Esta semana, con los anuncios del exvicepresidente Mike Pence y el exgobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, quedó prácticamente completó el ramillete de candidatos que aspirarán a la nominación del Partido Republicano para las presidenciales del 2024 en Estados Unidos, cuya carrera comenzará formalmente en enero del año entrante con las elecciones primarias de Iowa.
Aunque en total son diez aspirantes, aún no se descarta que alguien más salte al ruedo a último momento. Sin embargo, y pese a que en el grupo hay de todo un poco –afros, mujeres, empresarios y políticos–, todos los ojos están puestos en Donald Trump, quien domina las encuestas y en este arranque de campaña sale como favorito para ganar la contienda.
De hecho, la única pregunta por resolver a estas alturas es si alguno de los otros nueve rivales tiene un chance real de descarrilar la locomotora del expresidente. Y, de momento, la respuesta parecer ser no.
Eso, a pesar de todos los enredos jurídicos que persiguen al líder republicano, que esta misma semana confirmó cargos federales en su contra por la supuesta extracción ilegal de documentos clasificados, cuando abandonó la Casa Blanca en enero del 2021.
En total son 37 cargos, que incluyen «retención de información sobre la seguridad nacional» y «obstrucción a la justicia», en el caso de los documentos de la Casa Blanca, según el acta de acusación hecha pública este viernes por el Departamento de Justicia.
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Estos emanan del proceso que adelanta el fiscal especial independiente Jack Smith, quien fue nombrado por el fiscal general Merrick Garland para investigar la sustracción del material clasificado y el rol de Trump en los eventos que condujeron a la toma del Capitolio de enero de ese mismo año.
Es la primera vez, vale anotar, que un expresidente de Estados Unidos enfrenta delitos federales y cuyo desenlace, de ser hallado culpable, podría ser la cárcel.
Este se suma a otros dos procesos en curso: el que avanza en la Fiscalía de Georgia por intervención en las elecciones del 2020 y el anunciado por un fiscal de Nueva York en abril, el cual acusó formalmente al expresidente por el supuesto pago ilegal para ocultar su relación con una actriz porno.
Y, como si no fuera suficiente, el mes pasado un jurado en este mismo estado lo condenó por haber abusado sexualmente a una mujer y posteriormente dañar su reputación.
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Trump niega todas las acusaciones en su contra y afirma que se trata de una cacería de brujas orquestada por los demócratas para detenerlo. Un argumento que está calando entre su base de simpatizantes que continúa respaldándolo y que lo ha blindado hasta ahora del ataque potencial de la mayoría de sus rivales.
De acuerdo con las últimas encuestas tomadas con posterioridad a los casos de Nueva York, pero antes de esta última acusación federal, el expresidente encabeza la carrera republicana con el 53 por ciento de la intención de voto.
El único que se le acerca es Ron DeSantis, el gobernador de la Florida, con un 21 por ciento. Pence solo registra un 5 por ciento, mientras que la exgobernadora de Carolina del Norte, Nicki Haley, obtiene el 4,5 por ciento, de acuerdo con el promedio de encuestas del portal 538. A partir de ahí ningún otro candidato supera más del 3 por ciento.
Es más, según la mayoría de analistas, el único de los nueve candidatos que podría desafiar a Trump es DeSantis, muy popular en la Florida y que, hasta hace poco, se le acercaba en los sondeos.
Pero desde el encausamiento de Trump en Nueva York, cuando el grueso del partido cerró filas en su entorno, la candidatura de DeSantis se ha desinflado.
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La batalla contra Trump
De entrada, todos sus contrincantes tienen el mismo problema: la popularidad de Trump es tan grande dentro de la base que atacarlo es visto como un acto de traición. De allí que la mayoría, a pesar de existir múltiples flancos, han optado por presentarse como “versiones” del expresidente, pero mejoradas.
La popularidad de Trump es tan grande dentro de la base que atacarlo es visto como un acto de traición
DeSantis, por ejemplo, se está presentando como un Trump 2.0, pero sin el drama que acompaña al exmandatario.
Haley, que trabajó para Trump como su embajadora ante Naciones Unidas, se perfila como una internacionalista, firme en su apoyo por Ucrania y anti-Putin, mientras que el Senador Tim Scott se vende como un ego alternativo del líder republicano, pero más humano.
En el fondo, no obstante, casi todos son defensores del “trumpismo”, una versión más radical y populista de lo que se conoce como el establecimiento republicano.
Recientemente, solo Pence y Christie han decidido salirse del libreto para atacar al expresidente. Pence, por su lado, lo señaló de crear una crisis constitucional al negarse a reconocer los resultados de las elecciones del 2020 y le atribuyó los disturbios del Capitolio.
“Una persona así no puede ser presidente de este país”, dijo el exvicepresidente. Palabras muy duras de quien fue su mano derecha por cuatro años. Pero que no han tenido mucho eco entre la base, donde se ha vuelto un mantra que a Trump le robaron las elecciones y que es víctima de una persecución judicial sin precedentes.
A Trump, además, lo favorece el sistema de las elecciones primarias y la gran cantidad de rivales que han decidido desafiarlo.
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“Si el antitrumpismo, que existe al interior del partido republicano, se consolidara en torno a un solo candidato, existiría la posibilidad de destronarlo. Pero lo que va a suceder es que mientras Trump obtenga en cada primaria el 40 o 50 por ciento del voto, los otros nueve se repartirán el resto. A mitad de camino, cuando muchos de estos se retiren, el expresidente ya llevará acumuladas muchas victorias (y los delegados que se otorgan en cada una de ellas) y su candidatura se volverá inevitable”, afirma Jon Ausman, exconsultor político con más de 40 años de experiencia en elecciones presidenciales.
Si eso es tan claro, lo que muchos se preguntan es qué hay detrás de tantas postulaciones. Y allí las respuestas son varias.
Si el antitrumpismo se consolidara en torno a un solo candidato, existiría la posibilidad de destronarlo
Algunos, como en el caso de Haley o Scott, quizá le están apostando es a ser los compañeros de fórmula de Trump, quien se beneficiaría en la contienda general si lo acompaña una mujer o un afroestadounidense.
A otros, probablemente, les interesa un ministerio en un eventual gobierno republicano o posicionarse para una futura gobernación o el Senado.
En el caso de DeSantis un segundo puesto en las primarias lo convertiría en su probable sucesor. Algo que a sus 44 años luce muy viable.
Pero hay otra narrativa más profunda de la que pocos hablan, pero muchos piensan. Son tantos los líos jurídicos del presidente y tan seria la posibilidad de que por alguno de ellos termine en la cárcel -o hallado culpable- que las cosas podrían cambiar de aquí al inicio de las primarias.
“Cuando llegue la hora de votar muchos podrían decir: ‘me gusta Trump pero no creo que pueda ganar en la general. Mejor darle el voto a alguien más’”, dice Ausman.
Esa, al menos, parece ser la carta que mantiene con vida las aspiraciones de DeSantis o quizá alguno de los otros.
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De momento, sin embargo, la trayectoria de la campaña es otra. Y en cierto sentido es una que beneficia a los demócratas.
Al interior de este partido y entre sus simpatizantes -especialmente los menores de 30 años- la candidatura de Biden para un segundo período no despierta mucha emoción. De hecho, en otros sondeos recientes, más de un 60 por ciento entre este electorado expresó su deseo por alguien diferente.
Cuando llegue la hora de votar muchos podrían decir: ‘me gusta Trump pero no creo que pueda ganar en la general’
En parte eso tiene que ver con su edad ya que Biden, a sus 80 años, ya ha comenzado a mostrar signos de debilidad y temen que estos empeoren con el paso de los meses y se hagan evidentes durante los debates que sostendrá con el rival que salga de las primarias republicanas.
Y aunque el estado de la economía ha comenzado a mejorar y eso podría suavizar su imagen entre muchos, lo cierto es que ha sido un presidente impopular que no supera ni el 43 por ciento de favorabilidad.
Un oponente con el corte DeSantis -menor de 50 años- podría exponer aún más ese flanco. Pero con Trump, que cumple 77 esta semana que comienza, el argumento de la edad se disipa.
Por el contrario, la posibilidad de un retorno del expresidente a la Casa Blanca y todo el drama que trae consigo, quizás sea precisamente lo que termine por activar las bases demócratas que de momento lucen tibias.
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Adicionalmente, como se demostró en las pasadas elecciones legislativas, si bien Trump es fuerte entre los republicanos, no lo es tanto entre los votantes independientes, que son los que por lo general definen las elecciones y que tal vez sí se ven influenciados por el alud de líos jurídicos que carga este exmandatario.
Por supuesto, la carrera es joven y cualquier cosa podría pasar. Pero por ahora, y salvo sorpresas de último momento, todo apunta a una repetición de ese explosivo duelo del 2020 del cual Estados Unidos aún no se recupera.
SERGIO GÓMEZ MASERI
CORRESPONSAL EL TIEMPO
WASHINGTON
En Twitter: @sergom68