Lambert, el símbolo del debate sobre la muerte digna en Francia

Después de casi once años de haber sido diagnosticado como tetrapléjico y más de cinco en estado vegetativo, el jueves pasado falleció Vincent Lambert. Nueve días antes se había interrumpido la alimentación e hidratación que recibía por vías artificiales, decisión que contó con la aprobación de la Corte de Casación, máximo tribunal francés, tras un largo pulso jurídico entre dos corrientes opuestas de la familia del paciente, que se enfrentaron en los más altos estrados de Francia y Europa.

Desde el 29 de septiembre de 2008, Lambert se hallaba internado en el hospital Sebastopol de Reims, tras sufrir un accidente en moto que le ocasionó severas lesiones cerebrales. Para ese momento, toda su familia celebró su sobrevivencia, pues Vincent tenía 32 años y Rachel Lambert, su esposa, había dado a luz a su primera y única hija dos meses antes.

Sin embargo, una diferencia irreconciliable de opiniones dividió en dos a la familia desde que los equipos médicos informaron en 2013 que no había mejoría ni tampoco esperanzas de recuperación.

De un lado estaban quienes defendían el derecho a morir dignamente y que luchaban por detener los cuidados; es decir, la nutrición e hidratación por medio de sondas. En este grupo se encontraban Rachel, quien desde 2016 fue su tutora legal; seis hermanos de Vincent y su sobrino François.

La contraparte, decidida a mantener con vida a Vincent, fue liderada por Viviane Lambert, la madre del paciente, quien consideraba que él solo se encontraba discapacitado y que interrumpir los cuidados era “eutanasia encubierta”.

Lo mismo pensaban Pierre, el padre de Vincent, ginecólogo y militante contra el aborto; su hermana y un medio hermano.

Según el diario ‘Le Parisien’, la postura de estos últimos se explicaría por sus vínculos con la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, un movimiento católico integrista, no reconocido por el Vaticano, que contaría presuntamente con el apoyo de movimientos de ultraderecha.

La batalla jurídica se inició en el 2011, cuando los médicos determinaron que Vincent contaba con un “mínimo estado de conciencia” y que sus “comportamientos podrían ser interpretados como una oposición a los cuidados, que traducirían un rechazo a la vida”, según el diario ‘Le Monde’. De ahí que el hospital y Rachel detuvieron los cuidados en 2013, sin dar parte al resto de la familia, que al enterarse acudió al Tribunal Administrativo de Châlons-en-Champagne y ordenó reanudarlos.

El año siguiente es el mismo hospital, secundado por Rachel, el que inicia un nuevo proceso para volver a detener los cuidados, y, aunque esta vez se informa a la familia, el Tribunal reitera su decisión de mantener el tratamiento.

Tras ello, Rachel acude al Consejo de Estado, que se encarga de establecer si el caso de Vincent puede acogerse a la ley Leonetti, sobre el fin de la vida. Esta legislación, que no debe confundirse con la eutanasia –ilegal en Francia–, señala que los cuidados médicos “no deben mantenerse por una obstinación irrazonable” y que, en el momento en que parezcan “inútiles, desproporcionados o sin otro efecto que el solo mantenimiento artificial de la vida, pueden suspenderse o no retomarse”.

El Consejo de Estado ordenó un nuevo examen médico, el cual determinó que Lambert se encontraba en estado vegetativo irreversible, por lo que aceptó que su caso se acogiera a la ley Leonetti, para que se interrumpieran los cuidados. Una vez más, los padres se opusieron y acudieron al Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, el cual estimó que la decisión del Hospital de Reims era legal. Descontentos, los padres se quejaron ante el Tribunal de Reims, el cual solicitó que se designara a un tutor para Lambert.

Otro largo proceso se abrió hasta que finalmente fue elegida Rachel, quien denunció la falta de garantías para que se siguiera el deseo de Vincent, pues, según ella, él nunca habría deseado vivir en estado vegetativo. Así quedó en evidencia la vaguedad de la ley, pues al no haber un testamento vital, no precisa qué significa una “obstinación irrazonable”, deja la decisión en manos de los médicos y no establece quién de la familia tiene la voz principal.

En todo caso, como Rachel era favorable a la interrupción de los cuidados, se acogió de nuevo a la ley Leonetti. La contraparte invocó esta vez al comité internacional de los derechos de las personas discapacitadas de la ONU, que solicitó detener el proceso de interrupción de cuidados para estudiar el caso.

El Tribunal Administrativo de París rechazó la indicación de la ONU y volvió a suspender el tratamiento de Lambert. El Tribunal de Apelación de París también reaccionó y pidió que se reanudaran los cuidados hasta que la ONU se pronunciara. Fue entonces cuando la Corte de Casación, máximo tribunal, indicó que el hospital tenía el derecho de suspender el tratamiento sin esperar a la ONU.

Tras este pronunciamiento, los abogados de los padres se quedaron sin más recursos y el 5 de julio, el hospital detuvo las máquinas que alimentaban e hidrataban artificialmente a Vincent y le administraron una sedación para evitar que sufriera.

Después de su muerte, el fiscal de Reims ordenó una autopsia, mas no por haber indicios de un acto criminal, sino para determinar las causas de su muerte y “evitar que, como resultado de una posible queja de asesinato, haya que exhumar el cuerpo”. Esto, teniendo en cuenta que los abogados de los padres han calificado de “crimen de Estado” la muerte de Lambert y han señalado al médico tratante por “tentativa de homicidio voluntario”. Por ahora no hay ningún proceso abierto.

De esta manera, la tragedia de Vincent Lambert se convirtió en un asunto de Estado, político, bioético, judicial, médico y mediático, y ha suscitado un gran debate entre los franceses, pues abrió paso a la discusión sobre el derecho a la muerte digna, a las leyes en torno al fin de la vida y a la eutanasia.

Voces a favor y en contra

El caso de Lambert escaló hasta el papa Francisco, quien pidió orar “por los enfermos que son abandonados hasta dejarlos morir. Una sociedad es humana si protege la vida, toda vida, desde el inicio hasta su fin natural, sin decidir quién es digno o no de vivir. ¡Que los médicos ayuden la vida, no la quiten!”, trinó, sin mencionar a Lambert .

El escritor francés Michel Houellebecq rompió un silencio de meses con una columna en el diario Le Monde titulada ‘Vincent Lambert, muerto para ser un ejemplo’. Dice que “el Estado francés consiguió llevar a cabo lo que buscaba con saña, desde hacía años, la mayor parte de su familia: matar a Vincent Lambert”.

En ese sentido, no hay que olvidar que en sus novelas ha repudiado la eutanasia. Las voces a favor de la muerte digna son mayoritarias. Jean Louis Touraine, diputado de La República en Marcha, partido fundado por el presidente Emmanuel Macron, publicó una columna en Le Monde a favor de la eutanasia, que apoyaron 155 diputados macronistas.

MELISSA SERRATO RAMÍREZ
Para EL TIEMPO
París

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