Mi nombre es Estefanía Cortés Vargas, soy colombiana, nací en Riohacha, pero mi familia se mudó a Canadá cuando tenía seis años. Crecí dedicándome a ayudar a las personas y en 2015 logré ser miembro de la Asamblea Legislativa de Alberta. Me di cuenta de que me gustaban las mujeres cuando tenía 18 años y entendí mi identidad de género como ‘queer’ tres años más tarde.
Ser ‘queer’ quiere decir que uno no se identifica con los modelos de género establecidos de hombre o mujer, sino que tiene una libertad de identidad y expresión de género que permite mostrarse socialmente sin pertenecer a alguna de esas categorías.
La sexualidad y el género son dos cosas distintas. Por un lado están las preferencias sexuales, y por el otro, entender el cuerpo de uno mismo. No entiendo las cosas como lo hacen los demás ‘normalmente’. Ser ‘queer’ es una forma de ser trans, porque yo tengo la misma experiencia en que uno ve su cuerpo y no lo reconoce.
Mi niñez fue muy particular porque mi mamá es terapista de lenguaje y por sus estudios ya sabía cosas neutrales de género, ella siempre manejó colores y cosas neutrales para mi hermano y para mí. Yo podía elegir los juguetes que quisiera, incluso si eran de hombre. Fue muy fácil crecer con ella, pero yo no entendía cuando llegaban los regalos de la familia, porque todos eran acordes al género.
El proceso que yo tengo en mi mente es que voy hacia donde me sienta feliz y mi corazón me dice cuando hago algo y se siente bien
Yo expresaba mi identidad desde pequeña, pero no lo entendía. Un día, cuando tenía 18 años, estaba en mi cuarto viendo un video de Ellen DeGeneres, en el cual ella reaparecía en televisión después de siete años de haber salido del clóset y dice “yo no quiero hablar de lo que pasó, mejor voy a bailar”. Yo vi esto, comencé a llorar y pensé “creo que soy gay”. Ese fue el momento.
Antes de eso había tenido relaciones con hombres, pero no sentía nada. La razón por la que terminaba esas relaciones era precisamente porque no sentía más, pero nunca le presté atención a esto, simplemente traté de ignorar esas cosas durante mi adolescencia y me dediqué a hacer otras cosas como trabajar por los jóvenes y los inmigrantes. Yo no tenía ejemplos ni modelos de lo que estaba sintiendo.
En mi adolescencia me dejaban usar la ropa vieja de mi hermano porque yo odiaba los vestidos. Recuerdo que el día de mi primera comunión mi mamá me dijo “mira Estefanía, tienes que usar este vestido durante la ceremonia porque es la tradición y es importante para la familia, será solo por una hora y luego te puedes poner lo que quieras”.
Cuando les conté a mis padres que me gustaban las mujeres ellos me dijeron que siempre me iban a querer, pero tenían preguntas como por qué había tenido relaciones con hombres en el pasado, pero yo les expliqué que solo estaba intentando ser ‘normal’. Incluso tuve una época en la que intenté ser más femenina y me maquillaba y peinaba a diario, pero era más un show que algo que me hacía sentir bien.
Esto también ha sido difícil para mis padres, pues no pueden imaginar cómo será mi vida o cómo me voy a ver por ser ‘queer’, solo saben que mi vida siempre va a ser difícil.
Mi madre me dijo que mi vida iba a ser complicada porque ya era inmigrante, latina (yo era la única latina en mi colegio) y ahora queer, pero yo le dije que yo no iba a ser feliz si no hacía lo que realmente quería.
A pesar de que mi sexualidad la definí a los 18, mi identidad de género es algo que todavía estoy tratando de descubrir y entender, pero empezó cuando ingresé a la universidad y me mudé a vivir sola. Eso me dio el espacio para explorar y no estar con personas que tuvieran una expectativa de cómo me veía, todos eran gente nueva en mi vida.
Lo primero que hice fue cortarme el pelo. Siempre lo tuve muy largo y no me gustaba que me lo cortaran, ya estaba acostumbrada a eso y le tenía miedo al cambio, pero cuando lo corté, la primera vez fue hasta cuello, y cuando me miré al espejo sentí que era también la primera vez que me veía como realmente era. Lo fui cortando más y más lentamente, porque se me hizo duro hacerlo todo a la vez, pero cada vez me sentía más y más feliz.
También usaba más ropa femenina que masculina en ese momento, además tengo unos senos grandes, entonces cualquier camiseta que me ponga se ve muy femenina. Cuando comencé a cambiar el tipo de ropa que usaba hacia algo más masculino, también comencé a encontrar felicidad.
Sin embargo, yo me veo al espejo y siento que todavía no estoy como quiero, y creo que esa es la parte más difícil de ser trans o queer, que partes del cuerpo no se sientan correctas.
Mis padres no hablan o comentan mucho sobre mis cambios físicos, lo que sí noto es que cuando me pongo ropa más femenina siempre me dicen algo como “te ves muy bonita”, pero normalmente ellos aceptan que Estefanía es Estefanía y está haciendo lo que está haciendo. Además, cuando tuve mi primera novia, ellos lo tomaron muy bien, la aceptaron, la invitaban a reunirse con nosotros, han sido muy receptivos.
En cuanto al entorno social, el hecho de que Canadá sea un país tolerante con la comunidad LGBTI, hace todo un poco más fácil, sin embargo, nunca es del todo sencillo. La gente a veces me mira raro o se comporta extraño, sobre todo cuando están con niños, los alejan como si yo pudiera contagiarles el ser gay.
En este momento estoy en lista de espera para quitarme los senos. Sigo actualizando lo que quiero ver en mí, mirando qué quiero hacer con mi cuerpo y, honestamente, a veces no sé la respuesta, lo voy entendiendo a la medida que voy descubriéndome.
Por mucho tiempo se ha establecido que uno tiene que tomar la decisión, que no se es trans hasta que no se hace la cirugía, que no se es hombre o mujer si no se decide, que no se puede existir en la mitad, pero el proceso que yo tengo en mi mente es que voy hacia donde me sienta feliz y mi corazón me dice cuando hago algo y se siente bien.
Sé que mis cambios físicos se dirigen más hacia un aspecto masculino, pero sigo teniendo muchos aspectos femeninos de mi personalidad y de mi físico que valoro mucho y que no quiero cambiar por tener que definirme como hombre. A mí me gusta el contraste que siento cuando me visto como hombre, pero por debajo de esa ropa sigo siendo mujer.
Yo no quiero dejar de ser lo que soy, parte de eso es porque fui creada como una mujer. A mí me gusta conservar lo femenino y mezclarlo con lo masculino. Tengo lo mejor de ambos mundos, entiendo a ambos géneros y esa es la parte que más me encanta de mi vida, pero mucha gente no lo entiende.
En mis relaciones suelo sentirme atraída por las mujeres con estilo muy femenino. Normalmente, las mujeres con que he salido solo han estado con hombres y creo que ellas están más dispuestas a conocer algo nuevo, mientras que las mujeres que solo han salido con mujeres, me ven solo como mujer.
Mi novia ha sabido entender muy bien mi forma de ser. Si un día estoy expresando una forma masculina, ella me halaga como si fuera un hombre, pero si estoy con un look más femenino, ella cambia su lenguaje sin dificultad. Nunca lo hemos hablado, pero ella siempre lo ha hecho así.
Yo ya no explico lo que soy, yo solo existo. Cuando descubrí que era ‘queer’ pensé en que no quería salir del clóset de nuevo, ya lo había hecho una vez cuando supe que era lesbiana y fue muy difícil, porque tienes que explicarle eso a la gente y responder preguntas incómodas.
Esa segunda vez me dije “no lo voy a hacer, solo voy a vivir mi vida y si me preguntan, contesto”. Pero es exhausto cuando te preguntan qué eres, porque piensas inmediatamente si esa es una persona a la que se le puede explicar profundamente o solo un poquito. Lo bueno es que la mayoría de gente no me pregunta, simplemente empiezan a entenderme cuando coexistimos juntos.
Pertenecer a la comunidad LGBTI en Canadá sin duda es más fácil que en otros países, porque la gente allí es más tolerante y respetuosa. Además, yo no solo soy ‘queer’ y lesbiana, también soy política. Como desde mi campaña fui abiertamente gay, pues mucha gente me reconoce por eso.
Lo que me pasa en la política es que a veces solo me ven como eso (gay), se volvió mi identidad. Por eso es que a veces no hablo de esto, prefiero hablar de todos los demás intereses que tengo y que represento de las personas que votaron por mí. Yo estoy haciendo un montón de cosas por la gente, pero parece que solo quieren saber de mi vida privada.
En 2015, como miembro del Nuevo Partido Demócrata de Alberta, fui elegida en las elecciones generales para hacer parte hasta abril de 2019 de la Asamblea Legislativa de Alberta, que representa al distrito electoral de Strathcona-Sherwood Park . Con 24 años, me convertí en la persona más joven y en la primera colombiana en ocupar ese cargo. Gané en esa ocasión con la mayor cantidad de votos: 9,376, que representaban el 42% de la votación total.
Muchas personas creían que lo único por lo que luchaba era por los derechos de la comunidad LGBTI, lo que me convirtió en el blanco de las personas que están en contra de la comunidad, porque incluso me llegaron amenazas de muerte. Mientras que otros políticos hablan de sus familias con tranquilidad, a mí me insultaban por lo mismo.
Pero hay algo que aprendí de los colombianos y que me ha ayudado mucho para no prestarle atención a los comentarios malos: el sentido del humor. Lo he usado para reírme de mí misma y de las personas que quieren hacerme sentir mal.
En los cuatro años que hice parte de la Asamblea Legislativa, en lo que más me enfoqué fue en la economía. Lideré proyectos como la refinería del petróleo, porque en Alberta le vendíamos el petróleo sin procesar a Estados Unidos y se lo comprábamos cuando ellos ya lo habían procesado. Parte de hacer la refinería nosotros mismos incluyó generación de empleo y eso es positivo para todos.
También tuve que luchar esos cuatro años contra el estigma de que como era gay, la gente creía que solo trabajaba por las personas de la comunidad LGBTI. Pero entendí que debía romper esa imagen que tenían de mí, así que empecé a acercarme yo misma a las personas para hacerles saber que podía ayudarlos tanto como cualquier otro asambleísta.
Mi idea siempre fue ‘la integridad de la representación’, por eso no quise usar mi posición para ayudar únicamente a la comunidad LGBTI, porque sabía que en Alberta hay miles de personas más que no hacen parte de esa comunidad, pero sí de otras, y ellos también necesitan ayuda.
Desde que llegué a Canadá con 6 años hago parte de otras comunidades como la de inmigrantes y la de latinos. Vi a mis padres ayudando a los migrantes que llegaban a Canadá y no tenían familia, no sabían hablar inglés o no tenían donde vivir. Crecí en una familia que siempre estaba dispuesta a ayudar a quienes lo necesitaban y yo también hacía parte de eso.
Cuando tenía 12 años aproximadamente comprendí cómo es la cultura canadiense y sus sistemas, que hay apoyo para todo y uno no tiene que hacer las cosas solo, por eso decidí empezar a trabajar con organizaciones de inmigrantes.
A los 15 años hice un grupo de jóvenes colombianos inmigrantes que empezó con 3.000 dólares. La idea era acompañar y hacer actividades para esos niños y adolescentes que pasaban la mayor parte del tiempo solos porque sus padres tenían hasta dos y tres trabajos.
El proyecto era ser un apoyo para ellos y alejarlos de las drogas u otros malos caminos que podían encontrar por la falta de compañía. Ese grupo llegó a estar conformado por 25 jóvenes.
Cuando terminé el colegio estaba ya trabajando con niños con necesidades especiales, así que decidí entrar a estudiar educación y trabajo social. Allí en la universidad terminé representando a los estudiantes y abogando por sus necesidades.
Antes de convertirme en asambleísta yo estaba trabajando para la líder del Nuevo Partido Demócrata de Alberta, Rachel Notley. Ella me daba los proyectos que iba a presentar para que yo preparara esas presentaciones e investigara sobro esos temas en los otros estados del país. Rachel quien me propuso y animó en enero de 2015 para que me postulara como candidata para la Asamblea Legislativa.
El hecho de que una colombiana hiciera parte del Gobierno generó mucho impacto en el entorno. Muchos inmigrantes que conozco me han dicho que no sabían que esa era también una opción para ellos o para sus hijos, así que esto dejó de ser un triunfo mío y se convirtió en un ejemplo.
Con todo eso entendí que tenía una responsabilidad de contar mi historia en grupos de personas que son marginalizados para presentarles nuevas oportunidades. Otra de las cosas que hice y generó mucho impacto fue el no permitir que me llamaran ‘Mr’ (señor) o ‘Mrs’ (señora) en el nombramiento de la Asamblea. Ese día, el formulario solo daba esas dos opciones, así que yo dibujé un cuadro al lado, le escribí “otro” y le puse una x.
En esa ocasión pensé: “yo no me voy a dejar definir y marcar la historia de mi vida como señor o señora después de todo lo que he hecho”. Desde eso, la Asamblea de Alberta incluyó en el formulario el género neutral y a mí me llamaron “Miembro” Cortés Vargas.
Yo no me voy a dejar definir y marcar la historia de mi vida como señor o señora después de todo lo que he hecho
En el futuro quiero volver a hacer parte de la política, pero desde abril que terminó mi periodo estoy retirada. Aunque creo que hubiera ganado de nuevo, decidí no continuar otros cuatro años porque desde el 2015 tengo mis estudios suspendidos y solo tenía hasta este año para retomar los créditos o se iban a vencer.
Con respecto a mí, me siento muy feliz y orgullosa de lo que he logrado hasta ahora, pero en los últimos cuatro años no tuve mucho tiempo de explorar mucho mi vida personal y ahora tengo la oportunidad.
Ahora me siento libre de las expectativas de la gente y quiero seguir creando mi género, porque es algo de mí para mí y me hace sentir bien. Tomé la decisión de que mi cuerpo es mi libertad y ya no tengo miedo.
Yo no he reprimido mi forma de ser porque quiero ser feliz, yo no vine a esta vida para pasármela estando triste. No puedo estar feliz si estoy pendiente todo el tiempo de cómo me ve la gente, simplemente decidí vivir sin definirme como hombre o mujer y disfrutar todo lo que eso me permite.
ANA CRISTINA ÁLVAREZ
Periodista de ELTIEMPO.COM
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