Nayib Bukele pasó en poco tiempo de ser conocido como un presidente millennial y el «más cool» del mundo a ser criticado fuertemente por algunos de sus vecinos y los organismos internacionales de derechos humanos, debido a su política «autoritaria» como presidente de El Salvador.
Sin embargo, esta no fue la fama ni bandera con que el mandatario de 41 años arrancó su carrera en el mundo político. Le contamos quién era Bukele y qué decía en sus inicios.
(Siga leyendo: Nayib Bukele: las frases más polémicas y famosas del presidente de El Salvador)
Nayib Armando Bukele Ortez llegó a la Presidencia de la República de El Salvador el primero de junio de 2019 con el apoyo de la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA) y su partido, Nuevas Ideas, alzándose como una opción de cambio para los salvadoreños.
Desde hace seis años es uno de los críticos más férreos de los partidos políticos tradicionales de su país, a quienes califica como «lo mismos de siempre» y la opción que no pudo lograr una renovación en El Salvador. Aunque esta no siempre fue la postura oficial del líder centroamericano.
Con ascendencia palestina y carrera de empresario, como su familia, Bukele tocó las puertas de la política desde abajo, cuando se postuló a la alcaldía de Nuevo Cuscatlán con el aval del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), antes grupo guerrillero y desde 1992 partido político nacido del Proceso de Paz de Chapultepec.
No obstante, durante su periodo como alcalde (2012 – 2015) se autoproclamó como «de izquierda radical», tomando banderas de causas sociales y económicas a pesar de ser un miembro de la élite salvadoreña.
Así lo demuestra un cuento que el entonces recién electo Bukele escribió para los asistentes de un foro económico en la Universidad de El Salvador, donde hizo alusión a la desigualdad social y los privilegios de la economía capitalista hacia los ricos.
(También: Bukele sobre trato a presos: ‘Qué marca de zapatos creen que estaría bien’)
«Había una vez un país pequeño en donde el 5 % de la población tenía el 90 % de la riqueza (…) En donde muchos niños no tenían zapatos, pero era pecado darles zapatos a los niños», leyó el empresario en el auditorio al otro extremo de una pintura de Ernesto ‘Che’ Guevara que reposaba en una pared del recinto.
Y prosiguió: «Había una vez un país en donde los que tenían la riqueza no solo tenían riqueza sino también el control de los medios, de la sociedad, de la política, de la verdad. Había una vez un país en donde había muchos que no tenían nada y pocos que tenían mucho. Un día, uno de los que no tenían nada dijo «esto no puede seguir así, tenemos que hacer algo, el pueblo debe despertar». Inmediatamente, los que tenían mucho dijeron «miren, ahí está un comunista, debemos callarlo. Y, si es necesario, debemos matarlo». Durante mucho tiempo ese país estuvo en silencio».
Acto seguido, un Bukele aparentemente subversivo se dirigió a los asistentes de la charla con la continuación del cuento.
«Después de mucho tiempo, algunos de los que no tenían nada se cansaron y decidieron que ya no aguantarían más, pero los que tenían todo intentaron callarlos otra vez, solo que esta vez no pudieron. Los que no tenían nada ahora estaban en las montañas, armados. Ambos grupos lucharon muchos años. Al final, y después de que 75.000 de los que no tenían nada y algunos de los que tenían mucho murieron, ambos grupos decidieron dejar de pelear. El resultado: un país igual, pero diferente, donde siempre hay un grupo que lo tiene todo, pero el grupo que no tiene nada ya no tiene que quedarse callado (…) Ahora sí tenían voz».
En medio de los murmullos de su público expectante, el entonces alcalde continuó leyendo su historia: «Entonces se inventaron un plan. El plan era convencer a los muchos que tenían poco de que el sistema y el poder que los tenían así era el mejor, que no había que cambiarlo. Que cobrarle impuestos a los que tienen mucho es malo (…) Que darles zapatos y útiles a los hijos de los que tienen poco es malo, pero darles subsidios a las empresas de los que tienen mucho es bueno; que pagarles más a los trabajadores que ganan poco es malo, pero que los que tengan más saqueen el Estado y salgan impunes es bueno».
«Pero es un plan que fracasará, porque cada fibra de nuestros cuerpos nos dice que (…) No es correcto que en un hospital dos enfermos tengan que dormir en la misma cama (…) Que no es correcto que darle un vaso de leche a un niño sea llamado despilfarro (…) Había una vez un pueblo que ya no se cree el cuento de que los que tienen más deben pagar menos impuestos porque ellos son los que generan empleo», finalizó el ahora presidente, antes de alentar a los asistentes a no «defraudar la historia».
Estas ideas «revolucionarias» que parecían apasionarlo no duraron mucho. Poco a poco fue mostrando una «metamorfosis», como la califica la prensa internacional, donde las ideas del liberalismo fueron desplazando a las de izquierda.
En 2015, Bukele se lanzó a la Alcaldía de San Salvador, capital de El Salvador, aún acompañado por el FMLN, y sin haber salido de su cargo anterior quedó elegido como el nuevo dirigente de la ciudad principal de su país.
Mi ideario es el ideario del FMLN (…) Sin el FMLN no lo hubiéramos logrado.
Aunque era un político mucho menos radical, en entrevistas con la prensa local mantenía una postura de lealtad con su partido, como se lo dijo al periodista Moisés Urbina en el programa ‘Frente a Frente’ del Canal TCS previo a su posesión oficial.
«Mi ideario es el ideario del FMLN, yo soy miembro del partido FMLN, la militancia de la gente que defendió nuestros votos en las urnas eran (…) del FMLN. Sin el FMLN no lo hubiéramos logrado», dijo en su momento el entonces virtual ganador de la contienda capitalina.
No obstante, el controvertido político también defendía una política «populista» para algunos, bajo la cual decía que «el dinero de la gente» debía estar «en función de la gente, con transparencia y sin corrupción». Además, se mostraba fiel creyente de un tratamiento integral de la seguridad, con «una estrategia que fusiona prevención, disuasión, reinserción y control territorial».
(En contexto: Así duermen los pandilleros capturados en la ‘megacárcel’ de El Salvador)
Deberían escuchar al Bukele del pasado, hablar de independencia de poderes. Totalemente contrario a lo que vemos hoy dia. ¿Que pasó que le hizo cambiar su discurso Sr. Presidente @Nayibbukele?👇 pic.twitter.com/OHhNoAKpH4
— Fjr (@AquinoFjr) March 23, 2023
También en 2015, su discurso de ingreso al edificio donde gobernaría como alcalde estuvo marcado por un aire pacifista y de unidad: «Esta administración no ha venido con revanchismos ni con vendettas«, dijo el recién elegido alcalde de San Salvador.
Sin embargo, su lealtad con el partido que le dio vida en el mundo político duró menos de lo que se pensó, y después de críticas de parte y parte, Bukele fue expulsado del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional el 10 de octubre de 2017, siendo acusado de generar división en el movimiento, además de ser un «falso izquierdista».
Un golpe que hubiera dejado mal parados a muchos políticos aparentemente no le hizo daño al carismático millennial, que era todo un éxito en internet y supo gestionar esta crisis: «La política es para servir y voy a servir desde cualquier trinchera», le dijo a los medios locales en su momento.
Con su gorra al revés, su teléfono celular en mano, las redes sociales haciendo eco de su voz y los jóvenes de su lado, el publicista fundó su propio partido, Nuevas Ideas, y aprovechó su paso por la alcaldía de la capital para abrirse un camino hacia las elecciones presidenciales de 2019, en donde utilizó su habilidad de adaptación para buscar la contienda junto al movimiento de centroizquierda Cambio Democrático (CD).
No obstante, el Tribunal Supremo Electoral disolvió al CD por mandato de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, lo que obligó al salvadoreño a mover un poco más su discurso, tomando la bandera de la Gran Alianza por la Unidad Nacional, partido de centroderecha con principios bastante conservadores.
Pero este no fue obstáculo para el popular Bukele, quien, gracias a sus conocimientos en marketing, se convirtió en el sucesor de Salvador Sánchez Cerén con una mayoría absoluta de cerca de un millón y medio de votos, más del 50 % de los sufragistas, acabando además con 30 años de bipartidismo en El Salvador, donde la tensión entre el Partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y el FMLN tenía hartos a los salvadoreños, que vieron en el autoproclamado presidente «más cool» del mundo una opción aparentemente independiente que podía traer el anhelado cambio.
«Dicen las estadísticas que la mayoría de presos son jóvenes (…) porque las pandillas están formadas mayoritariamente de jóvenes (…) Eran un problema que generó un país que estaba roto, que todavía sigue roto, pero que estamos pegando, arreglando poco a poco para que no vuelva a pasar», dijo Bukele en sus primeros días como mandatario.
Había una vez un pueblo que ya no se cree el cuento de que los que tienen más deben pagar menos impuestos porque ellos son los que generan empleo.
«Muchos de los jóvenes que se fueron por el mal camino, se fueron por el mal camino por culpa de un Estado que no les cumplió, que no les dio oportunidades de otra cosa. Ellos se convierten en delincuentes porque hubo culpa de sus padres, pero también hubo culpa del Estado, de no darles lo mínimo que se le debe dar a la juventud, que son las oportunidades para que ellos puedan superarse», agregó.
A pesar de que esa fue la imagen que el presidente número 60 de la República de El Salvador intentó mantener en un principio, a menos de un año de haberse posesionado, en 2020, irrumpió en el Parlamento de su país escoltado por militares y amparado, según él, por un «derecho divino», lo que generó una crisis política que, sorpresivamente, lo fortaleció para hacerse con la mayoría de parlamentarios en las legislativas de 2021, lo que le permitió ordenar posteriormente la destitución del fiscal general y los jueces de la Sala de lo Constitucional, en donde también resultaron sus aliados.
Ahora, además de rechazar los Acuerdos de Paz de Chapultepec que defendió en su apasionado cuento en 2012 —y calificarlos como un «pacto de corruptos»—, el llamado «caudillo» considera a sus adversarios como una «amenaza interna», mientras gobierna con su familia como asesores y se prepara para una reelección prohibida por la ley salvadoreña pero impulsada con trucos por el Parlamento, donde controla mayorías.
Quizá uno de los cambios más radicales de su discurso desde que empezó su carrera sea el de la política carcelaria en el marco de la ‘guerra contra las pandillas’ que inició hace más de 10 meses, bajo la figura de Estado de excepción que lo ha hecho merecedor de quejas de Amnistía Internacional y la Organización de Naciones Unidas, entre muchos otros órganos humanitarios, por la violación a los derechos humanos que implican las detenciones arbitrarias y precariedad carcelaria en la que viven los presos acusados de pertenecer las pandillas del país.
(Le puede interesar: Bukele presentará proyecto de ley para eliminar los impuestos a la tecnología)
Esta situación ha hecho también a Bukele acreedor de calificativos como «falso outsider» y «dictador», pues el mandatario ha optado no solo por defender sus decisiones, sino por desafiar a los organismos internacionales, asegurando que «son más importantes derechos humanos de la gente honrada que los de los delincuentes».
REDACCIÓN ALCANCE DIGITAL
EL TIEMPO