‘La vergüenza es tan pegajosa’: la escritora que narra su desgarradora historia

Lara Love Hardin miraba fijamente una casa en Aptos, California, y habló de la tarde en noviembre del 2008 cuando fue esposada y sacada a la fuerza por la puerta principal por un ayudante del alguacil, quien le dijo que no merecía ser madre.

“Todos los vecinos estaban ahí parados”, narró Hardin, ahora de 56 años. Ese día coronó un largo periodo consumiendo drogas que le costó seis años de sobriedad y la custodia de sus cuatro hijos, de 3, 13, 16 y 17 años. El segundo esposo de Hardin también fue arrestado; el hijo pequeño de la pareja fue llevado a urgencias.

“Ya no pensaba, ‘puedo salir de esto hablando, puedo crear una historia’”, expresó ella. “Sólo se acabó”.

Antes de su caída en picada, Hardin era dueña de un cementerio de mascotas. Ahora es una agente literaria y escritora fantasma que ha colaborado en varios bestsellers, entre ellos algunos del Arzobispo Desmond Tutu y el Dalai Lama. Representa a profesores universitarios. Ha comido con Oprah Winfrey.

Si un giro tan dramático apareciera en una novela, un editor podría señalarlo como poco realista. En vez de ello, Hardin escribió unas memorias: “The Many Lives of Mama Love” (Las Muchas Vidas de Mamá Love), que explican en una prosa salpicada de humor cómo construyó un puente de su vida anterior a la actual.

Los vecinos que vieron su arresto aquel día también fueron sus primeras víctimas. Hardin había robado una chequera, tarjetas de crédito, certificados de regalo, correo y analgésicos de sus hogares, y pirateado su WiFi mientras apostaba y fumaba heroína.

Al ser criada en los suburbios de Boston, “era la niña en el departamento, la niña pobre con la madre soltera”, dijo. Tras una infancia que pasó leyendo libros como escape, fue la primera persona en su familia en asistir a la universidad. Huyó a la Universidad de California, en Santa Cruz, luego a U.C. Irvine, donde obtuvo una maestría en bellas artes.

He aquí lo que no te enseñan en la escuela de posgrado: si cargas 500 dólares de abarrotes a una tarjeta robada y luego te das cuenta de que se te olvidó la leche, la segunda transacción cuenta como un crimen separado. Hardin se declaró culpable de 32 delitos graves y enfrentó hasta 27 años en prisión. Con un acuerdo con la fiscalía, pasó 10 meses en la cárcel, señaló.

Hardin sobrevivió el encarcelamiento al hacer oír su voz. Empezó a escribir —ensayos, poemas y cuentos, además de correspondencia legal y personal para compañeros de celda.

“Me preocupa que pudiera meterme en problemas por fingir ser alguien más”, escribe de este segundo trabajo, que le valió el apodo Mama Love. “Aún no caigo en la cuenta de que lo que estoy haciendo es pulir mi empatía —el superpoder de todos los grandes escritores fantasma”.

Tras cumplir su sentencia, obtuvo empleo como asistente de medio tiempo en Idea Architects, una agencia literaria fundada por Doug Abrams. Él nunca revisó sus referencias.

Abrams finalmente se enteró de sus antecedentes, pero mantuvo a Hardin en la nómina durante 12 años, una decisión que considera una de las mejores de su vida. Ella se convirtió en coejecutiva de la compañía.

Luego de escribir 12 libros para otras personas —11 de ellos hombres— Hardin aún no estaba segura de si estaba lista para contar su propia historia. “La vergüenza es tan pegajosa”, dijo.

Sin embargo, en el 2022, rentó una casa en Tailandia, donde escribió un borrador de las memorias.

En “The Many Lives of Mama Love”, explora su infancia emproblemada; sus dos fracasos matrimoniales; la escalada de su adicción de los opioides a la heroína; y su resolución de reconstruir un hogar para sus cuatro hijos, quienes vivieron con su primer marido hasta que ella se recuperó.

Ahora, Hardin está casada con su esposo de “la tercera es la vencida”. No consume drogas. Y el año pasado, inauguró su propia agencia, True Literary.

“Escogí ese nombre porque me gustan las historias verídicas que no creerías ni aunque fueran ficción”, comentó.

“Ya no pensaba, ‘puedo salir de esto hablando, puedo crear una historia’. Sólo se acabó”.

ELISABETH EGAN. THE NEW YORK TIMES

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