‘Seguía con mi novia porque tenía miedo de que me matara’

Alex Skeel es un joven británico de 22 años.

Durante años fue víctima de los maltratos físicos y psíquicos de su pareja y madre de sus hijos, la primera mujer condenada en Reino Unido por abuso doméstico contra un hombre.

*Lo que sigue a continuación es el relato en primera persona que Skeel le contó a Sophie Haydock, de BBC Three.

Advertencia: El relato puede herir la sensibilidad del lector.

Nunca olvidaré el momento en que mi novia, Jordan, vertió agua hirviendo sobre mí por primera vez.

Me había arrinconado en la esquina de una habitación de la casa que compartíamos en Bedfordshire (Inglaterra), sosteniendo el hervidor lleno de agua ardiendo.

Llevábamos tres años juntos y todo había comenzado con cosas pequeñas como que no usara el color gris o que no le gustaba mi peinado, pero para aquel entonces ya eran nueve los meses que venía sufriendo abuso físico continuado.

Le tenía mucho miedo.

Todavía puedo ver esa primera gota de agua cayendo sobre mi piel.

Todo sucedió a cámara lenta. Me escoció la piel. El dolor no se parecía a nada que hubiera experimentado antes. Le supliqué que me dejara meterme en un baño lleno de agua fría, era lo único en lo que podía pensar que detuviera la quemazón.

Me dejó meterme en la bañera y el alivio fue instantáneo.

No puedes imaginar lo increíblemente bien que se siente el hundir tu cuerpo en agua helada después de eso. Es el sentimiento más agradable del mundo.

Pero después me obligó a salir, o decía que me volvería a echar agua hirviendo.

Si me quejaba, o decía que me dolía, ella me espetaba: «Vuelve al baño «, pero al rato me obligaría a salir de nuevo.

Todo eran juegos mentales con ella.

Una relación normal

Jordan Worth y yo teníamos 16 años cuando nos conocimos en 2012, mientras estábamos en la universidad.

A ella le había ido muy bien en la escuela y había logrado una plaza en la Universidad de Hertfordshire para estudiar arte. Quería ser maestra.

Los primeros meses fue todo bien. La pasábamos muy bien juntos y hacíamos cosas de una pareja normal: ver películas o pasear.

Pero pasados unos meses, pasaron cosas raras, solo que en ese instante parecía que solo era un reclamo de atención.

Mis padres nos habían nos habían pagado una estancia en Londres para que fuéramos a ver El Rey León. Y, de la nada, Jordan desapareció.

Todos la buscamos por un buen rato. Mucho más tarde, la encontramos en el área de recepción del hotel, riendo a carcajadas. Todo fue un poco raro.

En retrospectiva, creo que fue su manera de asustarme y hacer que me preocupara por ella, para poder controlarme.

«Me aisló y me impedía comer»

Con el tiempo, ya había conseguido aislarme de todos mis amigos y familiares. Me había prohibido verlos e incluso usurpado mi cuenta de Facebook, una táctica clásica de abuso doméstico.

Empezó a impedirme que comiera. Perdí muchísimo peso.

Intenté luchar contra su comportamiento, pero ella encontraba la manera de tergiversar las cosas y culparme a mí. Sabía que no tenía la culpa de nada, pero al final acaba convenciéndome y terminaba pensando: «¿qué estoy haciendo mal?».

Cuando me decía: «No me gusta el color gris» o «no me gustan esos zapatos», yo me decía: «De acuerdo, no me los pondré» porque quería que estuviera contenta, pero en realidad estaba intentando que fuera algo que nunca iba a ser. Era una batalla perdida desde el principio.

Tuvimos dos hijos juntos. Esperaba que eso cambiara las cosas.

No fue así, y empecé a temer que, si la abandonaba, ella les haría daño. Así que nunca me fui.

Claro que hubo algunos momentos muy buenos con ella, momentos en los que me sentí feliz, cuando nos reíamos y nos divertíamos juntos. No fue una pesadilla todo el tiempo. Y yo tenía muchas ganas de hacer funcionar la relación.

La amaba, al fin y al cabo.

Me acostumbré al dolor

El abuso mental se volvió después físico.

Empezó con ella durmiendo con una botella de vidrio. Me acusaba de estar hablando o de mandarme mensajes con otras chicas, algo absolutamente falso.

Esperaba a que me quedara dormido y entonces me golpeaba con la botella en la cabeza y me decía: «¿en qué estás pensando?».

Después de un tiempo, dejó de dolerme. Estaba tan acostumbrado al dolor que ya ni lo sentía.

Así que ella ideó otra forma de lograr lastimarme.

Después de la botella, llegó el martillo. Y después del martillo, podía encontrar cualquier cosa para golpearme.

Llegaron también los cuchillos. Varias veces estuvo a punto de alcanzar una arteria en mi muñeca.

Y después de eso, llegó el agua hirviendo. Llegué a tener quemaduras de tercer grado. Cada vez que me acostumbraba al dolor, ella subía de nivel.

Tras el agua hirviendo, estaba la muerte.

Tenía pánico a lo que Jordan podía hacer, pero creía que si decía algo, acabaría matándome.

Incapaz de denunciar

Si sus lesiones acaban mandándome al hospital, decía que me había tropezado, que me había golpeado la cabeza o que me había quemado al poner el agua de la ducha muy caliente.

Un vecino llegó a llamar la policía varias veces cuando escuchó gritos en distintas ocasiones. Mentí. No fue algo agradable, pero lo hice para salvarme la vida.

Con frecuencia tenía los ojos negros, con cardenales. Ella usaba su maquillaje para taparlo, para ocultar lo que me había hecho.

Sentía cómo mi cuerpo se apagaba. Llegué a perder más de 30 kilos.

Tiempo después los médicos me dijeron que estuve a 10 días de la muerte, dada la restricción alimenticia a la que había estado sometido.

Fin a la pesadilla

Todo terminó en 2018, cuando un oficial de la policía vino a la casa para hacer un seguimiento de una visita que había hecho anteriormente. Ahí salió toda la verdad.

Mis heridas eran tan graves en ese momento, y estaba tan demacrado después de haber perdido tanto peso… Hasta entonces lo había negado todo, pero no podía aguantarlo más.

Si la policía no hubiese intervenido en ese preciso momento, creo que hubiese acabado en el piso.

No hay duda al respecto. Tuve la suerte de tener tantas lesiones que las pruebas eran muy sólidas. Todo eso ayudó a alejar a Jordan de mi vida.

Creo que lo que la movió a hacer lo que hizo fueron los celos. Mi familia y yo estábamos muy unidos, mis amigos eran geniales y ella me distanció de todo eso.

Una vez me dijo: «Quiero arruinar tu vida».

Muy pocos hombres buscan ayuda en caso de ser víctimas de abuso.

Jordan nunca se arrepintió de lo que me había hecho. Ni siquiera cuando la policía vino a interrogarla. Creo que le preocupaba más que la agarraran que el daño que me había hecho.

En el juicio, se declaró culpable, pero creo que para obtener una sentencia más leve.

No sé cómo ha podido justificarse a sí misma su comportamiento.

El estigma

Creo que las personas que cometen abusos domésticos lo hacen porque les gusta mucho. Es como una droga, una adicción. Y cuanto más lo hacen, más creen que pueden salirse con la suya, y cada vez se pone peor y peor. Es como si estuvieran en el cielo y tú en el infierno.

Ellos obtienen lo que quieren. Ese control completo. Y tú vives tu peor pesadilla, algo que nunca en tu vida hubieras deseado.

Había oído hablar del abuso doméstico masculino antes de conocer a Jordan. Sabía que era lo que las estaba padeciendo que estaba muy, muy mal. Pero no sabía qué hacer.

Durante todo el tiempo que viví los abusos, no hubiera podido nombrar ni un solo cargo por el que hubiese podido ser detenida porque nunca tuve ni idea.

Y aunque pueda sonar chistoso, nunca tuve prisa por salir de esa situación. No era capaz. Yo no tenía nada y, además, teníamos dos hijos juntos. Lo único que esperaba es que la pesadilla acabara. Mi preocupación eran los niños, que estuvieran bien.

Nunca puedes decirle a alguien que deje ese tipo de situación. Eso es lo peor. Solo tienes que decir: «Mira, si alguna vez necesitas hablar conmigo, aquí estoy».

Jordan fue sentenciada a siete años y medio de prisión en abril de 2018. Admitió haber tenido un comportamiento controlador o coercitivo en una relación íntima, hiriendo con intención y causando graves daños corporales.

Cuando escuché las noticias, ni siquiera me inmuté. Ahora tiendo a no molestarme por las cosas.

Cuando llegó el veredicto, me dije: «Se ha hecho justicia». Después, sentí mucho alivio, como si me hubiera quitado un enorme peso de encima.

Tan pronto como supe que estaba ella se encontraba en la furgoneta de camino a prisión, por primera vez en cinco años, pude levantar la cabeza y no tener ni una sola preocupación en mi mente.

Los niños no saben realmente lo que pasa. He guardado mucha información, los documentos judiciales, etc., para que los lean cuando sean mayores. Cuando sean lo suficientemente maduros para entenderlo, se lo explicaré.

Yo solo espero que algún día me digan: «Hiciste un buen trabajo, papá», eso es lo único que me importa.

Jordan fue la primera mujer en el Reino Unido en ir a prisión por un comportamiento coercitivo y controlador.

Hay muchos estigmas que impiden que los hombres se expresen y, a menudo, la policía no toma en serio la violencia contra los hombres. Las campañas de abuso doméstico suelen excluir a los hombres. Eso está mal ¿Qué tiene que ver el género con el abuso?

No soy tan estúpido como para pensar que todas las mujeres serán como Jordan, pero no estoy listo para tener otra relación en este momento. Solo quiero disfrutar de las cosas que solía disfrutar cuando era niño, porque Jordan me lo quitó y destruyó todo. Tengo que intentar volver a construir todo eso.

He empezado a hacerlo con la ayuda de organizaciones benéficas de abuso doméstico de hombres. Y en el futuro me gustaría abrir un refugio para hombres que han sido maltratados.

A veces pienso que la razón principal por la que estoy vivo es para crear conciencia.

¿Por qué el cuchillo no entró en el lugar equivocado? ¿Por qué no recibí un golpe en un sitio desafortunado? Nunca llegué a tener una fractura en el cráneo y fui golpeado miles de veces Debe haber una razón para ello y es ayudar a la gente.

Solo espero que las cosas puedan mejorar para otras víctimas.

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