Colombia es el segundo país más polarizado del mundo. Así lo sugieren los resultados del más reciente barómetro de la confianza de la consultora Edelman, uno de los más reputados del mundo, y que fue presentado en la reunión anual del Foro Económico Mundial celebrado en Davos, Suiza.
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El Trust Barometer –como se le conoce en inglés-, con más de 32.000 encuestados en 28 países, busca entender cómo evoluciona la confianza de las personas y cuál es su impacto en la vida social y política. Entre las conclusiones del estudio, titulado Navegando en un mundo polarizado, aparece una clasificación de países por niveles de polarización. Para ello, Edelman les formuló dos preguntas a los consultados: cuán dividido creen que está su país y si creen que esa división se puede superar. Con base en las respuestas, dividió a los países por grupos.
En la franja de países “altamente polarizados” el primer lugar lo ocupa Argentina, seguido por Colombia, EE. UU:, España, Sudáfrica y Suecia. Entre tanto, Brasil, Corea del Sur, México, Francia, Reino Unido y Japón aparecen en la zona de “alto riesgo de polarización severa”.Países como Malasia, China y Arabia Saudita clasificaron en el estudio como los territorios “menos polarizados”.
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En su estudio, Edelman explica que hay cuatro factores que impulsan la polarización y acentúan aún más las diferencias: la ansiedad y la preocupación por la economía, la desconfianza en los gobiernos que deriva en desequilibro institucional, la enorme brecha en los niveles de confianza entre clases sociales y los medios de comunicación, que cada vez están más sumidos en el descrédito.
Así, según explica el barómetro, la polarización resulta de esa fórmula mortal: la falta de confianza en el gobierno y la ausencia de una identidad y de valores comunes, sumado a una percepción de injusticia sistémica, pesimismo económico y desconfianza en los medios de comunicación. En esas condiciones, agrega, el nivel aceptable de debate social desciende a “un nivel crítico de polarización”.

Cientos de manifestantes protestando en Río de Janeiro.
Daniel Ramalho
Si bien los datos detallados del caso de Colombia se conocerán hacia finales de febrero, se adelantó que el 51 % de los encuestados cree que el país está más dividido hoy que en el pasado y que hubo una caída de 22 puntos en el optimismo económico en el último año.
Esto conlleva, según el estudio, a que las personas se sientan más desprotegidas, tengan mayores temores frente a su futuro y desconfíen de la institucionalidad. “La polarización es más grave cuando los temas que generan división se hacen más profundos en la sociedad”, señala Daniel Quiroga Plazas, directivo de Edelman Global Advisory para América Latina, al agregar que “las coyunturas políticas y sociales, los prejuicios, las brechas económicas y la violencia son reflejo de lo que fomenta la polarización”.
Desde la mirada de Mauricio Jaramillo Jassir, doctor en relaciones internacionales y profesor de la Universidad del Rosario, el puesto de Colombia en el escalafón se debe al “poco nivel de debate que hay en la sociedad. Lo que vemos, en cambio, es la política de las acusaciones personales, de la negación del otro. Es evidente que no tramitamos ni confrontamos las diferencias”, afirma.
Si bien Jaramillo aclara que la polarización venida de la política misma y la democracia “es sana”, el problema, dice, se presenta cuando la polarización pasa a ser “afectiva”, como en el caso de Colombia. “Allí no solo decimos que no estamos de acuerdo, sino que consideramos la otra posición como ilegítima y se el argumento se centra en la anulación del rival”.
En eso coincide el profesor mexicano César Ruíz Galicia, licenciado en Ciencia Política y en Estudios Latinoamericanos, quien apunta a que la polarización afectiva surge “cuando hay actores políticos que establecen el eje amigo-enemigo como el centro de su forma de entender y hacer política. De modo que en un punto la confrontación ya no es para defender una opinión, sino que se convierte en una cuestión campal e identitaria, que se juega en clave de barras bravas”.
Ruíz Galicia, no obstante, explica que, aunque es cierto que la polarización supone más riesgos que ventajas para las democracias, no se debe pasar por alto que esta también incluye aspectos positivos. “Vivifica la participación política, aumenta el rango de la diversidad ideológica, fortalece la relación entre votantes y partidos, simplifica los dilemas del electorado en la intimidad de las urnas y construye identidades políticas fuertes”. Lo que pasa, aclara el experto, es que la polarización se convierte en “una vía rápida para lograr un proceso de politización y activación ciudadana, y este no es el mejor camino para un país”.
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Escena de la ‘Toma de Lima’ que enfrenta a autoridades con miles de protestantes.
Hugo Curotto. EFE
América Latina, una región en crisis
Las fuentes consultadas por este diario coinciden en que América Latina enfrenta una inestabilidad política y una coyuntura económica adversa agravada por las consecuencias de la pandemia, la inflación generalizada y los efectos del conflicto en Ucrania profundizando los espacios de ingobernabilidad en varios países de la región.
“Latinoamérica siempre ha reflejado una gran inestabilidad política e institucional, solo que no al nivel de estos últimos tiempos. Estos vaivenes provienen de un mayor grado de polarización social y la poca posibilidad de mejora en plazos razonables”, explica Juan Battaleme, director académico del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (Cari).
A su criterio, la difícil situación económica que atraviesan los países y sus consecuencias sobre la ciudadanía son el principal factor de la agitación política y social actual. Sumado a que, desde su visión, “el caudillismo sigue vigente en la región, “lo que hace que aparezcan líderes que ofrezcan soluciones difíciles de poner en la práctica y que obedecen a intentar canalizar el malestar social”.
Al respecto, Theodore Kahn, director asociado de Control Risks, considera importante distinguir entre la polarización y fenómenos como el populismo y la política conflictiva.
“En muchas partes de América Latina, estamos viviendo el resurgimiento del populismo, que se basa en el poder carismático de un líder, independientemente de su ideología, y su conexión directa con la gente, sorteando las instituciones políticas. Pero esto no necesariamente implica que haya polarización en el sentido estricto”, considera Khan que apunta a dos ejemplos: México y Argentina.
“La situación en estos dos países obedece, para mí, al resurgimiento de movimientos populistas. En México, la gran división es entre los que están con el presidente Andrés Manuel López Obrador y los que no, más que izquierda versus derecha”, explica Kahn al advertir, sin embargo, de los efectos negativos de la polarización en la vida política de un país.
“Para que una democracia funcione, diferentes facciones políticas tienen que ponerse de acuerdo sobre temas complicados e identificar más que puntos en contra, objetivos en común. En la medida que los actores vayan tomando posturas extremas, esto se vuelve más difícil”. agrega.
De ahí que, para él, lo que le ocurre a países como Colombia es que las distintas fuerzas políticas carecen de “normas de respeto mutuo y civilidad”, que se suman a la conjunción de fenómenos como la polarización, el populismo y la conflictividad en la política.
El caso de Argentina

El presidente Alberto Fernández.
Esteban Collazo. AFP
En su estudio, Edelman ubicó a Argentina como el país más polarizado. Según los resultados, el 64 por ciento de los ciudadanos consultados considera que el país está más dividido hoy que en el pasado y la confianza en el gobierno llega apenas al 20 %, la más baja de los 28 países que incluye el estudio.
El politólogo argentino Juan Negri, sin embargo, tiene reparos con esa clasificación. Si bien reconoce que Argentina sí está polarizada en términos políticos, pues, según explica, desde hace unos diez años la gran mayoría de la población vota por dos agrupaciones electorales estables (el oficialismo y la coalición de fuerzas no peronistas), aclara que ese país “no está fracturado ideológicamente” y que esa polarización no tiene “visos de sociedades divididas”.
De hecho, a su juicio, “Argentina es un país mucho más pacífico, sobre todo si lo comparamos con la región”. Negri se refiere, por ejemplo, a hechos que evidencian una polarización más acentuada, como el estallido social en Chile en 2019 o el paro nacional en Colombia en 2021 o hechos más recientes como las protestas antigubernamentales en Perú tras el fallido autogolpe de Pedro Castillo en diciembre y el violento asalto del 8 de enero para derrocar a Lula en Brasil.
“Hubo, sí, en 2022 un intento de asesinato a la vicepresidenta argentina, Cristina Fernández, un hecho muy grave, pero es el primer hecho de violencia política en muchísimos años en el país”, añade el politólogo.
Eso sí, explica que en Argentina la consecuencia inmediata de la polarización es “la incapacidad de pensar un proyecto de desarrollo económico, que se manifiesta en su estancamiento de hace ya varios años”.
Sin embargo, Negri cree que la delicada situación económica que atraviesa el país posiblemente conduzca en los próximos meses a un consenso entre distintos sectores alrededor de un rumbo económico.
Lo cierto es que la polarización se ha convertido en una preocupación central de las sociedades democráticas en los últimos años. Y si bien la cuestión de cómo solucionarla puede resultar compleja, para Theodore Kahn “la salida tiene que ir encaminada en la recuperación de liderazgos fuertes desde partidos políticos consolidados. No necesariamente para evitar tener polarización, sino para poder manejarla bien llegando a consensos y acuerdos”.
WILLIAM MORENO HERNÁNDEZ
Redacción Internacional
EL TIEMPO