Una caravana de motorizados escolta a una limusina fúnebre que lleva una imagen gigante de Kim Il-sung. Era el 17 de julio de 1994 y el cuerpo del fundador de Corea del Norte, considerado gran líder de la nación, era trasladado al mausoleo del Palacio Memorial de Kimusan.
El culto a la imagen del patriarca de la dinastía Kim era tan grande que la transmisión de KCNA (televisión nacional) permite ver a miles de civiles y militares llorando por igual mientras el cortejo fúnebre se abría paso por las calles de Pyongyang.
Kim falleció el 8 de julio, pero la noticia se dio a conocer recién 30 horas después. El régimen decretó un luto de diez días. El día del funeral, además, se dispararon salvas de artillería, se guardaron tres minutos de silencio y se ordenó que todas las locomotoras y barcos sonaran sus silbatos al mismo tiempo.
Corea ocupada
“Para entender lo que pasa en Corea y que la dinastía Kim haya podido sobrevivir tanto tiempo hay que entender su situación geográfica”, explica el internacionalista especializado en Asia y profesor de la Universidad San Marcos Carlos Aquino.
Ubicado entre tres gigantes –China, Japón y la otrora Unión Soviética, ahora Rusia–, Corea se convirtió en un paso obligado para alguno de los bandos que deseaba controlar al otro.
En 1905, la península se convirtió en el protectorado del Imperio Japonés y cinco años después fue anexada. “Esa es la fuente de los problemas históricos entre ambos. Los japoneses impusieron un dominio bastante drástico”, detalla Aquino.
“Bajo el dominio colonial, los terratenientes coreanos retuvieron el poder. El campesinado era pobre e inculto. Muchos coreanos de élite habían aceptado el dominio japonés, incluido el idioma”, añade el escritor y periodista de “Asia Times” Bradley K. Martin, especialista en el tema norcoreano.
Ambos expertos coinciden en que en esa época el norte coreano estaba mucho más desarrollado que el sur debido a que concentraba las fábricas y minas del país.
La ocupación había hecho que diferentes grupos rebeldes se formaran en el país. La familia Kim formaba parte de esta oposición, por lo que en 1920 se vio forzada a huir hacia China. Con solo ocho años, Kim estudió en la provincia de Jilin hasta que años más tarde fue arrestado acusado de actividades subversivas.
Se unió al Partido Comunista Chino en 1931 y una década más tarde ya era comandante de su unidad. Fue entonces cuando adoptó el nombre de Kim Il-sung (su nombre original era Kim Song-ju) en honor a un mítico guerrero antijaponés.
Su formación continuó en la Unión Soviética, punto fundamental para el futuro.
Llegada al mando
“Hasta 1945 Corea era un solo país. La división se dio con la Guerra Fría. La URSS instaló a Kim como líder de Corea del Norte, en 1948 la ONU quiso que haya elecciones en toda la península, pero la URSS lo aceptó solo en el norte. Ahí se instaló Kim”, explica Aquino.
Cinco años después, Corea del Norte le declaró la guerra al Sur, lo que causó la intervención de la ONU, EE. UU. y China. En 1953, ambas Coreas firmaron un armisticio y establecieron el paralelo 38 como la frontera.
Durante su régimen, Kim Il-sung estableció el Pensamiento Juche, basado en que “los propietarios únicos de la revolución y la construcción posterior son las masas”. Es decir, ser autosuficientes y cortar el comercio exterior, dando por resultado el aislado país que hoy conocemos.
Uno de los principales pilares de ese pensamiento fue la política Songun, que priorizó el fortalecimiento del ejército y, a la larga, el sueño de obtener un arma nuclear.
“La autosuficiencia era una parte importante del nacionalismo que intentó proyectar. El Sur eligió el mejor curso económico: importar lo que fuera necesario para convertirse en una potencia industrial”, dice Martin.
“Aunque Kim fue muy inteligente, explotó su posición como la frontera que separaba a la URSS y China del imperialismo. Así consiguió que ambos lo siguieran ayudando”, añade Aquino.
Adoración a la imagen
Se estima que en Corea del Norte hay 500 estatuas de Kim Il-sung, una de ellas de 20 metros de alto. Además de un puente, un estadio, una universidad y una plaza que llevan su nombre. El patriarca de los Kim es considerado el presidente eterno de la nación.
Martin, quien visitó el país por primera vez en 1977, no duda en comparar la adoración por Kim con la que existe por una deidad.
“La gente realmente creía universalmente en el ser divino que se representaba como tal. Murió en el momento adecuado para preservar su elevada imagen, justo cuando la gran hambruna empezaba a golpear al país”, dice.
“Los norcoreanos de hoy no adoran a Kim Jong-un tan intensamente como adoraron –y en gran medida aún adoran– a Kim Il-sung”.
De hecho, existe una canción titulada «Where are you dear general» (Dónde estás querido general) que escribió Kim Jong-il, padre del actual dirigente, para recordar a los ciudadanos la labor realizada por el considerado eterno gran líder.
RENZO GINER VÁSQUEZ
EL COMERCIO (GDA)