¿Qué implica para Occidente el tercer mandato de Xi Jinping en China?

El mandatario chino, Xi Jinping, ratificó el pasado viernes un tercer mandato presidencial tras ser reelegido durante la plenaria de la 14.ª Asamblea Nacional Popular (ANP), en el Gran Palacio del Pueblo, en Pekín. El inédito hecho había sido proyectado desde octubre del año pasado cuando fue reelegido por segunda vez como secretario general del Partido Comunista de China (PCCh), el partido político dirigente del país. Además, se mantiene como presidente de la Comisión Militar Central.

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Todos estos sucesos lo convierten hoy en el líder con más poder en China desde el fundador Mao Zedong. Hace cinco años, el órgano legislativo modificó la constitución nacional para eliminar el límite de dos periodos para gobernar el país. Con la aprobación de los casi 2.952 diputados de la asamblea de este año, Xi continuará a la cabeza de la República Popular de China por un quinquenio más, es decir, hasta al menos 2028, con lo cual completaría 15 años como líder absoluto.

El cónclave, que finalizó su primera sesión este lunes, también eligió a los líderes de las principales instituciones del país y determinó a Li Qiang, el segundo con más poder del PCCh y un aliado de Xi, como nuevo primer ministro. El nuevo vicepresidente será Han Zheng.

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La reelección ocurre en medio de tensiones con Estados Unidos y Occidente por la situación en Taiwán y bajo las acusaciones de Washington sobre supuesto espionaje chino a través de globos de vigilancia en territorio norteamericano. Esto se suma a la guerra de Ucrania y Rusia, y a los coletazos económicos derivados de las restricciones en el mundo por la pandemia de covid-19.

Partido Comunista Chino

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David López. EL TIEMPO

Para los analistas consultados por este diario, la continuación de Xi Jinping confirma la continuación de una posición contundente por parte de China ante estos frentes abiertos. “Vamos a seguir viendo a Xi tomando posturas más enérgicas hacia Occidente en términos retóricos e ideológicos”, explica Michelle Mengsu Chang, experta del centro de pensamiento ‘Asia Society’.

Taiwán, la línea roja

La semana pasada, el nuevo canciller chino, Qin Gang, advirtió en una rueda de prensa que la situación en Taiwán “es una línea roja que Estados Unidos no debería cruzar”. Y cuestionó: “¿Por qué Estados Unidos exige en el mundo que se respete la soberanía de Ucrania, pero no respeta la soberanía de China en la cuestión de Taiwán? ¿Por qué pide que no se le venda armas a Rusia, pero sí envía armas a Taiwán?”.

Aunque la posición del gigante asiático sobre este tema no es nueva y para Xi y el PCCh no es negociable la política de ‘Una sola China’, lo cierto es que sí ha habido un cambio en el tono del discurso que ha sido interpretado como una apuesta por una estrategia diferente y más contundente a la que se ha venido trabajando en el último quinquenio.

“Ahora que las relaciones entre EE. UU. y China están en un punto bajo, China no quiere que el problema de Taiwán se descontrole, por lo que está volviendo a un enfoque más orientado a la atracción económica en Taiwán, en lugar de la coerción militar”, explica Wen-Ti Sung, científico político experto en este tema y profesor de la Universidad Nacional de Australia. Y agrega: “Xi ha mostrado un gran interés en lograr avances en Taiwán, pero hasta ahora había estado dispuesto a adoptar un enfoque más suave”.

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Michelle Mengsu Chang lo analiza de esta forma: “China se ha vuelto más contundente con Taiwán. Xi es un líder de mente fuerte y está menos interesado en mantener equilibrios sutiles y delicados a favor de demostraciones de poder más fuertes. El nacionalismo doméstico también está en aumento. Pero China también está reaccionando a las señales de Taiwán y Estados Unidos, y no quiere parecer débil”.

Algo en lo que ha insistido el mandatario es que “no se debe subestimar la fuerza de China”, explica Li Yihu, miembro de la comisión de asuntos internacionales de la Asamblea Nacional Popular y profesor de la Universidad de Pekín. Sin embargo, la vía de la guerra estaría descartada al menos en el corto plazo, pese a que generales estadounidenses insisten en que puede haber un conflicto abierto entre ambas potencias.

“Una reunificación pacífica en este momento histórico es lo que se está acelerando, sobre todo para consolidar el concepto ‘un país, dos sistemas’, que quiere decir que después de la reunificación se mantenga en Taiwán su sistema económico y sistema social”, asegura Li.

Para Stephen Chan, autor Ph. D. y profesor de Política Mundial en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres, “China se vería enormemente desestabilizada en sus ambiciones si intenta invadir a Taiwán. Ha visto los terribles resultados de la invasión rusa de Ucrania y un asalto por mar sería mucho más difícil que un asalto por tierra transfronterizo. Pero se seguirán usando palabras duras, principalmente para inducir al electorado taiwanés a votar por un partido pro-Pekín por miedo derivado del discurso”.

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El foco principal y determinante está en las elecciones de comienzos del 2024. “Si hay un cambio de partido gobernante después de las elecciones nacionales de Taiwán, las cosas se verán bastante más positivas”, afirma Jonathan Sullivan, Ph. D. especialista en China y profesor asociado de la Universidad de Nottingham. “La combinación de la definición cambiante del statu quo de Tsai Ing-wen —líder de la isla desde 2016— y el apoyo de EE. UU. ha hecho que la China esté muy preocupada por la prolongación de la separación de Taiwán. Será un tema importante para el tercer mandato de Xi. La clave será si el DPP —partido nacionalista taiwanés— gana nuevamente en 2024, porque EE. UU. parece decidido a respaldar a Taiwán, lo que podría aumentar las tensiones nuevamente”.

Xi Jinping, presidente de China.

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David López. EL TIEMPO,

Tensiones con EE. UU. no paran

El constante tira y afloja entre China y EE. UU. parece no tener punto final. Ya se anunció una visita de Tsai Ing-wen a Nueva York y California, en su paso hacia Centroamérica, a finales de este mes. Durante su tránsito por EE. UU., se reuniría con el republicano Kevin McCarthy, presidente de la Cámara de Representantes, algo que tiene a Pekín en alerta y que recuerda al episodio de agosto pasado en el que la demócrata Nancy Pelosi, entonces presidenta de esa corporación, visitó a Taiwán y se reunió con Tsai, desafiando las advertencias de China. Como respuesta, el gigante asiático lanzó ejercicios militares alrededor de la isla. “Las relaciones entre ambos países solo empeoran a una velocidad alarmante. Estamos en un círculo vicioso de tensiones crecientes. Se está amplificando la atmósfera general de hostilidad e impulsando a los funcionarios de ambos lados a intercambiar advertencias y adoptar posturas más duras”, afirma Michelle Mengsu Chang.

Las relaciones entre ambos países solo empeoran a una velocidad alarmante. Estamos en un círculo vicioso de tensiones crecientes

Y es que la posición del gigante asiático, con Xi Jinping a la cabeza, es clara: “No tenemos miedo a las provocaciones de EE. UU.”, enfatiza Li Yihu en diálogo con este diario. “Vamos a defender nuestros derechos. Peleamos en contra de cualquier tipo de fuerza de otros países o superpoderes que interfieran con asuntos internos de China”, agrega.

El punto álgido de las relaciones sino-estadounidenses está en este tema. No en vano, la Asamblea Nacional Popular aprobó un aumento del 7,2 por ciento para la defensa nacional en el presupuesto de este año. “Algo que más le molesta a China es la intromisión de otros países en su soberanía y si EE. UU. sigue haciéndolo en temas como el de Taiwán, no habrá una relajación de las tensiones en el corto plazo”, asegura David Castrillón Kerrigan, docente investigador de la Universidad Externado. “Desde el presidente Xi Jinping hasta el Partido Comunista de China han sido enfáticos en este asunto y su postura al respecto no cambiaría”, añade.

El encuentro entre Xi Jinping y Joe Biden en Bali (Indonesia) en noviembre del año pasado intentó alivianar la tensión tras la visita de Pelosi a Taiwán, pero todo parece vuelto a congelarse y empeorarse con el escándalo de los globos, que “pudo haber sido evitado”, según dijo el canciller chino, y a las recientes prohibiciones de TikTok en EE. UU., algo que se suma a la llamada ‘guerra de los chips’ entre ambas potencias. Sobre esa reunión, el nuevo primer ministro, Li Qiang, ha dicho que es necesario que se concreten los acuerdos en políticas que beneficien a ambos países.

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“Muchas de las palabras fuertes entre Pekín y Washington en este momento son solo retórica. Occidente desconfía, pero no teme del desafío chino”, explica Stephen Chan. En estas palabras lo pone Wen-Ti Sung: “EE. UU. claramente ve a China como un competidor estratégico, mientras que China ve a EE. UU. como una fuente de tecnología y un cuello de botella estratégico que inhibe la ambición de China de una mayor influencia de geopolítica global”.

El otro punto de la tensión está dado por la guerra activa entre Ucrania y Rusia. La postura de Xi Jinping y su gobierno sobre una salida por la vía del diálogo fue mirada con escepticismo y desestimada por Occidente, que la tildó de “posición ambigua”, sobre todo por las relaciones con Vladimir Putin. El canciller Qin Gang le salió al paso a los comentarios y dijo que la relación entre Pekín y Moscú está basada en la “no alianza y la no confrontación” y enfatizó en que “China no es ninguna de las partes” de la confrontación.

Apuesta por el Sur global

La lucha geopolítica forma parte de la carrera entre las superpotencias. “La trayectoria de los dos primeros mandatos de Xi nos da una pista de cómo continuará: controles estrictos de todos los sectores y una política exterior sólida”, señala el profesor Jonathan Sullivan. China ha virado en la última década con el presidente Xi Jinping al mando hacia una estrategia del multilateralismo y el desarrollo tecnológico, algo que ha puesto a la Casa Blanca a buscar nuevas tácticas. “Vemos competencia, no conflicto”, dijo el presidente Joe Biden en su discurso de Estado de la Unión este año.

“China está luchando por equilibrar sus relaciones con Occidente y con Rusia. Después de la guerra de Ucrania, una Rusia disminuida le dará a China un mayor espacio para expandir su influencia geopolítica en Asia Central y potencialmente en Oriente Medio”, explica el científico político Wen-Ti Sung.

Esa influencia ha sorprendido a Occidente. Mientras se adelantaba la primera sesión de la Asamblea Nacional Popular, el mundo conoció que Irán y Arabia Saudita aceptaron restablecer relaciones diplomáticas tras un acercamiento mediado por China.

Después de la guerra de Ucrania, una Rusia disminuida le dará a China un mayor espacio para expandir su influencia geopolítica en Asia Central y potencialmente en Oriente Medio

Ahora bien, es claro que EE. UU. y Europa han puesto el foco en la financiación y desarrollo de obras de infraestructura por parte de China en países de estas regiones y en África y América Latina. Sin embargo, Pekín ha sido enfático en su pragmatismo y en aclarar que los negocios, las relaciones comerciales y económicas no se basan en acuerdos basados en ideologías políticas.

Analistas coinciden en que es una nueva estrategia que le está funcionando al gigante asiático y que se basa en “quién es el mejor postor”. Hace dos años, Washington y el G-7 intentaron crear el llamado Build Back Better World (B3W), un proyecto que a los ojos de analistas era similar a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés), planteada hace diez años por el presidente Xi Jinping para recrear la antigua ruta de la seda y de la que ya forman parte más de 150 países de todos los continentes.

“China ha mantenido una postura consistente en un multilateralismo abierto en el que no se excluya a nadie. En los próximos cinco años, esa seguirá siendo la apuesta”, señala David Castrillón Kerrigan. “En un momento en que algunas potencias han tornado a políticas más de proteccionismo, China continuaría impulsando iniciativas como esta para contrarrestrar esa tendencia. El comercio entre China y países miembros de la Iniciativa de la Franja y la Ruta creció en el último año un 20 por ciento”, agrega.

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A propósito de esa asociación y de la inversión de dinero, sectores de Occidente han señalado a China de una supuesta “trampa de la deuda”, sobre todo en países africanos. El canciller Qin Gang refutó los señalamientos y dijo que “EE. UU. es el culpable de haber creado una ‘trampa de la deuda global’ con el aumento de las tasas de interés”.

Ante los ojos de los expertos, el tercer mandato de Xi Jinping no solventaría las tensiones actuales con Occidente, pero habría posibilidades de alivianarlas. “Es difícil ver que puedan mejorar las cosas, pero existen importantes objetivos comunes, sobre todo en torno a la acción climática”, asegura el profesor Sullivan. Algo en lo que coincide Michelle Mengsu Chang: “China y EE. UU. están relacionados por décadas de flujos y lazos comerciales, intercambios culturales, colaboraciones científicas y tecnológicas, y millones de personas cuyas vidas se extienden a ambos lados del Pacífico. La solución podría estar en cambiar el foco a las formas en que los dos países pueden trabajar en temas como la salud pública y el medioambiente”. Sin embargo, “el problema en este momento es que la sospecha es alta y la confianza es baja”, enfatiza Sullivan.

Lo cierto también es que la guerra en Ucrania ha creado un espejo de una situación bélica a la que no se busca llegar al menos en el corto plazo, más allá de las advertencias verbales. Otros sectores, como el comercial, energético, rural y tecnológico, son un campo de acción y de competencia a los que le ha apostado Xi Jinping y en los que seguiría enfocado porque quiere lograr la modernización del gigante asiático. La duda entonces está en cuáles serán las cartas que jugarán Occidente y el próximo presidente de Estados Unidos cuando haya un relevo en la Casa Blanca.

DAVID ALEJANDRO LÓPEZ BERMÚDEZ
EL TIEMPO
PEKÍN
En Twitter: @lopez03david

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