En los últimos días, los fenómenos meteorológicos extremos se han intensificado debido al cambio climático, responsable de canículas y periodos de sequía cada vez más frecuentes, más largos y más intensos.
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Las olas de calor, como la que sofoca actualmente a Europa y a otras regiones del planeta, aumentan su intensidad y su duración y en ciertas zonas podrían convertirse incluso en un fenómeno permanente, alertó la semana pasada un especialista de la ONU.
La “cúpula de calor” –un fenómeno que, por el estancamiento de las masas de aire, recalienta la atmósfera– que recubre gran parte de Europa, los incendios forestales provocados por el calor que devastan Grecia, España, Portugal, Canadá y Hawái, o las altísimas temperaturas en pleno invierno sudamericano acapararon los titulares de los últimos días.
La semana pasada se alertó de que el sur de Europa sufrió un episodio tardío de calor, con temperaturas que llegaban a los 40 grados, un umbral por lo general insólito después del 15 de agosto.
Lo alarmante, sin embargo, es que el panorama no parece mejorar al largo plazo.
“Las olas de calor se volverán cada vez más intensas y frecuentes”, le dijo a AFP John Nairn, un experto en calor extremo de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), con sede en Ginebra.
“Es la consecuencia del calentamiento global que vemos aparecer muy rápidamente en los sistemas meteorológicos”, añadió, subrayando que los científicos avisaron de ello. “La gente está demasiado relajada ante las señales”, lamentó. “La ciencia advirtió de que esto llegaría. Y no se detiene aquí. Será más intenso y más frecuente”.
John Nairn recomienda que concentremos la atención en el aumento incesante de las mínimas nocturnas, y no en los récords de calor diurno, que ocupan los titulares.
“Es la consecuencia del calentamiento global que vemos aparecer muy rápidamente en los sistemas meteorológicos”
Temperaturas nocturnas elevadas y repetidas son especialmente peligrosas para la salud humana porque el cuerpo es incapaz de reponerse del calor que sufre durante el día. Mínimas nocturnas más elevadas significan, además, que la energía acumulada durante el día no tiene ningún lugar donde pueda ser evacuada, aumentando aún más las temperaturas del día siguiente.
Llegamos así a “periodos más largos de temperaturas elevadas”, comentó el científico, asegurando que la situación amenaza con empeorarse.
El experto se preocupa sobre todo por la situación en regiones como Sudamérica, que alcanzó récords de calor en las últimas semanas, con temperaturas de hasta 40 ºC en su supuesto invierno.
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Es, por ejemplo, el caso de Brasil, que vive una ola de calor en pleno invierno, con la metrópoli de São Paulo cerca de romper los registros históricos del mes de agosto y de 2023.
Los habitantes de la mayor ciudad de América Latina, de 11,5 millones de habitantes, se vieron sorprendidos en los últimos días por temperaturas casi diez grados por encima del promedio de este mes, de 24,5 ºC, según las mediciones del Instituto Nacional de Meteorología (Inmet).
Y es que, en palabras de Nairn, en un futuro “veremos más olas de calor en un periodo del año mucho más largo”.
En las regiones tropicales y subtropicales, “desgraciadamente, todo indica que olas de calor graves y extremas amenazan con producirse en cualquier momento (del año) antes del final del siglo”.
Cuando se le preguntó qué es lo que podemos hacer, estimó que “tenemos todos la capacidad de invertir la tendencia”. “Tenemos que llevar todo a la electricidad (…) y parar la quema de combustibles fósiles. No tiene más complejidad que esa”, resumió.
Efectos en la salud
En Canarias (España), las emisiones de carbono de este mes son las más altas para cualquier otro mes de agosto en los últimos 20 años, según afirma el Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus (Cams, por su sigla en inglés), que asoció ese pico al incendio de Tenerife.
Entre tanto, en Grecia, la semana pasada se contabilizaban más de 40.000 hectáreas destruidas por cuenta de los incendios forestales, y Portugal se mantuvo en alerta máxima por riesgo de incendios, con la mitad del país por encima de los 40 ºC algunos días.
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Casos como estos han llevado a los científicos a cuestionarse de nuevo sobre la contaminación atmosférica provocada por estos fenómenos naturales.
Uno de los aspectos que definen el humo de los incendios forestales es el “material particulado”, toxinas que, dependiendo de su número, pueden hacerlo visible.
Las partículas de 2,5 micras de diámetro (PM 2,5) son “especialmente peligrosas para la salud humana y se emiten en cantidades realmente grandes”, le explicó a la AFP Rebecca Hornbrook, química atmosférica del Centro Nacional de Investigación Atmosférica de Estados Unidos, que atraviesa en aviones el humo para sus investigaciones.
“Si el viento sopla a favor de un incendio forestal, eso es lo que causa la mayor parte del oscurecimiento del cielo y la falta de visibilidad”, dijo, al referirse a los cielos cubiertos que se vieron en Nueva York tras los incendios registrados a cientos de kilómetros de distancia en Quebec, a principios de este año.
Las PM 2,5 penetran profundamente en los pulmones e, incluso, potencialmente en el torrente sanguíneo.
El estadounidense promedio ya había estado expuesto a 450 microgramos de humo por metro cúbico a principios de julio, una medida peor que la total identificada entre 2006 y 2022, alertó recientemente en X (antes Twitter) el economista Marshall Burke, de Stanford, citando cálculos realizados por el Laboratorio de Cambio Ambiental y Resultados Humanos de esa universidad.
También preocupan las sustancias invisibles conocidas como compuestos orgánicos volátiles (COV), como el butano.
Estos provocan irritación de ojos y garganta, y algunos son carcinógenos conocidos.
Por otro lado, la posesión de automóviles se disparó tras la Segunda Guerra Mundial y, en las décadas transcurridas desde entonces, los científicos han adquirido conocimientos sobre su impacto en el ser humano, desde la aparición del asma en la infancia hasta el aumento del riesgo de infarto e incluso de demencia en etapas posteriores.
Esta amplitud de conocimientos no existe en el caso del humo de los incendios forestales, explicó Christopher Carlsten, director del Laboratorio de Exposición a la Contaminación Atmosférica de la Universidad de Columbia Británica.
Según las dos docenas de estudios publicados, “parece haber una mayor proporción de efectos respiratorios que cardiovasculares del humo en comparación con la contaminación del tráfico”, le dijo a la AFP.
El laboratorio en el que Carlsten trabaja ha empezado a realizar experimentos en humanos con humo de leña para obtener más claridad. De acuerdo con el experto, que también es médico, existen medidas sanitarias, como los esteroides inhalados, los antiinflamatorios no esteroideos y los filtros de aire, pero urge investigar para saber cuál es la mejor forma de utilizarlas.
REDACCIÓN INTERNACIONAL