“¡Quemen a Jair Bolsonaro, no la Amazonia!”.
Ese fue el grito de miles de personas en al menos una docena de ciudades brasileñas y también en muchas urbes latinoamericanas y del mundo en las que se protestó por lo que se considera una condenable inacción del gobierno del presidente brasileño, que apenas el viernes ordenó a los militares –después de dos semanas– desplegarse para controlar los incendios que afectan a la Amazonia de su país y que amenazan con extenderse a Bolivia y Paraguay.
Pero también fue un llamado de atención a los demás gobiernos amazónicos que con sus políticas hacen poco por evitar la deforestación y controlar a hacendados y colonos que tumban bosques para luego limpiar los terrenos con fuego y habilitarlos para el pastoreo de ganados.
El Amazonas es una fábrica de oxígeno que produce el 20 por ciento de ese elemento vital y concentra el mismo porcentaje de agua dulce del planeta.
Sin embargo, las protestas se centraron, de momento, en la figura del ultraderechista Jair Bolsonaro, cuyo país ha padecido este año casi 78.000 brotes de incendios, un 84 por ciento más de los datos registrados en los primeros siete meses del año pasado, y más de 2.100 nuevos focos en las últimas 48 horas.
Todo este movimiento mundial ha hecho que el tema de los incendios en el Amazonas se robe el protagonismo en la cumbre del G7, selecto grupo de países que se reúnen desde ayer en Biarritz (Francia), y que Bolsonaro haya sido tachado, inclusive, de “mentiroso” por el gobierno del presidente francés, Emmanuel Macron.
“Teniendo en cuenta la actitud de Brasil de las últimas semanas, el presidente de la república constata que el presidente Bolsonaro le mintió en la cumbre (del G20) de Osaka”, declaró el Elíseo, que considera que “el presidente Bolsonaro decidió no respetar sus compromisos climáticos”.
A lo que se sumaron la amenaza de París de vetar el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur –Irlanda se unió a la iniciativa– y el anuncio de Finlandia, país que ocupa actualmente la presidencia rotatoria de la UE, de proponerles a sus pares la prohibición de las importaciones de carne de res brasileña para protestar contra la gestión de los incendios. Esto, teniendo en cuenta que Brasil es el principal exportador de carne de res del mundo.
“En medio de una crisis climática internacional, no podemos permitir que se produzcan más daños en una importante fuente de diversidad y oxígeno”, advirtió en un trino el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres.
Celebridades como Madonna, Ricky Martin, Novak Djokovic, Gisele Bündchen y Leonardo DiCaprio acentuaron la presión al movilizar a sus millones de seguidores en redes sociales, así algunos hayan utilizado en sus post fotos de años pasados.
‘El mundo sufre’
De otra parte, los obispos católicos reunidos en el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) pidieron a los gobiernos de Brasil y Bolivia, así como a la comunidad internacional, “tomar serias medidas para salvar al pulmón del mundo”. “Lo que le pasa al Amazonas no es un asunto solo local, sino de alcance global. Si el Amazonas sufre, el mundo sufre”, manifestaron en un comunicado titulado ‘Levantamos la voz por el Amazonas’.
Un conjunto de durísimas presiones internacionales a las que Bolsonaro apenas reaccionó intentando bajarle el perfil a lo sucedido y apelando al viejo argumento izquierdista de acusar a Francia de “mentalidad colonialista”. Para Bolsonaro, los actuales incendios forestales están dentro del promedio de los últimos años, “existen en todo el mundo y no pueden ser pretexto para sanciones internacionales”.
Pero el agronegocio brasileño ya está preocupado, porque teme pagar los platos rotos: “Acabo de conocer las noticias y nos preocupa”, dijo el viernes la ministra de Agricultura, Tereza Cristina, que pidió “bajar la temperatura” de la discusión. “No se puede decir que porque tenemos un incendio o un fuego en la Amazonia, el agronegocio brasileño sea el gran destructor”, argumentó.
Analistas y expertos coinciden en que la furia mundial por lo que sucede tiene que ver con el hecho de que los incendios no son accidentales, sino que forman parte del modus operandi de hacendados brasileños que le roban terreno a la selva y buscan habilitar tierras para ganadería y actividades agroindustriales y son avalados por el discurso de Bolsonaro.
Brasil se encuentra en temporada seca, cuando los incendios son frecuentes, aunque especialistas coinciden en que no se trata de un año de sequía intensa y que el fuerte incremento de los focos se debe a la deforestación, la cual también aumentó exponencialmente, según datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) y otras instituciones, desde que Bolsonaro asumió el poder en enero pasado.
Desde los tiempos de su campaña presidencial, el exmilitar habló de construir represas en la cuenca amazónica, de explotar la riqueza minera de territorios donde viven pueblos indígenas y de crear focos de producción agroindustrial en la selva con el argumento de que “Brasil es soberano sobre el Amazonas”, el mayor bosque tropical del planeta que en un 65 por ciento del total está sobre ese país.
Hay que tomar serias medidas para salvar al pulmón del mundo
Además amenazó con sacar al país del acuerdo ambiental del COP21, siguiendo el mal ejemplo del presidente Donald Trump, quien, solidario con su “amigo”, ofreció toda la ayuda de Estados Unidos para controlar los incendios si así se lo piden.
Naturalistas y biólogos están de acuerdo en afirmar que el daño sobre la Amazonia que están causando estos incendios apenas podría ser resarcido en 200 o 300 años, a menos que haya una gigantesca labor de rehabilitación que no parece asomarse en los planes a corto o mediano plazo del presidente brasileño.
Por lo pronto, Bolsonaro, que desde antes de esta crisis ya se desplomaba en las encuestas, está contra la pared.
* Con AFP, Reuters, Efe y Bloomberg