articular una visión alternativa coherente para Europa y para el papel de la UE. Es muy poco probable que emerja esa visión”.
Los comicios europeos son cada vez más importantes para el continente porque la Eurocámara ha ido ganando, poco a poco, competencias hasta convertirse en un actor casi imposible de ignorar por los Gobiernos nacionales.
Cuando más poder tienen los eurodiputados, menos gente parece molestarse lo suficiente para ir a votar
Su voto es requisito indispensable para aprobar toda la legislación europea, junto a los Gobiernos de los 28 Estados miembros representados en el Consejo Europeo. La Comisión Europea propone, los Gobiernos y los eurodiputados deciden.
Los eurodiputados también deciden sobre cualquier norma relativa al mercado común, al comercio internacional, a políticas como las agrícolas, pesqueras, medioambientales, migratorias y energéticas. Codecide cómo se gasta el presupuesto europeo (en el entorno del billón de euros para siete años) y debe ratificar todos los nombramientos de altos cargos de las instituciones del bloque… Apenas la política exterior le queda más lejos, aunque su voz se oye cada vez más en estos asuntos.
Uno de los mayores desafíos de estos comicios es hacer entender a los europeos su importancia. La participación lleva décadas cayendo y está muchos puntos por debajo de la participación en los comicios nacionales. Cuando más poder tienen los eurodiputados, menos gente parece molestarse lo suficiente para ir a meter su papeleta en una urna.
En 2014, la participación cayó hasta el 42,6 por ciento. Y aunque en Bélgica llegó al 90 por ciento (el voto es obligatorio), en Eslovaquia solo votó el 13 por ciento.
IDAFE MARTIN PÉREZ
Para EL TIEMPO
Bruselas@IdafeMartin